
Junts va a acabar con el catalanismo. Al menos, con el catalanismo que defienden y alientan muchos ciudadanos y no pocos grupos sociales y políticos de dentro y fuera de Catalunya.
La actitud ex–convergente, ahora inseparable de la de su estrafalario líder, repugna. Sus plantes reiterativos al Parlamento español ya no desconciertan. Solo indignan. Y sin embargo, ese es paradójicamente su alimento.
Hubo momentos en el que la cuestión era «la pela», pero de un tiempo a esta parte el problema radica en la insolencia de su máximo portavoz y del coro que le aplaude o le subraya.
La respuesta requiere la solidaridad de la gran mayoría de las personas y de todos los territorios de España.
Junts ha decidido ejercer como problema: bloquean sin descanso ni reparos los asuntos colectivos en aras de su propio ombligo. El nacionalismo, siempre de derechas, aquí se ha convertido en un desafío contra todos. Y espanta. Así no hay quien conviva, porque la connivencia impide la convivencia.
¿Por qué la sociedad catalana no lo expresa de una vez y sin ambages?
