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Acababa de leer Un amor (Anagrama), de Sara Mesa, y tropecé con un tuit que recogía, al parecer, la introducción a la lista de los mejores libros de narrativa publicados durante 2020, confeccionada por los críticos del suplemento cultural de El Mundo:
“Huérfanos de nuevas novelas de Vagas Llosa, Landero o Mendoza, los críticos de El Cultural han apostado este año por obras escritas por y sobre mujeres, con “Un amor” de Sara Mesa en un destacadísimo primer lugar, acompañada por Rosa Montero, Elvira Lindo y Ana Merino”.
No era un fake. No se trataba de una treta inventada por algún detractor del periódico en este tiempo de radicalidades. ¡Era verdad!
Al día siguiente la entradilla cambió en la edición digital: “Los críticos de El Cultural han apostado este año por obras escritas por y sobre mujeres, con ‘Un amor’ de Sara Mesa en un destacadísimo primer lugar, acompañada por Rosa Montero, Elvira Lindo y Ana Merino”.
En twiter ofrecía una supuesta explicación: “Queridos amigos, que este año no han publicado novela Vargas Llosa, Landero o Mendoza, tantas veces ganadores de los listas de lo mejor del año, es un hecho. Pero nada más lejos de @elcultural que considerarnos huérfanos por su ausencia”. Una excusa con errores gramaticales más sutil que la del Rey en su discurso de Navidad.
El despropósito estaba consumado. Lo había explicado Ignacio Medina: “Así que seleccionan libros escritos por mujeres por la falta de obras de los grandes autores varones. El macho alfa no publicó este año y se sintieron generosos con las migajas. El @el cultural no pasan vergüenza”. Gema Nieto fue más contundente: “Traducción de vuestro artículo: ‘Ya que este año no han salido novelas escritas por autores de verdad, nos hemos tenido que conformar echándoles un ojo a estas otras sobre cosas que les pasan a las mujeres’. Es la idea que se extrae del texto (por otro lado, nada paritario)”.
¿Y después de todo esto cómo escribir ahora que Un amor no me enamoró? Para compensar, conste que los críticos de El País (Babelia) y los de La Vanguardia también apostaron por Sara Mesa. Y su juicio (incluidos los del suplemento de El Mundo) se supone que merecen más respeto que el autor del prólogo de marras e incluso del editor de El Cultural por su ridícula excusa.
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