
Ha cambiado el paisaje. El invierno que convierte la vegetación en esqueletos a veces trama sorpresas en la madrugada. Al amanecer, nos despierta el brillo plácido de la nieve. Esta mañana los perros no ladran y en la casa reina una tranquilidad cálida.
En el silencio resuena un eco cervantino:
“Nadie es más que otro, si no hace más que otro”.
Al cabo de unas horas cambia el mensaje:
“Quien quiere, pueda; quien puede, quiera”.
El susurro anima.
