En asuntos culturales, el IVA se encarama al 21 por ciento. Para los dirigentes del cotarro no hay otra. Los profesionales de la cultura se encienden. A quienes proclaman de verdad su interés por la cultura les queda ya poco más que la indignación.
En vísperas del nuevo latrocinio, el Teatro Romano de Mérida acoge el acto solemne de entrega de losCeres, un último invento de y para amantes del teatro, la farándula y la cultura –tres en uno o la mismísima trinidad a juicio de los inventores del contubernio.
Gracias a él, sobre el imponente escenario construido antes de Cristo se amontonan políticos de tres al cuarto, sonrientes, satisfechos, ajenos a la suerte de quienes pueblan las caveas. Se suman al festejo profesionales del teatro, muchos de ellos con afinidades ideológicas próximas al gobierno reinante, que aprovechan la ocasión para demostrar su compromiso social (o sus simples intereses), oponiéndose al ascenso impositivo que amenaza con castigar sus méritos profesionales. En el graderío histórico, cientos de ciudadanos atentos, curiosos, oliscones de un pastiche tan popular.
Dos días después un periodista extremeño, con trayectoria de tal, José María Pagador, hace las cuentas de la ceremonia:
- Organización previa, identidad corporativa y otros: 25.347 euros
- Reuniones, viajes a Madrid, dietas: 7.248 euros
- Publicidad nacional y regional: 351.328 euros
- Estatuillas: 30.000 euros
- Gratificación jurado: 15.000 euros
- Viajes y alojamiento jurado: 14.231 euros
- Viajes y alojamiento invitados: 97.210 euros
- Organización gala entrega premios: 108.346 euros
- Honorarios presentador: 40.000 euros
- Honorarios otras actuaciones en la gala: 37.800 euros
- Otros gastos: 260.347 euros
Total: 986.857 euros
Los premios Ceres se habían concebido como colofón o estrambote de la última edición del Festival de Mérida, un encuentro teatral depauperado por los recortes que dios nos manda a través de sus profetas, por las mermas presupuestarias que alcanzan a todas las facetas de la vida pública (y privada) y por la encomienda realizada al nuevo director, empresario por casualidad; es decir, presto a la obediencia y al bote.
Esquivada como por encanto tanta tribulación económica y cultural, los medios de comunicación ensalzan la ceremonia de los Ceres. Algunos destacan la oposición a la subida del IVA de algunos de los invitados sin mención a la dieta que les llevó del del peristilo al proscenio.
– ¿A nadie le dio vergüenza?
Sólo unos pocos empezaron a maldecir la ignominia.
Los premios Ceres explicaron hasta qué punto nuestros gobernantes se hipotecan en pro de la cultura: un millón de euros gastados por la Junta de Extremadura en aras de una foto que acogía a los prebostes, tan sensibles ellos a la promoción de la cultura y a la confluencia de la penuria moderna con la excelencia clásica. Las caveas más populares también se sumaron al entusiasmo.
Dos mil años de historia nos contemplan.
– ¿P’alante o p’atrás?
– – – –
Nótese: Ceres era hija de Saturno y Ops, hermana de Júpiter, Juno, Vesta, Neptuno y Plutón. O sea, una chica tan de buena familia que se la considerada una diosa, de la agricultura para ser exactos, porque ella solita fue capaz de enseñar a los humanos a cultivar la tierra, ya fuera sembrando, recogiendo el trigo o haciendo panes. A los más próximos les enseñó otras artes. Se dice, por ejemplo, que su belleza encandiló a Júpiter, con quien engendró a Proserpina (la del embalse próximo a Mérida Augusta), y cautivó también a Neptuno, aunque con profundo disgusto de incestuosa divinidad, porque bueno estaba lo del hermano Júpiter como para reincidir con el hermano Neptuno. Así es que, viendo que el tal Neptuno se ponía pesadito, para escapar de él, se transformó en yegua, pero el pavo, que también era dios, se las arregló para convertirse en caballo.
Visto lo cual, lo de los premios Ceres y el contubernio político-cultureta de las autoridades extremeñas, ¿qué tiene de particular?
¿Tendrán estos mitos telúricos algo que ver con la incestuosa relación del PP e IU en Extremadura, la que les permite comulgar y tragar calladamente estas Ceresmonias? ¿Acaso, dados los atractivos de la chica y la predisposición nominal del presidente extremeño, este buen hombre fue seducido a su pesar para convertirse en monaguillo de la diosa o, dada si edad, en monago?