
Notas para cuando sea menester:
Entrevistan a José Álvarez Junco en La Razón. Eso en sí mismo es ya una noticia. Un hombre ecuánime acepta la invitación de una guarida de justicieros.
Les dice:
- “Las naciones existen pero solo en la mente de la gente”.
- “Las naciones son comunidades imaginarias”.
- “El nacionalismo es útil. ¿Para quién? Para las élites nacionalistas, para los que quieren gobernar un territorio en nombre de la nación”.
A propósito del mismo tema Lluis Bassets escribe en El País «Las naciones no existen». Con estos argumentos:
«Solo a los dioses les es dado tan precaria e inasible forma de vida, susceptible ante todas las dudas, pero enraizada en los corazones por una fe dogmática y expresada públicamente en el fervor de los símbolos, banderas, himnos y monumentos.
«¿Nación política? En tal formulación se materializa la única existencia objetiva que pueda tener tan evanescente idea. Para cubrir el libre pacto entre ciudadanos conformes en la aceptación de una ley común que les constituye como comunidad humana. No necesitan nada más, ni origen, ni religión, ni lengua compartida, solo un territorio donde vivir y unas reglas aceptadas por todos».
«Pocas son, quizás ninguna, las que se resignan a tal estatuto, tan libre. Quizás menos todavía las que lo alcanzan, precisamente porque es el de la libertad. Todas quieren solidificar su vida colectiva en las emociones y los sentimientos, especialmente el de identidad, con frecuencia sublimado como una existencia gloriosa, excepcional y única, superior incluso a cualquier otra. Somos distintos y mejores. Tenemos más derechos. El humilde patriotismo ciudadano y republicano queda relegado por los instintos de exclusión y de supremacismo. No hay nación que se afirme como tal sin negar a otra, con frecuencia la más próxima y vecina».
«Esa idea tiene poco más de dos siglos, pero parece eterna, fijada en los cielos como si fuera un dios, quizás porque las naciones se cuentan entre los últimos dioses».
Conviene no perder de vista estos argumentos. Por lo pasado y lo venidero.
