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Si Europa no comprende que la gravedad de la situación requiere acciones coordinadas y medidas que hasta ahora o no se habían contemplado o se habían rechazado, estamos ante el fin de la Europa que pudimos desear.
Si el gobierno no asume que el problema le desborda y que el ensayo de coalición prevista para un momento muy distinto se ha quedado obsoleto, ni la sociedad encontrará la dirección que necesita ni el ejecutivo podrá sobreponerse al desconcierto y al insomnio.
Si los partidos políticos españoles no entienden que la gravedad de la situación requiere acciones y medidas que hasta ahora o no se habían contemplado o se habían rechazado, estará en riesgo la España que pudimos desear.
Si los dirigentes de los países ricos de la Unión se niegan a aceptar las medidas que ahora se reclaman para todos, Europa no merecerá le pena.
Si los dirigentes de algunos partidos políticos españoles anteponen la crítica partidista a la colaboración, el coronavirus habrá atacado al sistema democrático.
Si los ciudadanos, paralizados por el despliegue de la enfermedad y la muerte, asumimos esta realidad como fruto casual de la naturaleza o el destino, habremos contribuido al castigo.
Y si todos esos agentes, por junto o por separado, piensan que es el momento de obtener rentas ideológicas o políticas, el virus habrá conseguido una letalidad real y moral que ni él mismo pudo imaginar.
Si…, estamos derrotados y perdidos.
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