Diario 2024

20 de noviembre

El Gobierno valenciano ha descubierto las aptitudes políticas de los militares. Sin embargo, los militares designados altos cargos del Gobierno de Carlos Manzón renieguen del ejercicio de la política. ¿A dónde vamos o a dónde volvemos? 

Hubo momentos muy largos en los que en esta fecha se celebraba el aniversario de los fallecimientos de Francisco Franco y José Antonio Primo de Rivera. Y pienso si Carlos Manzón habrá querido conmemorar la efemérides con esos nombramientos.

– ¡Qué disparate!

– ¿El suyo o el mío?

19 de noviembre

Veo el que será último partido profesional de Rafa Nadal, pero solo me enteraré de ello después del sueño. Las redacciones a esas horas almacenan innumerables panegíricos sobre el tenista español por excelencia.     

18 de noviembre

Nueva revisión audiológica para alimentar muchas más dudas que certezas. Parece lógico que la definición de los parámetros registrados en la audiometría determine una programación inequívoca de los aparatos. Pues no. A la métrica de la sordera se añaden matices diversos, como la potencia, la claridad y dios sabe qué otras variables. Los audífonos, cada vez más complejos y más caros, se convierten así en un galimatías: el sordo que soy yo no se aclara sobre qué le conviene y a qué precio. Volveremos a debatirlo la próxima semana, pero empiezo a estar usque ad corvejones. Hasta ahí mismo. Y eso que los aparatos se colocan en el interior de los oídos y detrás de las orejas.

17 de noviembre

A Pepe Mujica hay que atenderle con la máxima atención por lo que dice y por cómo lo dice. Tenía guardada una intervención reciente, de mediados de octubre, en la que aludía a la intervención a la que fue sometido tras habérsele detectado un cáncer de esófago. Hablaba y parecía un testamento. Mejor escucharlo de viva voz.

Este domingo ha vuelto, a través de una amplia entrevista también publicada en El País que titula: «Le pido a la vida que me permita seguir ladrando un poco». En ella realiza algunas afirmaciones que le describen y que, a mi escala, admito como propias: «Yo me dediqué a cambiar el mundo y no cambié un carajo, pero estuve entretenido».

¡Qué tipo! El abanderado de un nuevo, e inédito, mundo.

16 de noviembre

Llevamos dos fines de semana en los que, por distintas razones, hemos tenido que renunciar al programa e incluso a los programas convenidos. Primero, el lumbago; luego, las lluvias, que, sin llegar a dana, complicaban la planificación del viaje. A la suspensión de la cita de Zafra le siguió la de Trujillo. La siguiente, Plasencia y Madrid. A saber: entrega de un premio por Las Hurdes, Tierra de Mujeres, en mi pueblo; congreso sobre periodismo en ámbitos rurales, en la Complutense; presentación de una antología de Álvaro Valverde, también en mi pueblo, pero con incompatibilidad horaria con el anterior evento placentino; y para colmo, paso imprescindible por el servicio de oftalmología en Sanse, que impide comprometerse con ningún otro evento objeto del deseo. 

Aún hay tiempo para que cualquier amigo o allegado me proponga otra actividad saludable en esa misma fecha. Puesto a suspender aficiones e intereses…

¿Se entiende por qué, de jovencito, admiré tanto a fray Escoba, a su ubicuidad? ¿O  bilocación o multilocación o lo que fuere?

15 de noviembre

Tomo nota de un artículo que me sorprende. No tanto por sus conclusiones como por el procedimiento que las avala. La neuróloga Clara Petrus asegura que «Hay agentes del mal que están sacando rédito al generar este nerviosismo».

Me llama más la atención otra conclusión: la crispación, la desinformación y la polarización se han instalado en el cerebro de muchas personas. Pero no de manera metafórica o alegórica, sino física, detectable mediante un escáner cerebral. Y a partir de ahí… a ver cómo y quién le pone remedio.

14 de noviembre

El jueves pasado teníamos que estar en Zafra. Atacó el lumbago. 

Este jueves debíamos estar en Trujillo. Las previsiones meteorológicas nos dejan en casa.

El próximo viernes estamos citados en Plasencia. Pero tenemos otro compromiso en el hospital. ¿Cómo compatibilizar ambos propósitos?

En eso estamos. ¿No hay dos sin tres o sin tres no hay dos?

13 de noviembre

Paso el día oteando mapas, previsiones meteorológicas, planes para los próximos días. Aquí no valen los versillos de Ramón de Campoamor: «En este mundo traidor / nada es verdad ni mentira / todo es según el color / del cristal con que se mira». Este relativismo elemental choca con la contundencia de la meteorología. ¿Qué hacer mañana? Sueño con la AEMET, pero me despiertan las dudas.

12 de noviembre

Hay días en los que no te dejan separarte del teléfono. Es tanto el ajetreo, y las consiguientes interrupciones, que lo que se va anotando en el Diario desaparece por el olvido de un requisito elemental: guardar lo escrito antes de cerrar la aplicación. Acabo de reconocer, al echar en falta lo que había redactado, que este era uno de esos días aturullados. Vendrán tiempos mejores, aunque cueste decir eso en vísperas de una nueva dana en la que lloverá sobre los destrozos de lo llovido. Como la vida misma o el olvido.

11 de noviembre

Me pongo en manos de un audiólogo recomendado y desconocido. Hay una diferencia radical respecto a mi anterior asesora: este habla bajito, aquella gritaba. ¿De quién me fío, si es obvio que carezco de criterio para resolver la duda? Por el contrario no me cabe el menor interrogante sobre el precio de los aparatitos. Cuestan un riñón. Me planteo si hacerme hacerme donante (de un riñón, claro), pero me dicen que es ilegal. Voy a preguntar a la presidenta de mi comunidad si eso impide mi libertad y y hasta la sacrosanta competencia.

10 de noviembre

Estoy pendiente de la previsión meteorológica para decidir qué rumbo tomar la próxima semana. Hay fechas en las que me gustaría acudir a tres lugares a la vez. Y no encuentro la manera. Hay algo que me marcó desde pequeñito: ¡quién fuera fray Escoba!

9 de noviembre

Como hoy no es el cumpleaños de nadie conocido (o que yo recuerde), una parte de la familia ha decidido celebrar el mío. Mañana, pasado, al otro, al siguiente, al de después… Demasiada competencia.

8 de noviembre

No pude participar en vivo y en directo en la reunión del jurado encargado de elegir los ganadores de los premios Alva, promovidos por la Deutz Bussines School, radicada en Zafra. Y lo sentí con dolor; entre otras razones, porque fue culpa de una lumbalgia intempestiva y sin antecedentes. Lo lamenté, de veras, porque la invitación me había llegado a través de alguien con quien siempre he querido colaborar. Ahora, el embolao lo tramó ella. Y me quedé a medias. Cubrimos la tarea, pero falló el directo. ¿Tendré una opción para el desquite?

Para colmo el Parador se ha empeñado en cobrar el alojamiento… y ahí solté el cabreo que me había producido la lumbalgia. Me salió la rabia.

7 de noviembre

Nada nuevo. Las elecciones en Estados Unidos y los efectos de la tragedia que ha asolado a cientos de miles de valencianos impiden reconocer otros asuntos de preocupación. Se bastan ellos para tenernos desolados. Los medios buscan explicaciones. Los ciudadanos, asideros para reencontrar una pizca de esperanza. Malos días. Malditos.

6 de noviembre

Lumbago. Habíamos previsto viajar a Zafra para formar parte de un jurado que iba a conceder los primeros premios Alva, impulsados por la  Fundación Deutz Business School. Todo estaba listo: reservado el hotel, preparada mi intervención, satisfecha la casualidad de un encuentro con F… Pero el destino se torció con la misma precipitación con la que había tratado de cortar las uñas de mis pies. Un chasquido, unas molestias crecientes, un dolor  insoportable, el reconocimiento de la lumbalgia, que no solo no remitía sino que avanzaba en dirección a lo insoportable. Tocaba deshacer lo preparado. Y lamentar… la voluntad de un aseo pedestre requeriente de retortijones. Por decirlo de alguna manera. 

Tras la tragedia de la Comunidad Valenciana y la victoria de Trump en las elecciones que afectan a buena parte del mundo, ¿qué menos que el lumbago?

5 de noviembre

Vamos a realizar una gestión en el hospital. Para no perder tiempo, A. se adelanta mientras busco aparcamiento. Como los trámites en este tipo de establecimientos suelen resultar lentos y variables, quedamos en comunicarnos por teléfono. Pero mi móvil descansa en casa. ¡Que haya suerte! Y la hubo, pese a la dificultad de encontrar aparcamiento. A. me esperaba en el hall de entrada.

De regreso a casa, la aplicación del supermercado que más frecuento me aparece bloqueada. Sugiere que acuda al super. Lo hago y aprovecho para comprar un par de cosillas. Luego acudo a la ventanilla donde se supone que van a restablecer el orden en mi teléfono. Advierto que el susodicho aparato ha vuelto a quedarse en casa. Adiós a la gestión.

Pienso. Va a ser cosa de inventar un teléfono fijo adosado a alguna parte del cuerpo. Con tal de que deje de tocar los cojones… En eso ando, tratando de evitar ese riesgo.

4 de noviembre

Descubro que Rómulo Gallegos publicó una novela que tituló Cantaclaro. Para mí ese era, y seguirá siendo, el seudónimo que utilizaba mi padre para firmar un comentario semanal en el programa de Deportes de Radio Juventud de Plasencia. Hará de ello tanto tiempo (casi siete décadas, acaso) que me avergüenza recordarlo.

Cantaclaro era la voz crítica de aquel espacio deportivo en el que mi padre hacía honor al pseudónimo y, en consecuencia, al anonimato. Alguna vez, algún amigo le saludaba por la calle con un «Buenas tardes, Cantaclaro». En ese o esos casos (tan solo recuerdo uno con cierta nitidez) la falta de respuesta nos hacía creer que solo unos pocos, muy pocos, compartíamos el secreto.

3 de noviembre

El rey debate con algunos damnificados, la reina parece conmocionada por la tragedia o el tumulto, el presidente de la Comunidad Valenciana se esconde al amparo regio, el presidente del Gobierno le sacan del tumulto después de haber recibido el golpe de un palo voluntario. No están los ánimos para reflexionar. El enojo es el principal argumento. La indignación anega la razón.  

2 de noviembre

Los voluntarios contra la catástrofe pueden añadir efectos catastróficos.  

1 de noviembre

Aún guardo en algún pequeño rincón de mi memoria el tono de las informaciones que la radio emitía, hace ya 68 años, para dar cuenta del desbordamiento del Turia a su paso por Valencia. 300 muertos entonces. La modificación del cauce del río que atravesaba la ciudad solo puede recordarse, a día de hoy, como una decisión razonable. ¿Qué será lo razonable ahora?

Las víctimas de esta nueva catástrofe merecen una seria reflexión sobre un problema que, más allá del cauce concreto del Turia a su paso por varias localidades valencianas densamente pobladas, no solo sigue vigente en buena parte de España sino que se ha visto reforzado por el descontrol climático que, desde entonces hasta ahora, hemos alimentado y engordado. 

El problema nos cerca. La amenaza afecta a las riberas del Mediterráneo y también a todos los lugares que, en aras del desarrollo o los intereses económicos, hemos ido «desarrollando». ¿Aprenderemos algo del escalofrío que recorre nuestro cuerpo al contemplar el desastre que nosotros mismos generamos o que, al menos, alimentamos?

Después de lo que se vive en estos días, y de lo que se vivirá en los próximos meses e incluso años, alguien debería estar redactando ya su despedida de los ámbitos de responsabilidad pública.

31 de octubre

La catástrofe humanitaria provocada por la dana en varios municipios valencianos sobrecoge. Las explicaciones de Núñez Feijó para culpabilizar al Gobierno de Pedro Sánchez repugnan. Dan vergüenza. No son días para ese tipo de disputas.

30 de octubre

La gravedad de las inundaciones en Valencia pone en evidencia el mayor de los absurdos del debate político. Esfuerzo inútil. La mayoría parlamentaria reduce la sesión parlamentaria a un único asunto: la nueva configuración del Consejo de Administración de RTVE. El PSOE pone sobre la mesa a algun/a candidato/a digno de toda sospecha: por su manera de entender el servicio público de la radiotelevisión y por su partidismo convicto y confeso. Tal vez esas anomalías justifiquen la precipitación. Un procedimiento, una vez más, despreciable. En unas circunstancias que aún lo hacen más repugnante.

Si hubieran prestado una mínima atención a los testimonios que llegaban desde los alrededores de Valencia, a sus señorías se les habría caído la cara de vergüenza mientras apretaban el botón desde su escaño. Peor aún: la magnitud de la catástrofe que ya insinúan las manifestaciones de algunos vecinos pone de manifiesto que la vergüenza les abandonó hace rato.

La radio ya anunciaba desde muchas horas antes la extraordinaria gravedad de la situación. Yo mismo tuve problemas para conciliar el sueño. Me los resolvió la interrupción del programa informativo cuando se puso a dar vueltas a la noria del deporte.

29 de octubre

Para quienes se refugian en el deporte y eluden sus responsabilidades sociales bajo el pretexto de que los mecanismos de participación reconocidos en la sociedad están corruptos, habría que advertirles de que solo el deporte concentra mayores niveles de corrupción y decepción que la propia actividad política.

Hay excepciones. Y conviene destacarlas. El último ejemplo lo hemos tenido en la entrega de los premios Balon de Oro a los mejores del año en el mundo del fútbol. Los dos personajes más laureados, Aitana Bonmatí y Rodrigo Hernández –con mención especial también para Jenny Hermoso– dieron una lección de deportividad  reivindicando valores superiores. Ellos representaron lo contrario a lo que abunda en los terrenos de juego. O en comportamientos tan despreciables como la pataleta caprichosa y prepotente del Real Madrid con su presidente como adalid.

28 de octubre

Llevo varios días obsesionado con el caso de Íñigo Errejón. Me desborda, me anonada. ¿Cómo sopreponerse a su infamia? ¿Cómo digerir su aberración? ¿Para qué sirven las palabras, incluso las que se envuelven en contundencia? ¿Cómo ignorar la hipocresía de quienes le odiaban por lo que pensaba y ahora festejan su depravación?La huella de esta infamia se va a extender en el tiempo y en el espacio. Y no siempre para defender derechos inalienables sino para obtener otros réditos. En cualquier caso, estos tipos se sentirán a cubierto de la réplica que merecen, porque el bochorno de quienes confiaron en Errejón no se podrán desprender de su flagrante error. Yo confieso.

27 de octubre

Acceder a La Cabra Jurdana, sita en la alquería de Cabezo, tiene su mérito, derivado de los riesgos de una carretera curvilínea y angosta. También la recompensa de una comida con un afán que aúna tradición y modernidad. Un restaurante adecuado para transformar una jornada cualquiera en día de fiesta. ¿Sin mayores pretensiones o con pretensiones mayores?

26 de octubre

Llegamos al molino. Comprobamos las averías provocadas por el afán de convertir los espacios naturales en infraestructuras desproporcionadas y ajenas a los usos tradicionales. La acequia que, regulada por una pequeña presa, encauzaba el agua para poner en movimiento la noria de la vieja almazara se amparó en el eufemismo de camino de uso agrícola, necesario para atender unos huertos inexistentes o diminutos. La coartada escondía, por ilegal, el suministro de agua a las viviendas que se han ido creando ilegalmente. Y así empezaron a transitar vehículos de muy diversa índole, cada vez más grandes y pesados, que han ido transformando el espacio agrícola en una especie de urbanizaciones aisladas y, como mínimo, alegales. Entre tanto, las máquinas han hecho su trabajo: han recortado el monte, han sustituido la acequia por caminos, las animales de carga por tractores o cuatroporcuatros o, si es menester, camiones y maquinaria pesada. Las construcciones tradicionales –entre ellas un lagar con cerca de 200 años de antigüedad– van sucumbiendo a la presión de las máquinas y al elevado costo de su supervivencia. Lo llaman desarrollo rural.

25 de octubre

Anteayer murió Ángel Sánchez. Me lo ha contó ayer su hija Laia. Con la emoción en los ojos le agradecí su llamada, porque implicaba que, a pesar de vernos muy poco, me seguía considerando su amigo. Para mí lo era, lo es y lo será ya para siempre. Ha sido un tipo formidable, afectuoso y honesto. Nos conocimos cuando él tenía trece años y yo once. Luego la vida, el trabajo y algunas aficiones compartidas nos hicieron compañeros del alma. Solo podía quererlo.

Y así, desde ayer, he ido pasando del Aspi al balonmano, de El Adelanto (Ansafu) a Talavera, de El Periódico de Catalunya a Arenas de San Pedro o Barcelona, a la presentación de «Esperanza»… Y las familias, la suya y la mía, ya diezmada.

24 de octubre

Acudo a un acto que preside la senadora María del Mar Blanco y pienso en su hermano asesinado por ETA y en cómo aquella barbarie marcó un punto de inflexión definitivo para llegar al final del terrorismo etarra. Yo mismo me sentí interpelado por aquel asesinato: el repudio adquirió la condición de absoluto y los matices que en muchos casos se añadían a la condena de la barbarie etarra dejaron de tener sentido. Solo el fin de ETA, consumado e irrevocable, ha llevado a la sociedad española a dar por concluido aquel periodo.

Por eso cabe lamentar que la familia Blanco, y en particular la senadora María del Mar, rehúse sumarse al reconocimiento de la plena victoria democrática. Eso he sentido al verla presidiendo el acto al que acudí en el Senado. Y he lamentado su tono tan beligerante contra la izquierda en general, la misma que trató de arropar a su familia en sus momentos más trágicos.

Se comprende que heridas tan bárbaras supuren un largo tiempo, pero hay que cuidar que la infección no se agigante hasta hacerla incurable. El riesgo consiste en que las víctimas sean doblemente víctimas; primero, del terrorismo; luego, de su propio empeño.

23 de octubre

Como si no hubiera sido suficiente derribar buena parte del muro de piedra que rodea al molino, alguien ha reincidido justo al lado de donde se llevó a cabo la reparación de aquel desaguisado. Hay señales que advierten que el derrumbe tampoco en esta ocasión ha sido imprevisible. Alguien ha intervenido de manera funesta, pero no cabe imaginar la casualidad. ¿Entonces?

Otras paradojas frente a la puerta del molino: donde surgió un meandro, ahora han levantado un desierto.

22 de octubre

Estoy rodeado por Paco Cerdá. Hace ya bastante tiempo leí y disfruté de Los últimos. Después coincidí con él en Montijo en unas jornadas auspiciadas por David Matías. Hace poco terminé y comenté con gozo su 14 de abril. Ahora mismo me encuentro en plena lectura de Presentes. En ésta me interrumpe y sorprende su artículo–entrevista con Martín Caparrós, cuya situación personal (enfermo de ELA) desconocía. Más allá del interés de cada caso me asalta una duda sobre la creación de un estilo propio y el riesgo de que el propio estilo avasalle al autor.

21 de octubre

Me parece más probable encontrar a un facha convertido en juez que a dar con lo que se supone que debe ser un juez. El oficio o confunde o pervierte: cuando la sociedad reconoce a alguien como garante de los derechos de los demás y él se lo cree, el afán se transforma en poder. Y ahí comienza el lío.

¿Y si resultara que los humanos no somos compatibles con la transparencia absoluta? ¿Y si resultara que la corrupción está anclada en el fondo de nuestra alma? ¿Dónde fijar los límites de la contradicción? ¿Existe la posibilidad de un responsable político, empresarial o académico absolutamente ejemplar? ¿Dónde fijar los limites?

20 de octubre

Acabo de leer el libro de un amigo, Paco Medina. No es un debutante. Tras su excelente trayectoria profesional como periodista, acarrea a sus espaldas buen número de publicaciones de muy diversa índole, en su mayoría relacionadas con su interés por asuntos tan complejos como las relaciones internacionales, los servicios secretos, el 23F… Algunos de ellos, puro periodismo de investigación y referencia imprescindible para comprender periodos o momentos decisivos de la historia española, y de todo lo que ha venido después, como 23F: La Verdad (Plaza y Janés 2006).

Retirado de esos menesteres periodísticos más o menos inmediatos, aunque en todo caso con repercusiones aún vigentes, Paco ha seguido explorando asuntos y géneros muy dispares. En ese ámbito hay que situar Qualia. A la búsqueda del DJ melancólico, una trama autoeditada y distribuida por Amazon en la que se entrecruzan el espionaje y el esoterismo, la intriga y la reflexión sobre la sociedad, las contradicciones latentes y los intereses enconados, la pugna por el poder y el desprecio a la naturaleza, los bajos fondos de la sociedad y la incapacidad para alumbrar un nuevo paradigma, el posthumanismo y el primitivismo, el género negro y el apocalíptico, la búsqueda de nuevas opciones individuales y colectivas entre modelos enfrentados, entre la razón, la ambición y la escatología. Sin rehuir algunas referencias a la actualidad, como la breve y postrera aparición de Benjamin Ben Netanyahu, tal vez para destacar que la ficción alimenta la realidad.

No se trata de una nueva narrativa sino de una intriga llevada al extremo para explicitar las contradicciones de realidades diversas y de análisis unívocos. ¿Muy complicado o muy complejo? Sobre todo, radical. Pero esa parece ser la opción de quien antes se movió entre las contradicciones de una realidad que, asumida como lógica o inherente al sistema, ahora deriva hacia la búsqueda del más allá de cualquier convención.

Hay que echarle valor para afrontar ese contubernio.

Para que el amigo del autor que suscribe este comentario pueda avalar su independencia de juicio, que conste una discrepancia: el escaso cuidado de la edición (¿cosas de amazon?). Y en el extremo opuesto, el sugerente diseño de la portada, obra de Salma Medina.

¿Cuál será, Paco, la próxima sorpresa?

19 de octubre

Vuelve Sabina. Tal cual. Y muy buenas compañías. Se puede comprobar aquí.

18 de octubre

He decidido jugar a la lotería. Solo persigo un objetivo: Crear una empresa que solo contrate a inmigrantes y, a ser posible, ilegales.

Estoy seguro de que sería rentable. No tanto para el promotor como para los trabajadores. Solo hay algo más difícil que me toque la lotería: que las leyes no impidan la iniciativa.

17 de octubre

La portada de Qalia. A la búsqueda del DJ melancólico, el último libro de Paco Medina, me pareció excelente a primera vista, la de su portada. Luego supe que la responsable no era otra que Salma Medina, y me alegró. Siguiendo la primera impresión –la que proponen la tipografía y el diseño de la publicación–, me parecieron encajar en un criterio de viejos progres: ese nunca fue un asunto de gran preocupación para los intelectuales del siglo pasado. Fue la primera impresión. La segunda, tanto por el título de la obra como por un simplismo barato, me llevó a prever que Paco no va a renunciar a estas alturas a sus propias reflexiones, lo que he llamado filosofía mediniana, que es cosa mayor, no mediana. En estos días trato de salir de las presunciones para entrar en las dudas.

16 de octubre

Me sorprende un dato en el que, pese a las referencias constantes de los medios de comunicación al último símbolo del genocidio contemporáneo, no había reparado. En Gaza habitan (tal vez, sería mejor decir habitaban) casi dos millones de personas en un territorio de apenas 360 kilómetros cuadrados. No puedo reprimir la comparación: en Las Hurdes, en 530 kilómetros cuadrados, habitan (en realidad, no llegan) 6.000 personas. Dos realidades tan dispares que no admiten comparaciones.

15 de octubre

Cien años de radio. Los celebra la Cadena SER con la recuperación de voces que marcaron parte de ese centenario. Aunque en algunos años trabajé en ese medio de comunicación (sobre todo, en la propia SER y en alguno de sus programas icónicos, como Hora25) e incluso lo hice muy cerca de algunos de los personajes a los que se rinde reconocimiento, los recuerdos me llevan a la más tierna infancia, a Plasencia, a la vivienda en que nací. En concreto, al cuarto de estar donde mis padres se retiraban al terminar cada jornada. A veces, para oír música. Otras, para escuchar al padre Venancio Marcos. Y en no pocas ocasiones, para atender a las noticias.

La radio de aquella casa era un aparato enorme, con un ojo mágico que ayudaba a sintonizar las emisoras. De allí surgían corridos y rancheras que interpretaba Manuel Aceves Mejía o los Partes que transmitían las consignas del franquismo y que estaban reservados a Radio Nacional de España, la cadena oficial en la que colaboraban varios familiares directos. Entre unas cosas y otras mi padre sintonizaba también con Radio España Independiente, a la que los asiduos denominaban La Pirenaica y en la que se hablaba de cosas que no entendía: manifestaciones, huelgas, protestas… 

Debía tener no más de siete u ocho años. Sin embargo, no he olvidado que muchas noches, coincidiendo tal vez con el momento en que mis padres apagaban aquel aparato enorme para ir a su dormitorio, cuando mi hermano mayor y yo ya dormíamos tras la cortina que separaba a la alcoba del cuarto de estar, yo veía (o soñaba) cómo por un lateral de la radio salían unos personajes diminutos: uno con sombrero negro, otro con una guitarra bajo el brazo, un tercero con una silla de enea, un cuarto de cantaor flamenco… Habían terminado su trabajo, finalizaba su función y se retiraban a descansar.

Aquel aparato de radio desapareció de mi vida a partir de los 10 años. Hasta los 15, más o menos. Entonces tuve derecho a habitación propia en el «Aspirantado», como llamaban entonces, al colegio Maestro Ávila de Salamanca. Nunca me lo expliqué, pero nadie me impidió colocar en mi habitáculo, al lado de la mesa de estudio, aquel enorme aparato y, para acceder a lo prohibido, una radio galena. Entonces aprendí a distinguir entre el Parte y la Pirenaica.

¿Se entiende así que la radio ha sido, desde siempre y para mí, algo mágico?

14 de octubre

Paso el día pendiente del suministro de gasoil a estas alturas imprescindible para  volver al molino. Hoy, tampoco lo han llevado. Y los accesos a los cortijos y a la caseta permanecen abiertos. No hay que alarmarse. Gente ajena ya entró en el recinto, pese a los candados cerrados. Una vez se llevaron juguetes. Otra, gasoil. Vaciaron el depósito. Me tranquilizo: en definitiva, el riesgo no depende de que el candado esté abierto o cerrado.

13 de octubre

El debate público se emponzoña a cada paso que unos y otros dan. Pero no hemos llegado al límite. La realidad nos demostrará que aún puede ser peor. Aunque parezca imposible, esa es la única previsión realista. Los ciudadanos reclaman en la calle una política decente de viviendas. Los responsables de proponer y desarrollar esas actuaciones –al menos, los más representativos– solo piensan en emponzoñar la convivencia: el hedor les anima. Se alegran cuando atisban mierda.

12 octubre

La fiesta nacional, pasada por agua. El abundante riego no podía eliminar la caspa que arrulla a esta celebración. Podría ser otra cosa, pero es lo que se ve. La celebración se reduce a un desfile militar y a una recepción para gente bien vestida y bien comida. Con lo que podría ser si asumiéramos una historia que, aunque repleta de contradicciones, nos invita a desear un mundo distinto.

11 de octubre

De un tiempo a esta parte estoy cumpliendo, siquiera formalmente, mi compromiso de incorporar a  este Lagar, de forma cotidiana, algún texto propio. La inmensa mayoría han ido a parar a este contenedor para nada selectivo –tampoco demasiado coherente– que es el Diario. Cumplo el expediente. Con peor o mejor fortuna. O de modo casi inevitable.

Las reflexiones sobre la vida colectiva y sus circunstancias, sobre el debate en torno a los asuntos públicos o, más concretamente, alrededor de la política, que abundaron en otras épocas, han ido espaciándose cada vez más. Por reiterativas, por cansinas e incluso por aberrantes. No hay visos de mejora. Al contrario, todo se contamina de falacias y vilezas. 

Crecimos soñando caminos. De la mano de Antonio Machado fuimos «cantando, viajero, / a lo largo del sendero», pero de aquellos deseos hemos el momento en que «la tarde más se oscurece; / y el camino que serpea / y débilmente blanquea / se enturbia y desaparece».

¿Un presagio?

10 de octubre

Termina un largo fin de semana o unas cortas vacaciones bajo la lluvia y el sonido bravío del río de Los Ángeles. Hemos resuelto algunas deficiencias que el tiempo alimenta, pero quedan otras para estar obligados a volver. Mi madre lo hubiera resumido: «no hay mal que por bien no venga». Visto así… no hay consuelo sin dolor. Ay, de aquellos sabios griegos. De Zenón de Citio p’alante o p’atrás. Según se mire.

9 de octubre

El pescadero que viene al pueblo miércoles y viernes demuestra buenas dosis de profesionalidad. Tambien de comerciante. Una vez me disertó sobre la frescura del  producto que él mismo selecciona: «A las cinco de la mañana estoy en Mercamadrid, que es la mayor pescadería de España. Y a las nueve aquí está el pescado, en Las Hurdes. En Madrid usted no consume un producto más fresco», repite a modo de slogan.

Esta mañana le he pedido una lubina. «¿Esta, por ejemplo?», me pregunta señalando la que tenía más a mano. «Quizás una un poco más pequeña», le respondo. «Son iguales. Como mucho, 50 gramos de diferencia», lo asegura mientras acude a la báscula con ambas piezas en la mano. La primera, 600 gramos. La segunda, 650. «»Ve lo que le he dicho?». Ya solo falta que esté buena. Se lo diré el viernes, si aún sigo en el pueblo.

8 de octubre

Parece que en las próximas horas va a llover con contundencia y contumacia. Así podremos comprobar los efectos de las reparaciones realizadas en la casa. Paciencia y calma.

7 de octubre

Me despierto esperando al fontanero. Se nos han acumulado los problemas y ha llegado el momento de poner remedio siquiera a alguno de ellos. La caldera de gasoil no calienta la casa, el calentador de butano envía resplandores de alarma, la tubería del riego estalló cuando menos se esperaba… Han sido días de zozobra, porque estas furias se presentan de improviso y, una vez desatadas, no encuentran un rápido remedio.

¿Durarán mucho los arreglos o será la incertidumbre lo único, en verdad, absolutamente cierto? Conclusión: llueve casi a cántaros.

El fontanero nos devuelve la sonrisa. Son 108 euros.

6 de octubre

Queda el recuerdo del cumpleaños de M. Aunque en diferido, la celebración llevaba implícito un compromiso de futuro (lo que seremos) con la memoria (lo que hemos sido). Una familia. A trompicones, si se quiere, pero con motivos para reír juntos, incluso en esos momentos que generan desasosiego o dudas. Esa es, porque no hay otra, la salida. Por eso andamos. echándonos de menos. Siquiera a ratos. Y el de ayer fue, en cualquier caso, de los buenos.

5 de octubre

Acabábamos de llegar a Nueva York procedentes de Lima. Viajábamos para presentar en la sede de Naciones Unidas el documental Perú sabe (la cocina, arma social). En el grupo se encontraban personajes reconocidos internacionalmente como Ferran Adrià, Gastón Acurio o el presidente de Telefónica para USA y el de Latinoamérica. El control de pasaportes, siempre pesado cuando no enojoso, me pareció bastante más ágil que los vividos en otras ocasiones… Hasta que llegó mi turno.

El funcionario aduanero observó el pasaporte, consultó los datos, hizo un par de preguntas sin sentido y optó por reclamar la presencia de otro interventor. Tras un incomprensible intercambio de opiniones, me apartaron de la cola. Retenido, aunque no detenido… todavía. Sin embargo, no lo pensé.

El segundo funcionario, blandiendo mi pasaporte con mi correspondiente visa USA, se perdió por el pasillo trasero de las innumerables cabinas, en dirección contraria al lugar donde se encontraban los compañeros de expedición observaban libres de sospecha. No era mi caso.

Dies minutos después, el interventor regresó sin mi pasaporte ni mi visa para conducirme a una sala desproporcionada. Me sentí en medio de una situación incomprensible, de un absurdo burocrático que legitima la sospecha, ejercido por quienes representan a una sociedad que se dice adalid de la libertad. Me hicieron sentarme en un banco del que, abrumado por la situación, ni siquiera pude concluir que fuera incómodo. Se negaron a responder a mis preguntas y, sobre todo, a mi perplejidad.

Al cabo de media hora el susodicho funcionario volvió con mi pasaporte en la mano. «Puede pasar». Sin más explicaciones. Sin el más mínimo gesto de excusa ante mí y ante la mayoría de los colegas que todavía aguardaban en el espacio reservado a los libres de toda sospecha. Alguien debió relacionar mi nombre con algún supuesto narco peruano o colombiano. Así lo supusimos. Pero solo era No con el director del documental que congregaba a aquel grupo de gente variopinta y unitariamente perpleja. Tuvimos que correr para llegar a la recepción que nos habían preparado.

Este episodio me lo ha recordado el inicio del comentario de Antonio Muñoz Molina titulado La pesadilla de los inocentes. Él, lo explica, ha vivido personalmente esa situación, esa perplejidad, esa impotencia: la de sentirte acusado por un detalle tan nimio como absurdo. El escritor ubetense añade: hay casos peores. Por ejemplo, cuando quienes detentan el poder no solo sospechan de ti sino que, a sabiendas de que se trata de una falsedad, fabrican las pruebas que te habrán de condenar impunemente. Ese fue el caso de Juan Clavero.

4 de octubre

El escritor israelí y artista polifacético Etgar Keret publica en El País una Carta a mi madre sobre el último año de Israel, cinco años después de que ella falleciera. Lo explica el propio Keret: «Me prometí que te escribiría cuando hubiera alguna buena noticia, cuando los rehenes volvieran a casa o, por lo menos, cuando cayera este horrible Gobierno de Netanyahu». No se ha cumplido la condición prefijada. No hubo buenas noticias, sino desgracias encadenadas, cada vez más deplorables. Entre tanta desgracia, en el último instante, el escritor encuentra un motivo de esperanza. Y de una profunda emoción. Cuando intuye lo que habrían hecho sus padres en este aciago momento: «mirar dentro de la oscuridad y la pesadumbre para encontrar un camino de luz lleno de esperanza».

3 de octubre

El oftalmólogo revisa su trabajo en mi ojo. Se muestra razonablemente satisfecho.

– ¿Y que falta para estar absolutamente satisfecho?

Sonríe. La visión de lejos, aunque un poco mejor en el ojo izquierdo que en el derecho, evita pensar en gafas nuevas.

– Para cerca, las va a necesitar sí o sí.

Recomienda que deje pasar unos días antes de ir a la óptica a medir el alcance de mi presbicia. Le muestro las que llevo colgadas del cuello.

– Si se arregla con esas, no malgaste el dinero.

2 de octubre

El paseo estaba nublado. Las aves no han celebrado mi paso con la efusividad de dos días atrás. Tan solo algunas palomas y otras pocas urracas picoteaban entre las ramas trituradas que ahora abonan la Dehesa. En este enorme recinto, otrora frecuentado por  mí con asiduidad, detecto ahora algunos cambios más ostensibles: la protección de amplias zonas cercadas para llevar a cabo nuevas plantaciones. Tal vez por ello, en esa parte de la Dehesa, cuando ya solo cabe recorrerla a pie, no me topo a ningún paseante. O tal vez sea que no por mucho madrugar amanece más temprano. 

1 de octubre

Recojo el coche del taller. Había decidido aprovechar este tiempo sin poder conducir para someterlo a una revisión ordinaria y, de paso, para que le pasaran una mano de chapa y pintura por las zonas más perjudicadas de la carrocería. Me lo han entregado antes de lo previsto y me ha parecido que estaba como nuevo, aunque el vehículo ya lleva caminados  375.000 kilómetros. 

Sin embargo, cuando lo he cogido he tenido la impresión de que está hecho un chaval. Cuando lo compré no pensé que este Prius podría ser el último de mi carreras –tras el 4latas, el Seat 124 y el Renault Laguna, sin incluir al Peugeot que puso a mi disposición RTVE en el tiempo que pasé por allí. Objetos que recorren una vida. Este último ya lleva conmigo 14 años. 

30 de septiembre

He vuelto a recorrer un buen trecho de la Dehesa Vieja y he tenido la oportunidad de saludar a un gentío de pájaros bulliciosos que, a la vista de cómo escapaban de mis proximidades, no parecían echarme de menos.

Vivir al lado –o si se prefiere, al otro lado– de la hilera de casas que fija los límites del territorio urbano invita a valorar la preservación de este espacio formidable que linda con la congestión asfáltica de Sanse. Se notan los cuidados de un terreno que trata de hacer honor a su naturaleza, pródiga en una vegetación de influencias mediterráneas.

El asfalto queda tan lejos como el transeúnte desee. Aunque el 75 por ciento de este municipio es rural, muchos vecinos solo pueden pensar en la autopista que conduce a Madrid y a sus alrededores, porque allí transcurre su jornada laboral, que deja poco tiempo a la vida.

Me ha reconfortado el paseo. Doblemente: por el paseo en sí y por el privilegio de poder practicarlo. Regreso a casa y, aún sudoroso –aunque no mucho, porque mis pasos no alcanzan el trote; camino al paso–, me llama A. para ratificar algo de lo que ya me había advertido un tercero: está celosa por su aparición en este diario a cuentagotas.

La próxima vez que venga a Sanse la voy a llevar a la Dehesa. A echar la tarde, si el tiempo, como hoy, invita. Buscaremos sorpresas dignas de recoger este diario. Y de que repita en este apartado del Lagar. Ella conoce, y bien, el lagar original.

29 de septiembre

Hacía mucho tiempo que no tocaban migas. Desde mayo, por lo menos. Podíamos festejar la vuelta al cole o, mejor, todo lo que desde entonces ha merecido la pena. Hay motivos, por algunos baches previos.

28 de septiembre

Me proveo de algunos libros que tenía pendientes. De Sergio del Molino, de Paco Cerdá, de Juan Tallón y de Nuria Pérez (este entra de regalo). Este diario ahora tiene nuevos competidores. Aunque estos, más que retar, suman. Casi seguro.

En los últimos días he dedicado tiempo y nostalgia a El ruido y la furia, unas Conversaciones con Manuel Vázquez Montalbán desde el planeta de los simios que José Colmeiro mantuvo con el periodista, escritor, pensador que marcó mi empeño en ejercer el periodismo dede un planteamiento que aspiraba a una coherencia heterogénea. Nada mejor que encontrar a una referencia tan excepcional. Para seguir aprendiendo. Todavía.

27 de septiembre

Como no puedo leer de cerca, aprovecho la visita bimestral al peluquero (UOMO se denomina el establecimiento. Para que no quepan dudas, supongo) para conversar sobre fotografías. Me da pie la reproducción en blanco y negro de un establecimiento de similares características, aunque con mayor número de operarios, que preside el espacio. Lo asociaba a primera vista con alguna película de cine clásico, pero los tatuajes y el peinado del peluquero mayor imponían un tiempo mucho más cercano. Mi tocayo me saca de duda: es una peluquería de Amsterdam y la foto no tendrá más de veinte años. Se trata de un establecimiento singular, que organiza actividades múltiples: cursos, libros, conferencias, conciertos…, y donde el corte de pelo más simple puede costar 70 euros. Terminada la faena, acudo a abonar el servicio peliqueril. Mi tocayo me devuelve a la realidad:

– Son 12 euros, como siempre.

Le devuelvo una sonrisa, esta vez más sincera que de costumbre:

– Hasta la próxima.

26 de septiembre

Hace unos días reconocía en una conversación con un amigo aún más desencantado que yo que solo tengo una razón para seguir votando cada vez que se convocan unos elecciones. Me la da, día tras día, sin excepción, el Partido Popular. A la vista de sus propuestas y reacciones solo me parece razonable votar contra él.

25 de septiembre

Se me aparece esta cita de Umberto Eco en Facebook:

«Es una tontería pensar que tienes que leer todos los libros que compras, ya que es una tontería criticar a aquellos que compran más libros de lo que nunca podrán leer. Sería como decir que debes usar todos los cubiertos o gafas o destornilladores o taladros que compraste antes de comprar nuevos.
«Hay cosas en la vida que siempre necesitamos tener un montón de suministros, incluso si solo usaremos una pequeña porción.
«Si, por ejemplo, consideramos los libros como medicina, entendemos que es bueno tener muchos en casa y no unos pocos: cuando quieres sentirte mejor, entonces vas al ‘armario de medicina’ y eliges un libro. No uno al azar, sino el libro correcto para ese momento. ¡Es por eso que siempre debes tener una opción nutricional!
«Aquellos que compran sólo un libro, lean sólo ese y luego se deshacen de él. Simplemente aplican la mentalidad de consumidor a los libros, es decir, los consideran un producto de consumo, un bien. Los que aman los libros saben que un libro es cualquier cosa menos una mercancía.»

Leído lo cual me tranquilizo al mirar algunos rincones de mis estanterías. Sin embargo, sigo pensando que algún día tendré que tomar decisiones traumáticas.

24 de septiembre

Al actual rector de la Universidad de Salamanca lo eligieron por mayoría los doctores del Alma Mater salmanticense, pese al palmario fraude en que basaba su currículo. Autocitas a millares e incluso a centenares de millares que el claustro asumió con una complicidad cuasi delictiva. Ahora, cuando desde el ámbito académico extrasalmantino se pone de manifiesto lo evidente, la repercusión no debería limitarse a la destitución del rector sino también a la de cuantos le eligieron. Aún más: las manos de la mayoría de quienes le votaron están sucias. Las de quiene se abstuvieron no están limpias.

Salmantica docet. Pero ¿qué?

23 de septiembre

El papel que en España cumple el bar como elemento aglutinador de las comunidades rurales, en Noruega lo hace el periódico. El análisis lo formula Cristóbal: un tipo joven, chileno, noruego, español y, sobre todo, inteligente, inquieto, conversador. Desarrolla una tesis doctoral sobre el periodismo en ámbitos rurales en España y en Noruega. Un análisis comparativo, que confronta dos realidades tan distintas como distantes. Una conversación apasionante. Quedamos en hacer algo juntos. Veremos.

22 de septiembre

Cada vez me interesan más las opiniones, los comentarios o las columnas que, abordando cuestiones de interés general, escapan de las referencias concretas del momento o el debate público y se afanan en bucear en registros más amplios que inviten a adentrarse en perspectivas complejas. Ayer me interesó la reflexión de Antonio Muñoz Molina Los maestros macabros. Hoy, la de Irene Vallejo La vieja crueldad presume de juventud. Desde la cultura y el pensamiento, la literatura y la filosofía, se entiende lo que pasa de manera más cierta y más compleja que a través de los editoriales al uso o la columnas de los tutólogos que en su momento definió Giuseppe Richieri.

21 de septiembre

Nunca falla. Cada 21 de septiembre me despierto con una nota en el buzón de correo. Es de Gabi. No tiene a quién felicitar en esta fecha, pero comparte la alegría de los recuerdos compartidos por amigos y antiguos compañeros. Tambien conmigo. Y eso hace que este cumpleaños de quien ya no puede cumplirlos me resulte festivo. Porque siempre hay algún motivo para el orgullo y la sonrisa.

20 de septiembre

Eso de morir con las botas puestas no me parece tanto un motivo de orgullo como un empeño poco práctico. Solo sirve para complicar, siquiera levemente, los trámite funerarios a los familiares o amigos del finado. Sin las botas puestas se ahorran molestias. No obstante, de vez en cuando me asalta la idea de inventar algo para hacerme creer que aún podría ejercer de periodista. Es decir, de calzarme las botas para pensar que aún estoy en condiciones de caminar.

19 de septiembre

Mi hipocondria se manifiesta de múltiples maneras. A esa multitud se ha sumado en estos días una que me ha resultado sorprendente. Concluyo que mi trslados al hospital en los últimos meses han coincidido con la pérdida de objetos importantes. Hace un par de meses dejé en el taxi al representante de mi mundo exterior: el móvil. Ayer, dejé en el taxi (otro) a las representantes de mi mundo interior: las llaves de casa. ¿La próxima? No sé cómo o dónde ocurrirá, pero temo que esta carrera no ha hecho más que empezar…

18 de septiembre

Intervención de cataratas. Esta vez le toca al ojo izquierdo. Voy a lo sabido, aunque, sin saber por qué, más nervioso que cuando la operación afectó al ojo derecho. ¿Razones ideológicas? No lo descarto: tras la primera intervención la visión diestra mejoró mucho. Por consiguiente, el reto de la siniestra se ha acrecentado. ¡Qué presión!

17 de septiembre

Tras la excursión hurdana encuentro a M. bastante más tranquila que en los días precedentes. Da gusto estar a su lado.

16 de septiembre

Reunión en el Centro de Documentación. Nueva directora. Ella debe ser, a partir de ahora, la impulsora del Mapa Emocional. Su formación es adecuada (antropología y magisterio). También lo parece su actitud, prudente y atenta. El problema radica en el plazo de su contrato (muy corto) y, sobre todo, en su conocimiento de la comarca (limitado, por decir algo). La próxima entrevista añadirá mayor información.

15 de septiembre

La conversación con E. se interrumpe. Intento la rellamada y observo que me he quedado sin cobertura. Ni teléfono, ni wasap, ni correo, ni las conexiones imprescindibles para pagar en el restaurante o ver un partido de fútbol. Aislamiento absoluto.

Tengo asuntos graves pendientes. Busco a alguien que, abonado a otro operador, me preste su aparato. Todos están a oscuras. No tengo más remedio que coger el coche y salir del pueblo. Dentro de la comarca no encuentro solución. Fuera, sí. Treinta kilómetros para 30 segundos. Ocho horas después el teléfono repica las llamadas acumuladas. Ni una explicación.

14 de septiembre

La procesión del Cristo nos atasca. Pasan ante nosotros muchas mujeres con mantones bordados. Al final, casi de la mano, el alcalde y ­–oh, sorpresa– el obispo. Inconfundible por con su mitra reluciente. No hay manera de evitar una mirada muy atrás.

13 de septiembre

Salimos de Madrid a ritmo de contrarreloj. Nos espera una reunión en el molino que tiene fijado su horario. Llegamos a tiempo y la conversación hurdana compensa con creces el acelerón. Estamos, tal vez, ante la última oportunidad para sacar adelante el Mapa Emocional de Las Hurdes. Ha pasado mucho tiempo y acumulado demasiados desencantos, pero el tono de la conversación anima a apurar esta última oportunidad.

12 de septiembre

Un día para darle vueltas a la cabeza, pero no para reseñar los numerosos interrogantes que van surgiendo. A veces la vida te asalta a contrapié. La jornada finaliza con un entrenamiento del cancerbero D. Al cabo de la práctica, repite, entusiasmado, u porcentaje: 3 penaltis parado de lo 4 que le lanzaron. Orgullo de guardameta y buen  escudo contra el miedo.

11 de septiembre

La semana pasada tuve (no puedo decir que alojé) a un inquilino en el molino. Se aposentaba de día y se fugaba de noche. A A. no le gustaba su presencia, pese a que el bicho en nuestras horas hábiles permanecía recluido en un rincón de una especie de zulo de acceso reducido.

Antes de cerrar por unos días el lagar tramé una celada. El sus horas de actividad –o sea, de noche– cubrí con una lona la reja de acceso al zulo. No he vuelto a verlo. Pero hoy, después de leer la entrevista a Orly Razgour en El País, si vuelvo a encontrarme con el inquilino, trataré de negociar con él: si permanece tranquilo y no cría, retiraré la lona y solo le molestaré en caso de necesidad.

10 de septiembre

Ayer me invitaron a participar esta mañana en el acto de presentación del Mapa de la Comunicación en el Mundo Rural. Y allí me fui. Presidió el acto –sin necesidad de subirse al escenario– la vicepresidenta tercera del Gobierno, Teresa Ribera, junto a –ellos sí subieron– el secretario general para el reto democrático, Francesc Boye, y el periodista Manuel Campo Vidal.

Me dieron tres minutos, pero me tuve que prepararlo demasiado: me sabía la lección. Y aproveché para reclamar atención a la asociación AlmaHurdes y al Mapa Emocional de Las Hurdes al que hemos dedicado todo nuestro empeño en los dos últimos años. No les debió parecer mal nuestra iniciativa. Al menos, así lo manifestaron. Abrieron puertas. Pero habrá que ver si al otro lado hay algo más que las palabras, palabras, palabras… que ya hemos escuchado en otros salones.

9 de septiembre

50 euros por ir ligero. Camino de Granada me pilló un radar a 110 kilómetros por hora. La velocidad estaba limitada a 100. No quise alegar que viajaba por una obra de misericordia, porque el código no admite excusas absurdas. Así que me aplico a descifrar la herramienta digital de la DGT, me descuento el 50% de la sanción por pronto pago (si no, habría pringado 100) y me exijo estar más atento a las señales acústicas que emite el coche para delatar a las maquinas que te acechan. Hacía mucho tiempo, pero mucho, sin infracciones por carrera en la carretera.

8 de septiembre

Por razones diversas esta fecha la celebran los extremeños y los salmantinos. No guardo recuerdos por ese motivo de los lugares que explican buena parte de lo que he sido. La fiesta no ha sido mi sitio.

7 de septiembre

Cumpleaños de alguien a quien se le olvidó responder. De o demás ni hablamos. Me cuesta entender el silencio, pero lo respeto sin necesidad de explicaciones; menos aún, de reproches. La vida está llena de momentos. Y a ellos, lo que fueron alguna vez felices, me aferro. O sea, qye sin decir nada, lo celebro.

6 de septiembre

S. y M. han ayudado estos días a limpiar el molino.

Llegaron hace tres años a Tenerife desde Guinea–Conakry. En cayuco. 19 días en barco. Desde allí, a Sevilla; luego, a Lleida, y ahora (hace más de un año) a Las Hurdes. Trabajan en los olivos o en la construcción. Lo que les sale, que no es mucho. Lo que les mandan. Impresiona su esfuerzo. Emociona su silencio.

A S. le gusta el fútbol. Pero solo lo practica en algún rato. No puede hacerlo oficialmente. No está federado. Son clandestinos, ilegales  incluso para el ocio o para hacer simplemente lo que casi nadie quiere.

No me atrevo a dar sus nombres. Alguien podría denunciarlos. Por tratar, simplemente, de vivir.

Me niego a olvidarlos.

5 de septiembre

Despedimos el verano hurdano en una reunión muy reducida. De madrugada, al borde de la despedida, el teléfono anuncia a M. una muerte intempestiva, inasumible. Dolor y asombro. El abrazo final no alcanza a aliviar el desgarro de la tragedia, casual e inexplicable.

4 de septiembre

Vuelve el curso a las ondas. Las cadenas de radio –como los periódicos e incluso la meteorología, pese a su creciente desvarío– abren la nueva temporada convencidas de que el todo cambia, nada permanece que proclamó Heráclito es una obligación, aunque en realidad el aforismo solo a unas pocas circunstancias y a ninguna de las esencias. O sea, que en el fondo más valdría afirmar que «nada cambia, todo permanece» para resumir de qué va o vuelve la vaina. Es lo que tiene aferrarse a la actividad política como el origen y el término de la acción cívica, de las obligaciones políticas y de otros cuentos chinos manoseados con aromas de estercolero.

Ustedes disculpen, profetas de las ondas.

MIentras tanto, las obras no paran. Lo urgente ha dado paso a lo imprevisto. Del presupuesto al «dios dirá». Y en eso estamos.

Los dos jóvenes guineanos que trabajan en el molino me cuentan su peripecia: llegaron a Tenerife en cayuco hace tres años. Luego, fueron a Sevilla. Y de allí, a Lleida. Ahora recalan, cuando pueden, en otras lejanías. Tienen 20 y 23 años. Encuentran trabajos de carga, pero solo a ratos, sin regulación posible; se divierten a veces jugando al fútbol, pero no pueden compartir entrenamientos o partidos por carecer de licencia federativa. Viven de alquiler. Trabajan –por lo que visto– con denuedo. Admirables. Necesitan más y mejor empleo. Esperan alguna buena noticia de su abogado. Pero lo dicen sin convicción. Con resignación. La misma que puede tener cualquier ciudadano español cuando lo asaltan estas realidades, incluso cuando es mero observador.

Esto sí es importante. Pero avanzamos en dirección contraria.

3 de septiembre

Se han sumado a las obras del molino M. y S. dos chavales de raza negra que llegaron a Las Hurdes aún no sé cómo. Otros, de su misma raza, lo hicieron a través del Centro de Menores. No siempre se los ha recibido bien más allá de los límites del centro. Alguna vez nos hemos planteado hacer algo para proteger los derechos de estos chavales, amenazados muchas veces por las habladurías de algunos.

¿Y si nos propusiéramos promover una publicación sobre los otros hurdanos? Porque aquí, en esta tierra tan dura y a tenor de las tareas que se les encomiendan, parecen ser los más hurdanos de los hurdanos. 

¿Cuánto cobrarán M. y S. por lo que están haciendo?

2 de septiembre

Obras en el molino para protegerlo de las riadas que vendrán. Existen precedentes que ocasionaron desperfectos, algún desaguisado y una cierta sensación de inseguridad, que, pese a todo, no desaparecerá.

Por otra parte, la temporada radiofónica marca el inicio de la temporada política. Nos aguardan severas expectativas. La peor de todas, el encono, la sinrazón, las banderías… No pasa nada por dedicar el día a las obras que nos protegerán –amén, Jesús– de la tormenta.

1 de septiembre

Lo que escribí al respecto de este día desapareció dentro de las tripas del editor de texto. Ni me acuerdo de qué se trataba,

31 de agosto

Tres libros a la vez y no estar loco. Se trata, dicho sea en mi descargo, de una anomalía. En plenas vacaciones me ha dado por simultanear la lectura de tres textos muy ajenos entre sí.

Los cuentos de Elvira Navarro agrupados en torno a uno de ellos, La isla de los conejos; la narración sobre el 14 de abril, de Paco Cèrdá, que se había traspapelado en el alboroto de libros que ya no puedo ubicar en su lugar correspondiente por sobresaturación (exceso de ejemplares en espacio disponible) y La desigualdad en España, una obra que sigue los pasos de Thomas Piketty, centrada en la realidad española y fundamental para comprender y dimensional la que me parece cuestión central de la sociedad en general y, particularmente en la española.

La diferencia radical de esta tríada me resulta no solo llevadera sino enriquecedora, aunque extraña respecto de mis hábitos unidireccionales. No hay interferencias entre la imaginación, la ira y la impotencia que evoca cada uno de los volúmenes que simultaneo.

30 de agosto

Reivindicación del pastor presencial. Mi amigo D. encontró en el pastoreo digital una fórmula que le permitía atender las responsabilidades inherentes a su oficio y el noble propósito de recuperar la cabra hurdana, símbolo de la propia comarca. Sin prisas, pero con eficacia, desplegó una serie de iniciativas que reforzaban su propósito. No solo era posible, sino cierto.

Sin poner puertas al campo, D. consiguió marcar el territorio donde cada día pastan sus cabras. El pastoreo digital facilitaba su plena dedicación a las tareas propias de su empleo y el control de una afición cada vez más satisfactoria. Pero bastaron cuatro días de vacaciones, la celebración de una boda familiar a cientos de kilómetros y el adelanto de las lunas parideras (a saber qué es eso) para que las preñadas soltaran a sus crías repentinamente y los animales del bosque acabaran con la vida de los cabritos y las cabritas recién paridas e incluso con la salud de las madres.

A D. lo encontramos en el monte en pleno disgusto. No había ira. Tampoco consuelo. Las putas lunas. Y me dio por pensar que el pastoreo digital requiere aún mayor eficiencia y un grado de sensibilidad que aún no es programable. ¡Ánimo, D.!

29 de agosto

Hay lecturas que alertan de lo que se nos viene encima. Tomo nota de unos párrafos de Baumgartner, la última novela de Paul Auster publicada en vida del autor. Podría resumirse en «lo que la bragueta esconde y lo que la bragueta enseña». Nadie está libre…

28 de agosto

Encuentro en La Isla. Recuerdos: aquellos baños infantiles y algunos juveniles, aún más inolvidables. Gonzalo Hidalgo Bayal nos los había devuelto a la memoria en su última novela, Arde ya la yedra.  Esta vez el encuentro fue estrictamente familiar. Con la doble MA + A. El calor resultó soportable y la charla larga y serena con cierta melancolía memorialista.

27 de agosto

Nos visita una arquitecta que reivindica la aportación de los viejos oficios de la albañilería para las construcciones contemporáneas; en particular, en el ámbito rural, donde aún se encuentran personas que han aprendido el oficio con los recursos más próximos y naturales. La acompaña Sergio, que intervino en la reconstrucción del viejo lagar y del edificio contiguo. A ella e interesan algunos aspectos de la restauración del molino y discrepa de determinados criterios que se aplicaron en la rehabilitación que le salvó de su ruina. La charla resultó interesante. Aunque cada cual siguió rumiando su propia cantinela.

26 de agosto

Cuando llegamos a la Comandancia del instituto armado (así se decía en las antiguas crónicas) de Caminomorisco, la Guardia Cilvil ya estaba al cabo de la calle. La regenta del bazar había llamado al cuartelillo y el funcionario que acudió a la cita estaba aparcando en el lugar donde acabábamos de dejar nuestro vehículo. Él nos explicó lo ocurrido.

Hace cuatro meses acudimos al Bazar para adquirir un par de productos: un spray antiavispas y unas cajas para guardar viejos cds. Pagamos con la tarjeta bancaria, pero, ya fuere por culpa de la mala cobertura de la red o por el mal estado del datáfano, la orden de pago no llegó al banco. Y el error pasó desapercibido para nosotros, pero no por una regenta con acreditada solvencia como fisonomista.

El pollo que montó la regenta en nuestra ingenua visita anterior no admitía excusas, pero los hechos le daban la razón. De ahí a tratarnos como robaperas de veinte euros que no advirtieron el fallo del datáfono del banco…

A. ha hecho votos de no volver jamás a visitar el bazar. Para su satisfacción, el empleado del establecimiento asegura que los pollos de la regenta con sus clientes forman parte del paisaje cotidiano. También hay que reconocer su mérito: memoria y tenacidad. La podía emplear contra la banca o la tecnología, y no contra unos incautos veraneantes… Sus gritos y el castellano que farfullea desquician no solo a los incautos, como nosotros, sino también a los posibles delincuentes. En el bazar no hay dobermans. Se basta la señora.

25 de agosto

Llueva, truene o relampampucee; sea domingo, miércoles o fiesta de guardar, la pensión llega puntualmente, sin excepción alguna, a la cuenta del beneficiario que soy yo.

Tanta puntualidad cambia las referencias: no llega la pensión por ser 25, sino que es 25 porque llega la pensión.

24 de agosto

Acudimos al cuartel de la Guardia Civil. Nadie responde. Ni es hora ni es fecha adecuada.

Hace un par de dìas, en el bazar del pueblo que gobierna, al parecer, una mujer china, tratamos de adquirir unas gafas de agua con las que evitar en lo posible el contacto de los ojos con el cloro de la piscina. La regenta acude a nuestro encuentro visiblemente enojada. Se trata de una mujer menuda que grita estentóreamente. A duras penas conseguimos entender su reclamación: el pago de algo que, según ella, en otro momento nos llevamos del bazar sin pagar. Según dice (o eso entendimos), eludimos el pago  porque no había conexión en la red para el pago electrónico y nos fiaron porque quedamos en volver para abonar lo adeudado.

La bronca fue creciendo y tratamos de salir del atolladero. Es decir, salir del bazar. La mujer se interponía advirtiéndonos de que nos tenía grabados en el teléfono, de que pagáramos y de que acudiría la policía y a la Guardia Civil. En medio del griterío alcanzamos el coche para iniciar la huida. Entonces observamos que la mujer grababa al vehículo mientras seguía amenazándonos.

Hemos acudido a dar cuenta a la Guardia Civil del incidente. Por si acaso. Pero la institución cierra al público muchas horas e incluso varios días de la semana. Fuimos el jueves, pero hasta el lunes no habrá opción .

Entre tanto, necesitábamos cosas del bazar. Pero ¿quién acude al avispero?

23 de agosto

Los Galis se despiden del Molino por esta temporada. Antes lo hicieron los SS. Vienen para que, luego, los echemos más… de menos. Vuelve el silencio. Y permanece un murciélago que vigila el zulo y se ha sumado a la familia.

22 de agosto

Del molino a Sanse. Ayer, ida; hoy, vuelta. La visita del médico. Para que constatase la sordera. Como una tapia.me autodiagnostiqué. Más o menos.

Los especialistas se limitaron a constatar la sordera. No hubo aspavientos. A fin de cuentas, la llevo catorce años a rastras. Lo asegura mi historial insonoro emitido y guardado por la sanidad publica y que yo no recordaba. La evolución obliga a mirarla (lo de los ojos es otra historia) con benevolencia. Camina a paso lento, sin prisas.

21 de agosto

En estos días me puede la presión de escribir, siquiera unas líneas, cada día. Pero temo que lo escrito bajo ese compromiso carezca no solo de enjundia sino también de interés, que sea una obligación asumida sin el afán de elevar la rutina de cada día a un instante merecedor de la reflexión o, al menos, de una sonrisa.

20 de agosto

JL habría cumplido hoy 77 años. Podríamos haber comido un arroz con conejo. O haber hecho un homenaje gaditano, siempre pendiente, al atún de almadraba.

La fecha nos invita a celebrar un cumpleaños ya cumplido, el de M. Y lo hacemos en El moral de Las Hurdes. Disfrutamos..

19 de agosto

El derribo de un muro puede abrir otras puertas.

El tránsito de vehículos pesados por el camino abierto al lado mismo del Molino acabó por derribar una parte importante del muro de piedra exterior de los cortijos donde otrora los propietarios de la almazara depositaban sus aceitunas. Responsabilizamos a los usuarios habituales de la pista, pero sin elevar la protesta a ninguna instancia más allá de alguna queja en conversaciones con personas allegados. El disgusto y la protesta se quedaban dentro de casa.

Una tarde, ya anochecido, de repente, una voz pidió que abriéramos la puerta. Era la vecina de la finca de nuestros males. Traía un cubo de frutos de su huerto y nos pareció una señal de buena voluntad. Lo agradecimos.

Cuando dos días después acudimos a devolverles el cubo, tras haber degustado con satisfacción los tomates, las berenjenas y los pimientos de aquel gesto de buena voluntad, surgió una conversación digna de recordar. Fue el vecino quien planteó el problema del muro, asumiendo, si no la plena responsabilidad material del desaguisado (a fin de cuentas los camiones destructores habían sido contratados) , sí una responsabilidad indirecta. Y lo hizo ofreciéndose a abonar el 50% de los costes de reparación del muro y a ampliar el acceso a su finca mediante el derribo de algunos bloques de piedra que faciliten la maniobra de los vehículos alejándolos del muro derruido.

Las soluciones que ofreció el vecino habían formado parte de nuestras disquisiciones cada vez que buscábamos soluciones para evitar la repetición de nuevas catástrofes. Pero fue él quien las expuso abiertamente. Y ese hecho nos pareció mucho más que un gesto de buena voluntad. Más que digno de respeto y aprecio.

Los tomates y las berenjenas así saben mejor. No son sobras.

18 de agosto

F. Dicho y hecho. Hasta la próxima.

Hoy es día festivo. No por ser domingo, sino por ser día de cumpleaños. E incluso de santos. El teléfono aguarda.

17 de agosto

Los hados no colaboran. Cuando había empezado a cumplir mi penitencia de algo nuevo (por escrito) cada día o, si se quiere, cada 24 horas, ¡zas!, los hados impiden dejar constancia de la seriedad de mi empeño. Debe ser que conocen bien mi tenacidad intermitente en este tipo de compromisos o que se trata de un virus tan oculto como indeseable. Lo siento por F., mi lector indesmayable, mi particular vigilante y mi desfacedor de entuertos. Ahí se lo dejo.

16 de agosto

Comida en Castellanos de Moriscos. Un clásico con piscina de geometría (entiéndase como concurrencia) variable. Con una novedad emocionante. Se llama Izel y dicen que significa “única” aunque a haya llegado a una turba para la que algunos buscan un logotipo tatuable.

15 de agosto

Me despierto haciendo números:

De casa a Sauceda: 297 kilómetros – 3 horas y 28 minutos

De casa a Villares: 236 kilómetros – 2 horas y 18 minutos

De Villares a Sauceda: 145 kilómetros – 1 hora y 44 minutos

Opción 1. Casa – Sauceda  – Villares – Sauceda: 587 kms. – 5 horas y 24 minutos.

Opción 2. Casa – Villares – Sauceda: 381 kms: – 4 horas y 2 minutos.

Después de tantos números ridículos evoco los versos de Machado:

Yo voy soñando caminos
de la tarde. ¡Las colinas
doradas, los verdes pinos,
las polvorientas encinas!…
¿Adónde el camino irá?
Yo voy cantando, viajero
a lo largo del sendero…
-la tarde cayendo está-.

14 de agosto

El calor afecta a las neuronas. En esa situación me aferro a un compromiso: incorporar cada día –llueva, truene o relampampucee– un comentario en este diario o, al menos, en el Lagar que lo acoge. Siquiera un par de líneas al día o veinticuatro palabras cada veinticuatro horas. No es mucho.

Por ejemplo, hoy:

Solicito al hospital donde me operaron de una catarata en el ojo derecho que me confirmen la cita para hacer lo propio en el izquierdo. Me responden con gran rapidez, pero me prorrogan la fecha que me habían anunciado. Aún así añaden: “Le recordamos que es orientativo, ya que tienen preferencia las operaciones de primeros ojos; dado que en su caso sería el segundo es posible que se demore más”.

A falta de mejor remedio, asumo la explicación y añado que, una vez resuelto el problema del segundo ojo, prometo dejar lo del tercero para el mismísimo juicio final.

24 de julio

Escucho a una maestra, al borde de la jubilación, que relata, emocionada, a través de la radio, uno de los momentos más felices de su vida. Fue un día al terminar el curso: una de sus alumnas se acercó a su mesa y le entregó un ramo de flores que escondía una dedicatoria en la que la profesora destacó una frase: “Nunca olvidaré que usted me enseñó a amar la ciencia”.

La maestra añadió algo tal vez anecdótico. En aquel curso tuvo seis alumnas sobresalientes; cuatro eran de origen chino.

Yo, sin ser chino –en algún momento de mi vida, me habría gustado ser negro–, también tuve un maestro que me enseñó a amar las ciencias, la reflexión y la gramática. Le he recordado siempre y le he agradecido en público y en privado lo mucho que le debo. Lo reconozco cada vez que he mirado atrás y lo he explicitado cada vez que me han invitado a mirar en el espejo mi propio desarrollo personal. Un par de veces he dejado alguna referencia a don Demetrio en esta bitácora.

Me enseñó mucho y, sobre todo, estimuló sobremanera el interés por averiguar y entender. En horas extras nos enseñó mecanografía sin máquinas donde escribir, sino sobre un cartón en el que, el primer día de clase, calcamos un teclado. Nos enseñó taquigrafía, aún no sé para qué, e incluso francés, en una época en la que al gabacho se le miraba con profundas reticencias. Me hizo saber lo que aprendía y, sobre todo, me hizo comprender los límites de los conocimientos que nos proponía; es decir, a buscar más allá sin necesidad de vara de castaño sino con la persuasión de quien te respeta.

Sin don Demetrio Álvarez no puedo explicar el rumbo o los rumbos de mi vida. Sin él no hubiera podido aprovechar las oportunidades que vinieron después: desde el colegio salmantino en el que me fui haciendo adulto hasta las elecciones profesionales en las que me aventuré y de las que he disfrutado.

Conste. Yo también tuve un maestro… que animó mi vida.

23 de julio

Encuentro entre mis notas manuscritas, las que escribo para no olvidar, estas dos citas:

“Así es como se acaba el mundo, no con una explosión, sino con un gemido”. T.S. Elliot.

«Lo contrario de la vida no es la muerte, sino el miedo». (Jesús Carrasco. Elogio de las manos).

Leídas así, sin contexto, ¿sirven esas anotaciones para algo? Es lo que suele ocurrir cuando se confunde el ingenio con el rigor. Por ejemplo.

25 de abril

Grándola Vila Morena. Desde aquel día, hace 50 años, ¿cuántas veces hubiéramos preferido ser portugueses? Joan Manuel Serrat y Xosé Afonso nos ilusionaron con la música de una terra da fraternidade. Siempre hay motivos para celebrarlo. Entre tantos desengaños.

24 de abril

Joan Manuel Serrat, premio princesa de Asturias de las Artes. Gracias a él hoy puede ser un gran día. No por la persona en cuyo nombre se otorga, sino por quien lo recibe.

17 de abril

Tal día como hoy (no voy a repetir la última entrada en este diario, porque este es otro día) mi madre habría cumplido cien años. De sus últimos tiempos recuerdo momentos formidables; sobre todo, cuando empezó a sentirse débil y tuvo tiempo para mostrarse cariñosa, tal vez porque antes no tuvo hueco para caricias.

Recuerdo también algunos silencios.

Tengo grabado un reproche que aún me hago, propio de un adolescente con más ímpetu que discernimiento. Estábamos en la cocina. Ella fregaba la loza. Yo debía estar de vacaciones. Me contó que papá la había reñido, seguramente de manera impetuosa, por algo que nos afectaba. Mi pregunta surgió a bocajarro: «¿Por qué no te separas, mamá?». El silencio resultó atronador. Nunca me arrepentiré lo suficiente. De ser tan imbécil.

Tal vez desde entonces empecé a querer, de verdad, a mi padre y a mi madre. A la fiera  paterna por su capacidad para la ternura. A los silencios de «la madre» por su absoluta dedicación a lo importante.

¡Qué pena no habérselo dicho lo suficiente!

11 de marzo

Tal día como hoy, hace ya veinte años, me desperté preocupado. Tenía que desarrollar unos asuntos urgentes relacionados con el trabajo que por hache o por be no acababa de rematar. Madrugué. Decidí quedarme en casa, porque los imprevistos cotidianos de una redacción de Informativos, como la de aquel momento la de Telecinco, crecen a medida que avanzan las horas. Y por una vez, para no distraerme, dejé apagada la radio.

“Si me quedo en casa, en un par de horas dejo el asunto resuelto”. O eso pensé, o así me justifiqué después. Para concentrarme en la tarea mantuve apagada la radio y así conseguí actualizar el informe que traía entre manos y del que me iba a olvidar para siempre. Bajé al garaje, cogí el coche y… la noticia me estalló antes de llevar a la calle. Era el 11M.

No tuve tiempo de justificar mi demora. El director de informativos me abordó en las escaleras. “Vete al control y no te muevas de allí. Vamos hablando”.

El despliegue de la redacción ya estaba en marcha. La emisión en directo había comenzado unos minutos antes. ¿Qué había pasado?, nos preguntábamos, pero apenas alcanzábamos a ver lo que veíamos. Sin salir del estupor requeríamos explicaciones. No había tiempo para las conjeturas. ¿Cómo pedir tranquilidad, ordenar el aluvión de imágenes y testimonios, coordinar a los reporteros distribuidos por muy diferentes puntos de Madrid, a valorar las imágenes más brutales, los testimonios de la barbarie…?

La redacción trabajaba en todos los frentes. A media mañana, me sorprendió una llamada del delegado en El País Vasco, un periodista excepcional.

– Estás en el control, ¿verdad? Ni de coña. No es ETA. No es ETA. He hablado con mucha gente. No es.

Avanzada la tarde la advertencia empezaba tomar cuerpo, mientras la obcecación y la presión del Gobierno no cejaba. El coche de Leganés, los versos del Corán. Cada nuevo elemento, provocaba la misma consigna oficial. Es ETA. Mantuvimos el equilibrio en aquel torbellino emocional sobre el que se precipitaban las presiones. Tanto dolor y tan pocos escrúpulos. ¡Qué vergüenza! Algunos responsables, al horror, añadieron la indecencia.

Sin embargo, aquel día tuvimos la convicción de que el ejercicio del periodismo puede merecer la pena. En solidaridad con quienes más padecen.

29 de febrero

¿No había otra manera de organizar el tiempo que poner un día más al calendario cada cuatro años? ¿Un día raro. Una especie de absceso crónico.

26 de febrero

Para una vez que me salgo de la rutina cotidiana y acudo a un acto social público, a alguien se le ocurre sacar una fotografía en la que aparezco junto al embajador ruso en España. ¡En un acto protagonizado por Josep Borrell!

¿Estoy en riesgo? De haberlo sabido no habría aplaudido. Es verdad que lo hizo todo el mundo, salvo, precisamente, las dos personas que tuve delante. Luego lo supe: ellos eran la delegación rusa observadora del acto.

En un momento de su intervención, entre bromas –que, visto lo visto eran de veras–, Borrell envió un saludo –de viva voz, pero también con gestos mano en alto– a los agentes rusos que podrían estar tomando nota de sus comentarios. Mis vecinos no respondieron; parecían ajenos a la charla, aunque con el móvil en marcha –el jefe de la legación– y con papel y boli –su asistente-.

Ellos fueron la excepción, los únicos que eludieron el aplauso que parecía obligado. Por mera discreción, supongo, también evitaron ponerse en pie al concluir la charla. Pasado el alboroto, enfilaron la salida.

Una vez descubierta la identidad del vecindario, lamento haberme adherido al aplauso general, que consideré más razonable que rutinario. De haberlo sabido, podría haber aprovechado para preguntar a mis vecinos si se habían sentido aludidos en algún momento de la charla o por qué no habían respondido al saludo expreso de Borrell.

Para entretenerme.

18 de febrero

Ya es definitivo. Esta mañana he encontrado en la cristalera del local de Fortunato un cartel de grandes dimensiones que acaba con cualquier atisbo de esperanza. «LOCAL DISPONIBLE». Ya solo queda anular mi suscripción al periódico en papel en los fines de semana. No hay recambio en mis alrededores y, sobre todo, no siento el afán de encontrarlo.

Fortu merecía formar parte del formidable catálogo de personales de Luis Landero. Perdida la esperanza del doble encuentro semanal, sábados y domingos, echo en falta el «afán»  que transmitían el novelista y el quiosquero.

12 de febrero

Estos tiempos parecen hechos no tanto para el acuerdo como para la discrepancia. En el camino se ha perdido cualquier referencia indiscutible. Sin embargo, sí existen referencias necesarias. Para algunos, por ejemplo, El País puede ser una de ellas, aunque esa condición no le exima de críticas severas y profundas discrepancias. Obviamente. Con sus editoriales, por ejemplo. Sin embargo, aún le queda una trayectoria (pese a alguna etapa lamentable) que puede esgrimir en su defensa.

Sobre todo, porque, a diferencia de lo que otros hicieron y hacen, ha tratado de su empeño no ha consistido en “llevar al límite y poner el riesgo el Estado con tal de terminar con él” (el entonces presidente González)”, como Ansón, uno de los miembros de aquel Sindicato del Crimen, ha referido en diversas ocasiones. O en presionar al poder judicial, como explica otro ansonazo: “Sin duda… los medios reaccionaron atizando algunas situaciones para erosionar a González. Fue una operación de acoso y derribo. Desde una labor crítica normal no se conseguía desalojar a González del poder. Fue necesario poner en riesgo la tranquilidad del Estado.”

¿Cómo se mirará al futuro así que pasen otros 25 años? Para empezar: ¿habrá periódicos?¿Quién le contará a mis descendientes qué fue de ellos? Estoy seguro de que no los echarán de menos. Menos aún, al quiosquero.

7 de febrero

Mi quiosquero no se recupera. Un folio pegado al cristal explica que el local está «Cerrado por enfermedad», pero en la panadería próxima me aseguraron, hace ya varios meses, que había sufrido una caída y habían tenido que hospitalizarlo. A través de los cristales del local se puede observar que el establecimiento ha sido vaciado al completo. Ya no queda rastro algunos de aquellas pilas de libros, periódicos, bolígrafos, juguetes, materiales de oficina y chucherías.

Acudo de vez en cuando al lugar con la esperanza de reencontrar a mi último quiosquero. Su presencia, los breves diálogos de fines de semana, la bonhomía de un hombre pausado y sensato, siempre afectuoso… se habían hecho más importantes que el periódico.

Estoy a punto de darme por vencido. Sin él voy a dar por finiquitado el periódico en papel. Seguiré como suscriptor del digital con formato analógico, aun convencido de que se trata de un remedo, de un sucedáneo. Pero lo haré, sobre todo, porque cada fin de semana me evocará a Fortunato.

Lo aprecié sin necesidad de conocerlo. Bastaban los saludos y alguna conversación casual mientras registraba mi suscripción en el lector de tarjetas. Le gustaba descartar la frase consabida, pero siempre se despedía con un deseo:

– Que tenga un buen dia.

1 de febrero

La última función hoy ya es memoria. Ayer llegó a las librerías. A partir de hoy podré hablar de este postrer relato de Luis Landero. Postrer, por el momento. Eso espero.

31 de enero

«Tengo sueño y hambre. ¡Me voy a comer una cama!». ¿Lógica? ¿Ironía? ¿Sentido común? Lo dijo G., que aún no ha cumplido tres años.

26 de enero

No me había reído tanto… Para ser más exacto, no me había reído con tanto estruendo, a carcajadas, en un acto tan íntimo como la lectura de un libro. La culpa es de Eduardo Mendoza y sus divertidos Tres enigmas para la Organización. Reservo los comentarios literarios para otro momento y otro lugar. Pero ya puedo adelantar que, si se trata de reír, la invitación está servida.

24 de enero

Leo una reseña amplia y documentada sobre el último libro de Luis Landero, titulado, no sé con qué intenciones, La última función. Me echo a correr hacia la librería. De paso, incorporaré el que acaba de publicar Eduardo Mendoza, Tres enigmas para la Organización. Media misión cumplida. El de Landero no estará disponible hasta el día 31. El de Mendoza ya está en casa. Casi prefiero la inversión del orden preestablecido.

22 de enero

Se me ocurrió en mitad del sueño. Surgió por casualidad. La cita con la ITV me obligaba a estar pendiente del reloj. Me desvelé. Y así, entre el duermevela y el desvelo, se me ocurrió el juego. Construir frases muy breves a partir de estos criterios: cinco palabras de cuatro letras con las mismas consonantes pero con con la primera vocal diferente. Y así surgieron:

  • Cogíamos el carro para llegar al curro y, al subir al cerro, bajo los cirros, jugábamos al corro.
  • Acuso a Celso del caso del occiso en el coso.
  • La mara mira una mera mora en la mura.
  • Pura pira para ir por la pera
  • Con el cuño y el caño, ¡coño!, ciño el ceño.
  • Como el puto pato: pito, poto y peto. (La puta pata pita, pota y peta. Por este orden).
  • Sin lago en el logo de Lugo, ni lego ni ligo.
  • Muto el mito: meto moto y mato.
  • En su ruta la rata Rita, primero, reta y, luego, rota.
  • La losa lusa, aunque parece lisa, es lasa y lesa.
  • La mala mela mola a la mula de Mlla.

Por ahora.

20 de enero

La frase, de Ítalo Calvino, invita a reflexionar: «Una ciudad no existe si alguien no la escribe». Si, en lugar de «ciudad», hablara de «comarca», ¿podríamos decir que eso es lo que da sentido a AlmaHurdes?

¿Las jornadas de La Mestas en 2013, el documental Tierra con alma en 2015,  la exposición y el libro Tierra de Mujeres en 2019, el periódico SomosHurdes en 2020, el Mapa Emocional en 2023… no pretenden, sobre todo, “reconocer” a las Hurdes y tratar de extender su identidad y su legado?

Frente a quienes abogan por la normalización de la comarca o quienes reducen sus valores a tópicos típicos, a AlmaHurdes le mueve el ánimo íntimo y esdrújulo de la comarca. ¿Un esfuerzo inútil, apenas con-sentido?

A modo de conclusión, parafraseando a José Oliver, la cultura no consiste en el recuerdo de lo antiguo sino en aquello en lo que nos reconocemos: “el alma y el espíritu; o sea, una manera de ser, como decía Alberti”.

(Publicado en almahurdes.com. Trata de explicar un empeño de muchos años que apenas puedo explicar el porqué).

18 de enero

Los científicos tienen constancia de que el universo ya ha cumplido, como poco, 400 millones de años. O sea, que nos pongamos como nos pongamos, nos hemos perdido todo, porque decir “casi todo” solo expone nuestra insignificancia… Y sin embargo…

– Carpe diem.

Aunque sea un rato.

11 de enero

Me invitaron a participar en un programa sobre Olga Viza. No lo dudé. Sin embargo, esta mañana, al concluir la grabación, tuve la impresión de que no me gustará verme en la pantalla. Siempre he creído que se vive mucho mejor detrás de la cámara. En mi caso los focos destruyen la autoestima. Pero el motivo no admitía dudas.

6 de enero

«La diferencia entre que compres la entrada para ir a un musical y que te la regalen los Reyes es que la de los Reyes te sale gratis».

Lo dijo D. sin inmutarse.

– ¡Pues eso!, comenté.

Los padres prefirieron mirar hacia otro lado. Había quedado muy claro. Irrefutable.

3 de enero

Y al tercer día se fastidiaron los buenos propósitos. El sistema operativo de este Lagar ha debido envejecer por la falta de uso y ahora me impide añadir nuevas entradas. Los elementos acabaron con la Armada Invencible, pero más se perdió en Cuba. Me remito a otro dicho no menos socorrido de aquella prehistoria: «el Peñón de Gibraltar lo robaron los ingleses y mi abuela, de coraje, puso mangas a un chaleco». En ello estoy.

2 de enero

Este era el día en que José Luis se empeñaba cada año en felicitarme por mi santo. Solo él se acordaba de esta fecha o, al menos, era el único que había decidido fijarla en su propio calendario. Una y otra vez le advertía de que «el dulce nombre de Jesús» era una antigualla y que hasta la propia Iglesia lo había convertido en una fiesta movible: que se acomodaba al primer domingo de cada año entre el 2 y el 5 de enero. O sea, que ya era suficiente el jolgorio de estas fechas para añadirle la del «dulce nombre». A José Luis le importaba un pito la liturgia y no fallaba. Más aún, le enorgullecía su rebeldía contra el santoral. Ganó la batalla. Cada 2 de enero lo recuerdo.

1 de enero

De buenos propósitos están llenos… Mi madre se refería a los cementerios. Y yo lo he trasladado a este Lagar: cada nuevo año constato, sobre todo, las ausencias y los silencios. Temo que, una vez más, se impondrá el vacío o, al menos, los agujeros que provocan tantas dudas como desidias. Por eso, al comenzar este 2024, solo digo que ¡veremos!

 

 

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