Fraga y Garzón, qué perversión

La realidad que trasladan los medios estremece.

Hoy abundan las firmas de reconocido pelaje e incluso catadura que glosan la aportación a la tolerancia y a la democracia española de un hombre que firmó sentencias de muerte, que consintió operaciones criminales contra simples manifestantes, que cerró periódicos y reguló la censura, que gritó, gimoteó y, en todo caso, despreció a cualquier persona a la que consideró inferior para atarse al poder en cualquier régimen y circunstancia. Ha muerto, sin duda, un padre de la patria, dicho sea sin ningún tipo de reproche o ironía; la patria sólo puede tener este tipo de padres.

Los mismos que glosan a ese personaje han llevado ante un tribunal, para pedir diecisiete años de inhabilitación, al juez que más ha combatido en España el terrorismo, el narcotráfico, las dictaduras y la corrupción. Han decidido sacarle de la carrera judicial, exponerle a un linchamiento profesional y moral, y negarle su indiscutible aportación a la justicia universal; también a la española. Gracias a él no ha habido más Gal. Gracias a él, muchos narcotraficantes han pagado años en prisión. Gracias a él, ETA está de retirada. Gracias a él, algunos asesinos al servicio de dictaduras genocidas se han visto recluidos en la cárcel o, al menos, en sus propias casas. Gracias a él, víctimas de la barbarie han encontrado comprensión y alivio a partir de la justicia. Sin embargo, los glosadores no le perdonan que pueda investigar en España la dictadura que nos asoló, como hizo sobre la argentina o la chilena. Y sobre todo, no admiten que combata a los corruptos, porque son ellos mismos.

Es más digno de glosa la firma de penas de muerte, la represión violenta de la libertad de expresión, la censura de la libre información, el grito, el gimoteo, cualquier estratagema en aras del ordeno y mando.

¡Qué vergüenza!

¿Qué diré la próxima vez que me pidan declarar mi nacionalidad… por imperativo legal? ¿Y si fuera por imperativo moral?

 

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