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Trump ha secuestrado el debate y la agenda públicas. Todo gira en torno a la barbarie que expande. Cada día, con más adeptos, aunque importe menos cuántos le secundan que a cuántos condiciona. Porque nos afecta a todos.
El riesgo mayor consiste precisamente en aceptar esa realidad como inevitable, en reducir la acción a la búsqueda de contrapuntos o contrapesos. Lo que urge es armar una lógica a favor de la ciudadanía y de la convivencia, de la igualdad y del derecho, de la solidaridad y la esperanza.
Sin esa ilusión o esas expectativas Trump y su grupete de amigos habrán vencido definitivamente. Lo vemos ya en un debate expropiado por la ultraderecha y en la actitud defensiva de quienes tienen la responsabilidad de alentar expectativas auténticas. Lo dijo Gabriel Celaya y lo cantamos con Paco ibáñez.
Porque vivimos a golpes, porque a penas si nos dejan
decir que somos quien somos, nuestros cantares no pueden ser sin pecado un adorno. Estamos tocando el fondo.Eran tiempos también muy difíciles, en los que pudimos alentar cierta esperanza. Y ahora, ¿cabe esa posibilidad? Contémosla. Cantémosla.
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