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Ante situaciones de emergencia graves la estrategia a seguir debe incluir un plan de comunicación estricto y coherente. La información resulta fundamental en esos casos para orientar a la población sobre lo que ocurre o para movilizarla en la dirección correcta, para advertirla de los riesgos que corre o para evitar su desánimo, para reforzar la solidaridad o para evitar acciones descontroladas o espontáneas. Y para mucho más.
¿Eso es posible en nuestras sociedades en estos momentos?
¿La estrategia informativa marcada por los responsables públicos debe tener carácter vinculante para los medios de comunicación y, en la actualidad, para todos los agentes que intervienen en la comunicación social? ¿Se puede exigir algún grado de coherencia? ¿La libertad de información debe primar sin límites, aunque contrarreste o deteriore los objetivos señalados por los representantes públicos?
¿Cabe alguna restricción en aras de lo que se pretende preservar?
Las preguntas surgen en un momento muy concreto: el estado de alarma provocado por la pandemia del Covid–19. Y con una práctica innegable: cada medio de comunicación (y los que no son medios pero también comunican) ha adoptado su propia estrategia. Existen en muchos casos claras diferencias entre unas y otras, así como entre muchas de esas y las propuestas oficialmente.
La estrategia gubernamental ha tratado simultáneamente de ofrecer datos y huir de la alarma. De reconocer la gravedad del momento y la de abundar en la complejidad de la situación. De buscar algunos consensos sin excluir cierta intencionalidad política. ¿Han seguido esa línea todos los demás agentes de ámbito comunicacional? ¿Ha actuado de similar manera el resto de los generadores de opinión?
¿Es inevitable la contradicción en aras del derecho a la libertad de expresión? ¿No cabe, entonces, una estrategia comunicativa coherente en situaciones extremas? ¿Sólo en regímenes autoritarios o dictatoriales? ¿No se pueden recabar actitudes coordinadas por parte de quienes intervienen en tales circunstancias en los procesos de información?”
Las respuestas de manual dejan demasiados interrogantes en el aire. Vienen a concluir: ¿en qué tipo de sociedad quiere usted vivir? No basta.
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