23J: Cuenta atrás / Diario de campaña

FIN DE LA CUENTA ATRÁS

23/07/2023. Después de lo vivido, una confesión en el quicio de una época desquiciada:

Termina la campaña electoral. La siento como la definitiva. No puedo asegurar que acuda a la siguiente convocatoria y ese temor me deprime, no tanto por lo que pueda sucederme como por lo que acontecerá a quienes sobrevivan a este periodo. Crecí con la esperanza de legar un mundo algo más justo que aquel en el que nací, pero, al cabo de tanto tiempo, cada vez que hemos creído avanzar en esa dirección, ha seguido un retroceso. Esta vez, no sé por qué, quizás por la inminencia de un balance sin posibles correcciones, tengo una profunda sensación de derrota. Y en consecuencia, de fracaso vital.

No necesito un psicólogo. La terapia solo requiere creer que, pasado este trance deprimente, el futuro estará en otras manos. Decídmelo, gritádmelo. Por si acaso, enterradme con los audífonos puestos.

 

FALTA 1 DÍA de REFLEXIÓN

22/07/23. Para entender lo que ha pasado, ¡día de reflexión!. No hay riesgo de empacho: un único día cada cuatro años. Durante el resto del cuatrienio se aconseja (o se autoriza, qué más da) no pensar. Algunos se han empeñado en que nadie piense desde hace demasiado tiempo.

En contrapartida, y para revisar el vacío que deja en muchos aspectos la campaña electoral, se recomienda la lectura de un artículo que Andrea Rizzi publicó en El País hace ya más de mes; antes de que se iniciara la campaña. La relectura de «Anatomía de una estrategia de polarización: objetivo, «derogar el sanchismo» sirve ahora para reflexionar con mayor perspectiva el contexto de la realidad en que vivimos.

A esa reflexión, añádase la de Mariana Mazzucato, recogida en la entrevista de Laura Delle Femine publicada en El País, bajo el título «Es un problema que muchos países se muevan hacia el populismo«, En ella la economista italo–británica–estadounidense analiza la gestión económica del Gobierno de España y la realidad de la sociedad actual. Imprescindible para salir de dudas o, tal vez mejor, para comprenderlas y afrontarlas.

Y para contextualizar aún más la situación, otra propuesta de Andrea Rizzi. Publicada, hoy mismo, también en El País, y con referencias cinematográficas: Azul oscuro casi negro: La derecha europea en tiempos de auge ultra. Por si no había motivos bastantes para la depresión.

Premio al momento de la campaña

Durante el debate a siete en RTVE Iván Espinosa de los Monteros, portavoz de Vox en el Congreso,  preguntó a Oskar Matute, portavoz de Batasuna, dónde se encontraba la víspera del asesinato de Miguel Ángel Blanco.

– «En una vigilia en Ermua, pidiendo la libertad del Miguel Ángel Blanco. ¿Dónde estaba usted?».

Premio a los ausentes

¿Y Felipe dónde está? / ¿Pidiendo el voto al PP / con Vargas Llosa y Cebrián?

¿Se le ha olvidado a Pablo Iglesias, y alguno más, que solo el sí es sí?

Premio a la peor excusa

Núñez Feijóo aprovechó el último día de campaña electoral para excusar su relación con Marcial Dorado. Lo hizo ante Carlos Herrera en la Cadena COPE, territorio amigo. Feijó desconocía los malos hábitos y las malas compañías de su compañero de viajes y recreos. A partir de ahí ignoró lo indiscutible: las prolongadas e intensas relaciones entre el traficante y el político. 

– Era solo contrabandista, no narcotraficante.

O sea, que algo, al menos, sí sabía. Algo poco edificante. Aunque todavía menos de lo que sabían los niños de la Illa.

Nacho Carretero, autor de Fariña, ha aportado en la SER un relato tan contundente como mesurado de lo ocurrido: un plan de viajes y encuentros prolijo y variopinto de Feijóo y Dorado. La negativa del político a reconocer los datos acreditados ratifica una acusación más allá de la mera sospecha. Y eso obliga a afirmar que Nacho Carretero se queda corto en sus recomendaciones. Con ese pasado no se puede mirar a la cara, por ejemplo, a colectivos tan ejemplares como el de Madres contra la droga ni a una sociedad que pagó un altísimo precio por la impunidad de unos mangantes que contaron con el respaldo de algunos políticos.

FALTAN 2 DÍAS: EL PODER DE LA ABSTENCIÓN

21/07/2023. ¿Cómo explicar que la abstención no es neutral, que solo beneficia al ganador y que esta es una verdad matemática que, por tanto, no engaña? ¿Cabe todavía algún argumento para convencer a quienes se niegan a acudir a las urnas?

La abstención se nutre de una especie de desidia ciudadana que ignora o niega las posibilidades de intervención en los asuntos que incluso a ellos les afectan. Otras veces se alimenta de desconfianza respecto a los cargos púbicos en tanto que procuradores del propio beneficio personal o de intereses ajenos a los que explicitan. Hay también personas que apelan a la abstención en aras de su propia dignidad: la política mancha.

¿Qué ha pasado para que ocurra esto? ¿Qué clase de argumentos pueden justificar ese extrañamiento respecto de los intereses y los afanes de ese mundo al que pertenecemos? ¿Es solo culpa de los abstencionistas o de una sociedad desarticulada en la que quienes tienen esa obligación «no nos representan»?. ¿Cuánto tiene que ver todo ello con la realidad de nuestra sociedad?

Paradójicamente, se quiera o no, la representación de la sociedad está condicionada, y hasta determinada en buena parte, por quienes no votan.

FALTAN 3 DÍAS: UNA CARTA SOBRE LA MESA

21/07/2023. El debate a tres lo siguieron en directo más espectadores de lo previsto. No sumó los casi seis millones del cara–a–cara inicial, pero duplicó, con más de cuatro millones de audiencia, los del debate a siete. Puestos a establecer comparaciones, el debate a tres no alcanzó el interés de su predecesor en la televisión pública, pero estuvo a muy por encima del cara–a–cara de la privada. En ese aspecto no cabe duda: RTVE lo hizo mejor y Núñez Feijóo se quedó en el vestuario en un encuentro de mayor nivel.

Otra cosa sería debatir sobre lo que hubiera convenido a unos u otros. O lo que, a la vista de los resultados, debiera haber hecho el ausente, aunque mentado, Feijóo. Eso queda para la reflexión de los incansables tertulianos, profetas de pacotilla y especuladores en general. Para los espectadores…

Parece obvio que el tándem Pedro y Yolanda, o viceversa, dejó claro algo elemental: ellos representan una propuesta cierta de gobierno; tal vez, el único modelo neto que concurre a las elecciones, porque en el otro bando uno y otro partido siguen disputando su territorio sin que el ciudadano sepa hasta donde llegan sus afinidades y sus diferencias. El debate a tres escenificó sin ambages que un gobierno de centro–izquierda hoy es posible en España. Y puso además en evidencia la irrefutable necesidad de una alternativa razonable de gobierno frente a lo que Vox representa. Del tándem PP–Vox, por lo menos hoy por hoy, cabe dudar: no han articulado una propuesta razonable. ¿Porque no la tienen o porque no quieren mostrarla?

El líder del PP se negó a acudir al plató de TVE tal vez por eso: para no ponerse en evidencia junto a su par. Lo dijo Sánchez: para evitar en el álbum una foto que les una para siempre, como la que esta campaña ha entronizado definitivamente: la del actual líder del PP junto a Marcial Dorado. Santiago Abascal y Marcial Dorado dicen más de Feijóo que él mismo. Los símbolos son así. Se ponen en marcha y, al cabo del tiempo, se descontrolan.

Los analistas debaten sobre lo que hubiera sido este postrer envite con Feijóo en un atril, si habría estimulado un mayor desencuentro en el bando de la izquierda o, al menos, si la habría forzado a mostrar sus contradicciones en cuestiones relevantes. Cabe dudar. Sin embargo, no parece discutible que a Feijóo puede pasarle factura su desprecio a los ciudadanos, al resto de las formaciones políticas e incluso a la Radio Televisión Pública, vencedora sin ambages en la defensa del interés público, por más que José Manuel García Margallo, Esteban González Pons o Rafael Hernando sigan vilipendiando curiosamente a la RTVE en la que ellos, hoy por hoy, como poco, cogobiernan. 

 

FALTAN 4 DÍAS: VERDAD / OPINIÓN

19–07–2023. La campaña ha encontrado un eje que se impone a todos los demás: verdad o mentira.

Feijóo explica que lo suyo no es mentira sino inexactitud. Sánchez explica que lo suyo no es mentira sino cambio de opinión. El primero se refiere a hechos; el segundo, a valores. Hay diferencias, aunque ambos reclaman compromisos. La verdad es rotunda, absoluta; repugna su contrario. La valoración admite adaptaciones, incluso nuevas redacciones. La verdad se opone a la mentira. La opinión exige matices.

Feijóo mintió en el debate cara a cara y ha reincidido en muchas de sus comparecencias ante los medios de comunicación. Antes, en medio y después él mismo se ha proclamado adalid de la verdad. La conclusión no admite equívocos. Trampa = “artificio de caza que atrapa a un animal y lo retiene”. O si se quiere, “ardid para burlar o perjudicar a alguien”.

Sánchez ha incurrido en contradicciones sin apenas intervalo. Lo ha explicado: cuestión de supervivencia en un entorno complejo. Susto o muerte.  Oportunismo  = “actitud que consiste en aprovechar al máximo las circunstancias que se ofrecen y sacar de ellas el mayor beneficio posible”.

¿Quién dice la verdad? ¿Quién la rebate?¿Quién la oculta? ¿Quién la acredita?

«La verdad es la verdad, dígala Agamenón o su porquero». Parece un axioma, irrefutable.

¿Nos lo enseñó Juan de Mairena o fue Antonio Machado? Eso ya es matizable.

 

FALTAN 5 DÍAS: RTVE SE REIVINDICA

18–07–2023. El debate a siete fue ejemplar. Lo organizó RTVE.

La entrevista que ayer realizó TVE a Núñez Feijóo repitió ejemplaridad: puro periodismo. El «No es correcto» de Silvia Intxaurrondo a Fakejóo, como le ha bautizado Ana Iris Simón, estuvo cargado de corrección, pero sonó como un disparo; sobre todo, porque la periodista, sin levantar la voz ni mover una ceja, solo tuvo que añadir: «ni en 2012 ni en 2013 ni en 2017». La televisión pública no permitió al líder popular lo que le habían aguantado otras cadenas, incluidas algunas a las que se considera ajenas al poder mediático mayoritario. Y así el grupo público, vilipendiado por el PP, ha ofrecido algunos de los gestos más profesionales de esta campaña.

Aún más curioso: ese medio al que desacreditan ahora los dirigentes populares lleva un largo periodo bajo el control real de quienes lo denigran, aunque no se diga y aunque se note. El PP ha controlado en los últimos años, y sigue controlando, todavía en el presente, áreas muy relevantes de la estructura de la radiotelevisión pública española, incluida la presidencia, aunque ésta, en los últimos meses, haya virado no tanto hacia la autonomía como hacia la búsqueda de un cierto equilibrio.

¿Por qué entonces estos desatinos? Porque la actitud indecisa de RTVE –que no es lo mismo que independiente e incluso neutral– incluye una ambigüedad contraria a la radicalidad del poder mediático español, mucho más afín al PP. Otros medios le dan aún más. Y lo hacen sin rechistar e incluso con entusiasmo. Ese es el problema: o conmigo o contra mí, y sin vacilaciones. La duda solo les merece desprecio. Por eso no pueden entender a quienes tratan de ejercer discretamente el periodismo: es decir, a quienes dudan.

Tal vez alguien piense que esta reflexión preelectoral carece de mesura y contradice el régimen de la duda. La diferencia está en el momento. Y en el futuro que se nos anuncia.

(Este 18 de julio en plena campaña electoral merece una reflexión: «¡Qué fecha! ¡En estos tiempos! Los ruidos cotidianos parecen ecos».)

 

FALTAN 6 DÍAS: LA FOTO QUE FALTABA

17–07–2023. Resultaba incomprensible que en una campaña electoral tan agria hubiera pasado desapercibida la historia de Dos hombres (Feijóo y otro) en una barca. Porque hay hechos que no pueden pasar desapercibidos, porque hay heridas que el tiempo no cura, porque hay silencios atronadores. Yolanda Díaz se ha animado a poner sobre la mesa del debate electoral hechos incompatibles con la decencia exigible a cualquier  candidato a la presidencia del Gobierno. Aquí hay que ser honrado y parecerlo. Nada más, nada menos. 

Hay fotos que no prescriben. Sobre todo, cuando se pueden justificar aludiendo a la ignorancia (de un dirigente gallego) de lo que sabían cinco años años antes los niños de la escuela.

¿Alguien quiere más información?

¿Más aún?

La pregunta sigue viva: sabido lo que se sabe, ¿el afectado no está obligado a explicarse? ¿Se puede acceder a la presidencia del Gobierno con esas sombras?

 

FALTAN 7 DÍAS: LIBRES E IGUALES

16–07–2023. Nada nuevo. La cuenta atrás se acelera. En una semana estaremos ante la verdad de los votos construidos sobre medias verdades y mentiras enteras. Esa es la realidad del sistema electoral menos malo entre los conocidos, según se dice, porque se basa en el voto individual de los ciudadanos mayores de edad y porque incluye vías para corregir decisiones anteriores.

Sin embargo, a medida que se acerca la fecha, a medida que las previsiones se van consolidando, ¿qué hacer para que este sistema garantice que los votos sean libres –no sometidos a manipulación– e iguales –no sometidos a los intereses de los poderosos?

¿Esta es la reacción lógica de alguien contrario al sistema democrático? ¿No puede ser, simplemente, una reacción lógica?

 

FALTAN 8 DÍAS: LA VILEZA

15–07–2023. La indignación de los tolerantes. Esa es la única respuesta razonable a La era de la vileza que describe Antonio Muñoz Molina de manera irrebatible. No se trata de un concepto nuevo –en nuestra Cuenta atrás, a falta de 10 días, ya se aludía a esa idea– sino una realidad incuestionable.

La indignación de los tolerantes, como requisito. La igualdad y el respeto de los derechos elementales, como objetivo.

(La ilustración, de Fran Pulido, es la que acompaña al artículo de AMM en El País).

 

FALTAN 9 DÍAS: ESPEJISMO

14–07–2023. «Cuando ya nada se espera personalmente exaltante…”

…un debate electoral que se presumía irrelevante se transforma no solo en un acontecimiento de extraordinario valor cívico y público sino también en un motivo de esperanza.

Todo estaba en contra: el precedente del desabrido cara-a–cara entre Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijó, el “formato a 7” que los medios de comunicación asumen como último recurso, la participación de líderes de segundo rango y hasta la celebración del evento en una cadena pública vilipendiada curiosamente por quienes más se esmeran en controlarla.

Concluidas las dos horas de programa brota la satisfacción de haber asistido a un acontecimiento del máximo interés para quienes sienten la importancia del debate público y anteponen el valor de la confrontación de ideas al espectáculo. Una conclusión tan inesperada como inexplicable. La euforia por lo inédito e inesperado de lo ocurrido invita a reconocer la importancia de la discusión y la propuesta de ideas y, sobre todo, sentir la satisfacción de vivir en el país representado por la mayoría de los intervinientes a lo largo de las dos horas del programa.

¿Con matices? Por supuesto. El primero: que esa España de la que sentirse orgulloso es, como resumió Antonio Machado, tan solo “una de las dos Españas”. El segundo: que aún perviven “una España que muere y otra España que bosteza”. El tercero: que la España que alienta un afán de convivencia estuvo sobrerrepresentada en el debate–a–siete. El cuarto: que el pegamento que invitó a imaginar una alianza democrática lo aportaban Vox y el PP, tan reales como temibles.

Con este panorama, la valoración adquiere tonos shakesperiana, desde el «ser o no ser» al “sueño de una noche de verano”.

Al margen de lo importante e incluso del espejismo que alentó el programa, hay que celebrar que el acontecimiento se celebrara en la televisión pública, que contara con una moderación sobria (con un cierto tono protector de los intereses polemistas de los intervinientes) y que alentara un tono respetuoso sin eludir la polémica.

Conclusión de vuelta a Gabriel Celaya: “Porque vivimos a golpes (…) / nuestros cantares no pueden ser, sin pecado, un adorno. / Estamos tocando el fondo”.

 

FALTAN 10 DÍAS: GANA TRUMP

13–07–2023. Definitivamente: huele a trumpismo. La acusación de fraude formulada por Alberto Núñez Feijoo y, después, por Cuca Gamarra sobre los directivos de Correos remite, como mínimo, a experiencias conocidas: Trump, Bolsonaro… Lo dicho por Feijoo y Gamarra anticipa, en caso de que no se cumpla lo que anuncian las encuestas, la deslegitimación de los resultados electorales. Pero no solo eso.

Tal vez no haya que llegar a ese extremo. La sospecha de fraude ya está dentro del debate público y acusa directamente al Gobierno sin necesidad de motivos justificados. La desconfianza sobre su credibilidad alienta el desprestigio. Y en última instancia el desacuerdo o la crítica razonable se transforma en una rabia que invade a amplios sectores de la sociedad y que alcanza a buena parte de quienes han sido beneficiarios en buena medida de gestión gubernamental de los últimos años.

Esa rabia o ese enojo está en el fondo del problema. En primer lugar, porque se trata de un caldo de cultivo perverso, que aleja la argumentación racional de las decisiones ciudadanas en beneficio de los factores emocionales. Y en segundo lugar, aunque no último, porque el poder mediático está completamente sesgado en favor de los poderes económicos y sociales que dominan las sociedades pretendidamente democráticas.

Esa es la gran paradoja. El raciocinio claudica ante los factores emocionales y los medios asumen un poder que excede su pretendido interés público. De ahí la importancia de  generar desafección y rabia. Contra la sinrazón no valen los argumentos.

Y en esa tesitura, ¿hay remedio? A la vista, desde luego, no está.

 

FALTAN 11 DÍAS: DESCALIFICACIONES

12–07–2023. Las campañas y los debates electorales justifican –o eso parece– la descalificación personal, la mentira y el insulto. A la vista está: unos, muchos, lo practican y otros, bastantes, dan un paso más introduciendo en el debate público la vileza: la identificación del adversario con el delincuente e incluso, llegado el caso, con el asesino. Su desvergüenza y su impudicia les ha impulsado al peor ejemplo de insolidaridad: el enfrentamiento entre las víctimas. Es el fruto definitivo del encono y del desprecio de la empatía y hasta de la razón.

“Que te vote Txapote” es un grito incivil, que ofende más a los asesinados que a los asesinos y que agrede vilmente la convivencia. ¿Cómo hemos llegado hasta aquí? ¿Cómo es posible que ese grito lo abanderen representantes elegidos por los ciudadanos? ¿Cómo sobrevivir decentemente en esta ciénaga?

A la vileza del asesino la sociedad responde con la ley. Sin embargo, frente a la vileza de quienes denigran y agreden a los ciudadanos o a los representantes púbicos de manera tan soez, la sociedad se muestra impotente. Quienes animan al improperio ofenden, en primer lugar, a las víctimas y, después, a quienes defienden la convivencia. Quienes se escudan en el silencio o en excusas son, sencillamente, cómplices. Gente socialmente despreciable.

¿Ese es el objetivo: unos contra otros? Si es así, se ha alcanzado la perfección. ¿Quién reivindica el insulto? ¿La democracia legitima o asume esa abyección?  ¿Podemos ir a votar juntos? ¿No sería más razonable votar en mesas separadas? Para no matarnos, simplemente.

FALTAN 12 DÍAS: CARA A CARA

11–07–2023. La campaña electoral se adentra en el terreno de lo irreversible. El cara–a–cara Sánchez–Feijó marca el comienzo del fin. A partir de ahora, cualquier golpe de efecto, será mucho menos identificable y, también, más lento. La suerte no está echada, pero el debate parece haber trastocado las expectativas. Si se puede hablar con rigor de vencedor y vencido, y si esa valoración puede tener repercusiones ciertas, habrá que evaluarlo ya con la perspectiva de los resultados electorales.

En 1993, en el primer debate a la española, la aparente derrota de González frente a Aznar acabó ratificando el liderazgo felipista; no solo porque en el segundo envite el presidente en ejercicio se tomó la revancha, sino porque la fragilidad y el desconcierto que puso de manifiesto el hasta entonces líder imbatible le humanizó ante un electorado acomodado a la apatía e incluso el aburrimiento. Aquel no era el final que merecía Felipe, pensó un número suficiente de españoles.

Por eso, las evaluaciones tras el Sánchez–Rajoy pueden resultar irrelevantes. Por múltiples razones ahora mismo inaprensibles y porque el verdadero análisis no se puede limitar a una valoración ajena a la reacción de la sociedad, siempre mucho más compleja que el juicio de unos analistas que aparentan conocer los códigos y los efectos de un momento cargado de subjetividades.

De hecho, una vez más, los medios de comunicación manejan los ecos del cara–a–cara celebrado entre los dos candidatos que aspiran a presidir el próximo Gobierno de España. Los politólogos –una especie cada vez más prolífica hasta el punto de que ya se ha convertido en invasora– evalúan los efectos del debate. Ellos dicen que influye entre un 4 y un 6 por ciento del voto ciudadano. No importa mucho el rigor de ese dato. Sobre todo, porque, pese a la audiencia extraordinaria del espectáculo televisivo –casi seis millones de espectadores en directo–, los efectos en ningún caso serán consecuencia del cara–a–cara sino de la traslación que los medios hacen del evento. Y ahí, no cabe duda, las cartas están previamente marcadas. O sea, en el fondo, el debate es puro tongo.  Y por eso, más que analizar lo que el debate dio de sí, se debería valorar lo que la sociedad percibió una vez digeridas las interpretaciones de los supuestos intermediarios o mediadores.

Vaya por delante otra reflexión previa: al menos en la España actual, los cara–a–cara no son democráticos, porque excluyen a formaciones con un valor previsiblemente decisivo en la conformación del Parlamento y del Gobierno y porque, en definitiva, niegan la representación de la ciudadanía y privan a muchos del derecho que regalan a otros. Son un resultado y un instrumento del bipartidismo. La sociedad es mucho más compleja y requiere una mejor representación en el debate y, tal vez, más debates que alcancen la condición de realmente representativos.

El caso es que…

El cara–a–cara Sánchez–Feijó fue tan bronco como falaz. Los contendientes llevaron sus argumentos al barro hasta impedir lo fundamental: distinguir entre la mentira y la verdad. Feijó abonó el terreno y Sánchez acabó enfangado en las descalificaciones al margen de los argumentos. De ese modo la polémica solo sirvió para elevar el hedor por la abundancia de excrementos. Quienes defienden el valor y la trascendencia de los debates tal vez deban a estas alturas sentirse avergonzados por el griterío y la desfachatez argumental. Cualquier parecido con el debate racional, que aúna razonamiento y emociones, mera coincidencia, salvo, tal vez, el denominado minuto de oro de Sánchez, por lo demás, a juicio de analistas y pontífices varios, el gran derrotado de la contienda.

Otro motivo para disentir. La derrota verdadera la sufrió el propio debate como medio clarificador de las alternativas en liza en estas elecciones. Un fraude que corresponde a los contendientes, pero en el que también participaron los convidados de piedra que se presentaron como moderadores. Sus preguntas al comienzo de cada apartado fueron ninguneadas: ni escuchadas ni, menos aún, atendidas por los litigantes.

En realidad, a los periodistas se les requirió como parte del espectáculo. La realización lo puso de manifiesto. En la confrontación de los primeros planos de los rostros de los dos contendientes, que ofrecía una perspectiva ajena a la realidad, solo hizo falta la reproducción, a cámara superlenta, de algún salivazo. No se requería que fuera real, pero en la retransmisión de aquel pugilato no se habría advertido que formaba parte del atrezzo.

Si el debate merecía cierto respeto, por su interés público o periodístico, la realidad defraudó cualquier expectativa al respecto. Una vez más los moderadores sirvieron, apenas, para dar a conocer el tiempo utilizado por cada contendiente; en absoluto, para orientar y reconducir aquel despropósito. Renunciando a poner un mínimo orden en el caos, tal vez debieran haberse ausentado del plató cargados de vergüenza y en silencio. Antes que aguantar sin despeinarse en medio de aquel barrizal, tal vez hubiera sido más digno –por el respeto debido a la audiencia, en defensa del debate público y del ejercicio de la actividad periodística– otra salida: irse del plató, apostillando:

– Hagan ustedes lo que les pete. ¡Buenas noches!

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