Periodismo, sacerdocio y dogmas

Resulta interesante la conclusión de Una mirada crítica a nuestro periodismo, el artículo que Víctor Lapuente, firma en El País: “En resumen, nuestro periodismo —demasiado declarativo, demasiado jerárquico y demasiado abstracto— es un factor más que ayuda a entender la paradójica situación de que, en medio de una crisis tan brutal a todos los niveles, España se haya reformado tan poquito”.

Tal vez merezca mayor debate el análisis sobre el ejercicio del periodismo en España y, sobre todo, sobre lo que el articulista denomina la visión “sacerdotal” que practican en su trabajo los profesionales del oficio.

Sin coincidir al completo con las observaciones del profesor del Instituto para la Calidad del Gobierno de la Universidad de Gotemburgo (lo que permite interpretar su voluntad comparativa entre el periodismo español y el nórdico), sí cabe reclamar a los medios no alineados con las tesis ideológicas dominantes (resultaría inútil pedírselo a los demás) que eviten el cliché para interpretar la realidad y que, antes de encontrar explicaciones, aborden la complejidad y las contradicciones del escenario en el que nos movemos, caso tras caso.

El artículo que aquí se comenta lo dice de otro modo (perfectamente matizable): “El objetivo de nuestro periodismo (en las tertulias en particular, pero también en muchos de los análisis escritos) parece el opuesto: agregar problemas concretos en entes abstractos. En demasiadas ocasiones, los ciudadanos españoles no reciben un contraste de ventajas e inconvenientes sobre cursos de acción alternativos, sino un choque improductivo de cosmovisiones del mundo. Por ejemplo, en cuanto se sospecha que una reforma huele a derechas, movemos la discusión al terreno de la especulación progresista vaga: que si forma parte de una “agenda oculta” para desmantelar el Estado de bienestar, que si es una expresión más del “triunfo del neoliberalismo” o de la “incapacidad de la socialdemocracia para presentar una alternativa”, etcétera.”.

De acuerdo en evitar el cliché, aunque sin descartar que, al final, esta “cosmovisión” en casi todos los casos resulte la correcta. El problema estriba en que, sin analizar cada caso, el cliché resuelve poco e incluso ciega la salida a los problemas planteados, porque enfrenta a la realidad consigo misma o, si se quiere, propone reclamaciones imposibles: la dinamita no construye viviendas y, aunque facilite la construcción de un nuevo edificio, conduce de inmediato a la intemperie. Tanto más grave y larga esa intemperie (y ahí radica la gravedad del problema) cuando se carece de planos para la nueva construcción y hasta del solar sobre el que habría que edificar.

– Ya sé, ya sé: la crisis, sea económica, periodística o ideológica, no se combate con metáforas.

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