A favor de los matices incluso en lo más firme

El debate público encuentra claves que en buena medida se antojan irrefutables dentro de amplios sectores sociales. Esa aparente uniformidad sectorial puede ocultar una amplia variedad de perspectivas o matices y avalar tabúes o descalificaciones en aras de unas reivindicaciones que excluyen los detalles. Ocurre, por ejemplo, en asuntos relacionados con el feminismo, la inmigración e incluso la igualdad de derechos.

Uno de los últimos asuntos en los que esta realidad se ha puesto de manifiesto tiene relación con el caso Errejón. Todos los intervinientes en el debate (los todos que merecen mi atención en este caso) han optado por una descalificación que desborda el ámbito de de la moralidad para extenderse por el de la estricta legalidad.

Por eso tiene tanto interés el artículo de Ana Iris Simón publicado en El País y titulado Errejón, yo sí te creo en el que propone una crítica rigurosa y sutil, merecedora de atención e incluso de confrontación. Abordar los matices se convierte así en un ejercicio imprescindible para afrontar los aspectos aparentemente más complejos e incuestionables.

«¿Deseamos acabar con la presunción de inocencia? ¿Queremos que se instaure una justicia paralela en redes y medios? ¿Es deseable —siquiera posible— impartir justicia a partir del “solo sí es sí”? ¿Es positivo que en una misma palabra (agresión) quepan el beso de Luis Rubiales y una violación grupal? ¿Celebrar una práctica inquisitorial —el señalamiento y la quema en plaza pública— no echa por tierra el trabajo de quienes consiguieron recursos y protocolos legales específicos para las víctimas de abusos? ¿Podemos llevarnos las manos a la cabeza con los bulos mientras publicamos denuncias de usuarios cuya identidad desconocemos? ¿El que lo personal fuera político implicaba abolir la intimidad?».

La aportación de Ana Iris Simón requiere trascender la apariencia. Su actitud sencilla y casi ingenua en el contexto de la ruralidad descrita en Feria confronta, cada vez más, con sus reflexiones sabáticas, por la complejidad e incluso la independencia de sus criterios. En esta ocasión, por ejemplo, obliga a un ejercicio de reflexión contra los códigos reiterativos de bienpensantes como el que suscribe.

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