
«Miel». Valeria Golino, 2013
Con una amplísima trayectoria como actriz, desde su debut en los primeros años ochenta, Valeria Golino (Rain Man, 1987; La puta del rey, 1990; Leaving Las Vegas, 1995; Caos calmo, 2008) se sitúa por primera vez al otro lado de la cámara para contar la historia de Irene, una joven de aspecto agradable, informal, ligeramente andrógino, que se dedica a facilitar a moribundos que lo soliciten un compuesto químico que los ayuda a morir rápidamente, sin dolor y acompañados de sus familiares, si lo desean. Sólo tienen que seguir al pie de la letra sus instrucciones, dejar firmada una declaración de que lo han hecho ellos solos, por propia voluntad… y abonar la elevada suma que la protagonista –que para esas tareas utiliza el nombre de Miel, que da título a la película– cobra por sus servicios. Claro, que entre estos está –de forma un tanto incomprensible– desplazarse a México para adquirir un preparado químico destinado a los perros, además de seguir un complicado ritual para hacerlo todo menos desagradable, elegir la música y otros detalles que desea el enfermo y no dejar huella alguna de su intervención en el asunto.
No quedan muy claros, tampoco, los motivos que han llevado a Irene a desempeñar tan particular ocupación, aunque unas borrosas imágenes con su madre, fallecida diez años atrás, parecen apuntar a algún trauma anterior. Ni cuáles son los principios últimos que rigen la actividad de ese pequeño grupo al que pertenece, aunque ella enumera algunos en su relación con diversos enfermos o familiares. Sí se especifica que el dinero no es el móvil de sus acciones, y que ella se limita a ayudar a enfermos terminales, no a personas sanas que deseen suicidarse.
Ese va a ser el núcleo dramático de la película. Porque Irene/Miel tropezará pronto, por indicación oscura de sus compañeros, con Carlo Grimaldi, un hombre mayor, fumador empedernido pero sin riesgo inmediato de muerte, que después de haber recogido el producto letal y antes de consumirlo le confiesa que está harto de todo, desengañado de la vida y que desea morir poco más que por hastío. El conflicto de conciencia que atenaza entonces a la protagonista va a ocupar la parte fundamental del metraje, salpicado de pasajes de su vida particular, quizá con la idea de demostrar que se trata de una persona ‘normal’, como cualquier otra, no movida por intereses espurios.
Sorprende, ante todo, que una persona que ha dedicado media vida a la interpretación, como Valeria Golino, inicie su carrera de directora, no con una película autobiográfica o por lo menos autorreferente, en plan ‘cine de autor’, ni con el socorrido recurso a alguno de los géneros en boga, sino con un planteamiento directo, crudo y con pocas concesiones, sobre un tema espinoso, de absoluta actualidad y tan polémico como el del derecho a la muerte asistida o a morir dignamente. Algo que entre nosotros hicieron hace ya unos años Alejandro Amenábar, en la aclamada y sobrevalorada Mar adentro (2004) y, antes y de manera más sobria y eficaz, Roberto Bodegas en Condenado a vivir (2001), ambas sobre la trágica y conocida peripecia de Ramón Sampedro.
Pero sorprende también, y no se sabe si por una ambigüedad calculada o quizá por la bisoñez de la directora, el confuso desenlace del filme, en el que no se llega a detectar con claridad la postura global de la obra frente al decisivo problema que ha propuesto. A favor de la segunda hipótesis juegan los pequeños errores que salpican el desarrollo, el afán efectista que lleva a abusar de los primeros planos y otros recursos enfáticos, el deficiente dibujo de algunos personajes secundarios y, en consecuencia, del sentido que aportan a la acción, o la abrupta resolución de varias de las subtramas, que complican innecesariamente el desarrollo. Pero hay que subrayar también que Miel tiene méritos sobresalientes, empezando por la espléndida interpretación de su protagonista, Jasmine Trinca (La habitación del hijo, 2001; La mejor juventud, 2003; Manual de amor, 2005), bien acompañada por Carlo Cecchi como Carlo Grimaldi, y siguiendo, sobre todo, por el ya citado valor de la directora para enfrentarse a un tema de tanta relevancia y que despierta reacciones tan dispares. Habrá que esperar con interés sus próximas creaciones.
Título original: «Miele». Dirección: Valeria Golino. Guion: Valeria Golino, Francesca Marciano y Valia Santella, sobre la novela de Mauro Covacich, «A nome tuo». Fotografía: Gergely Poharnok, en color. Montaje: Giogiò Franchini. Música: Piezas clásicas y contemporáneas. Intérpretes: Jasmine Trinca (Irene/Miel), Carlo Cecchi (Carlo Grimaldi), Libero de Rienzo (Rocco), Vinicio Marchioni (Stefano), Iaia Forte (Clelia), Roberto de Francesco (Filippo), Barbara Ronchi (Sandra), Claudio Guain (Ennio). Producción: Buena Onda y Les Films des Tournelles (Italia y Francia, 2013). Duración: 95 minutos.
Para leer otras críticas de cine pulse aquí.
