Consejos para debatir sobre el virus

En cualquier circunstancia, sea una reunión familiar o un encuentro entre colegas en el centro de trabajo, tanto si siente la tentación de demostrar lo mucho que ha escuchado y leído como si le requieren una opinión en medio de la confusión, salvo que se trate de un profesional de la salud acreditado, apueste por el único argumento incuestionable: “el virus nos acecha desde la mortal oscuridad de la ignorancia”.

Quizás suene pretenciosa la frasecita e incluso cabe la posibilidad de que algún interlocutor se dé por ofendido, pero no se arrepienta. La frase –de la que deberían tomar nota  tertulianos, cuñados y otros enteradillos variopintos– pertenece a un científico español, Juan Fueyo, investigador del Centro Oncológico de Houston y autor del libro Viral, que la explica en una entrevista publicada en El País.

La ciencia sabe hoy más del universo que de los virus, dice Fueyo. “En la biblioteca de Alejandría ya había papiros sobre el espacio, sobre la circunferencia de la tierra, incluso ya habían visto la galaxia Andrómeda”, pero de los virus, ni palabra. Fue Louis Pasteur el primero que habló de gérmenes más pequeños que las bacterias que producen enfermedades, pero solo se comprobó su existencia con la aparición del microscopio electrónico mediado el siglo XX. Y aquí estamos, tratando de entenderlos a la carrera e incluso presumiendo de conocerlos a simple vista. En definitiva, mejor ser precavido y advertir a quien reclame nuestros saberes de la “mortal oscuridad de la ignorancia”.

No obstante, para que no le tomen por imbécil –el riesgo existe–, añada que, como dice Juan Fueyo, si “la siguiente pandemia tuviera las propiedades de la viruela, que se cebaba con los niños, o de la polio, que dejaba a los sobrevivientes con problemas de invalidez, (…) puedes llegar a la conclusión de que habrá un apocalipsis y hay que anunciarlo para que la gente sea precavida y tome las decisiones adecuadas”.

Si sus interlocutores no le dan la razón, a ver si, al menos, se acojonan. En cualquier caso, concluya deseando mucho ánimo a la concurrencia y un poco de silencio. A lo mejor así lo vamos entendiendo.

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