Alertas: esto es lo que hay

«Hace tiempo, cuando aún tenía entre cuarenta y tantos y cincuenta y pocos años, empezó a observar que muchos de sus amigos y colegas de más edad se olvidaban de subirse la cremallera después de ir al servicio, los de pelo blanco que tenían entre setenta y cinco y ochenta, y volvían tranquilamente a su asiento en la mesa del restaurante ajenos a la puerta abierta del cobertizo justo debajo del cinturón. Al principio a Baumgartner le parecían graciosos esos lapsus inocuos. Luego, además de hacerle gracia le daban pena. Después, tristeza y ninguna gracia, porque ya había visto suficientes para comprender que la bragueta abierta es el principio del fin, el primer paso en el camino cuesta abajo hasta el fondo del mundo. Ahora que ha empezado a ocurrirle a él –cuatro veces en las últimas dos semanas–, se pregunta dentro de cuántos meses o años pasará a ser miembro de pleno derecho del club.

«Nada que hacer, piensa, nada en absoluto. La pérdida de memoria a corto plazo forma inevitablemente parte de hacerse viejo, y si no es olvidarse de subirse la cremallera, es ir a registrar la casa en busca de las gafas de lectura mientras las llevas en la mano, o bajar a realizar dos pequeñas tareas, coger un libro del salón y servirse un vaso de zumo en la cocina para luego volver a la planta de arriba con el zumo pero no con el libro, o si no con nada, porque una tercera cosa te ha distraído en la planta baja y has vuelto arriba con las manos vacías y habiendo olvidado para qué bajaste en un principio».

(Fragmento textual de Baumgartner (Seix Barral, 2014), de Paul Auster, la última novela del autor norteamericano publicada en vida de su artífice.

 

Artículo anteriorUn refugio más allá de la muerte
Artículo siguienteUna narrativa contundente, sin tregua