«Nightcrawler». Dan Gilroy, 2013
Louis Bloom es un ladrón de chatarra que busca trabajo en Los Angeles y descubre de pronto que puede ganarse la vida grabando imágenes de accidentes, crímenes y otros sucesos nocturnos, y vendiéndolas a alguna cadena de televisión local. Sin tener idea del oficio, pero dispuesto a aprender como sea, provisto de una cámara rudimentaria y un receptor que le permite captar las emisoras de la policía y los bomberos, merodea por la inmensa ciudad y sus alrededores en busca de ocasiones para anticiparse a los profesionales e incluso a los propios servicios públicos.
Convencido de su valía como emprendedor, y estimulado por algún curso o manual que dice haber seguido, lo que le proporciona una verborrea incontenible sobre las condiciones del éxito profesional, poco a poco va mejorando su posición y se permite contratar –es un decir: sin sueldo, como uno de nuestros becarios, y a plena disposición, no sólo de las circunstancias del trabajo, sino de los caprichos del jefe– al joven Rick, inmigrante sin techo obligado a aceptar lo que sea para poder sobrevivir.
La película narra de forma eficaz el ascenso de un arribista sin límites que, partiendo de la más absoluta miseria, intenta llegar al lugar privilegiado que el sueño estadounidense promete a quien se esfuerce lo suficiente y carezca de escrúpulos como para detenerse en su camino por alguna causa justa. Algo que también entre nosotros conocemos muy bien, dada la frecuencia con que albañiles sin recursos, por ejemplo, han llegado a ser implacables promotores inmobiliarios dispuestos a todo, y en especial a explotar a sus trabajadores en venganza psicópata por lo que ellos sufrieron cuando lo eran…
Sin embargo, en el camino de Lou Bloom hacia el triunfo profesional no sólo importan sus peripecias cada vez más complicadas y ambiciosas, sino también y quizá sobre todo sus relaciones con dos personajes de los que depende su trayectoria: el ya citado Rick, a quien exprime sin piedad, disfrazando su inhumana opresión con insufribles discursos sobre todo lo divino y lo humano, pero siempre que sirva a sus objetivos, y Nina, la editora de noticias de televisión a quien empieza a vender sus grabaciones y que lo espolea constantemente para que vaya cada vez más lejos en el terreno de lo morboso. Lou intenta seducirla –y ese es quizá el flanco más débil y reiterativo de la película–, pero en realidad quiere apoyarse en ella para trepar sin descanso. Y Nina –bella, madura y expresiva Rene Russo–, siempre amenazada en su puesto por el veredicto implacable de los datos de audiencia, le pide cada vez más en esa escalada de violencia, presidida por el lema «la sangre vende» y en constante pugna con los responsables de la cadena, dispuestos a comerciar con cualquier basura pero preocupados por no traspasar los límites de lo legal y caer en un conflicto de imprevisibles consecuencias. De hecho, las intervenciones de los policías que persiguen las irregularidades –y hasta posibles delitos– cometidos por el imparable Lou en busca de imágenes de impacto, son lo más intrigante y a la vez fallido de la cinta.
Con todos esos datos, Nightcrawler –el «merodeador nocturno»– funciona como crónica fría y lúcida, a la vez del trepador a toda costa, del explotador sin reparos y de esas cadenas de televisión que lo fían todo al amarillismo más impúdico con tal de captar y mantener esclavas a unas audiencias anestesiadas por dosis crecientes de desvergüenza y por la carencia de una formación y unas alternativas que les permitan disfrutar de un medio tan estimulante como el audiovisual, cautivo sin embargo de los más oscuros intereses económicos y políticos de los magnates que lo regentan y ante la inanidad, la manipulación o la inepcia, al menos entre nosotros, de los responsables de las cadenas públicas.
Primer largometraje del también guionista californiano Dan Gilroy, Nightcrawler es un filme pequeño, sin grandes pretensiones formales ni artísticas, pero que describe con solvencia un panorama que en mayor o menor medida padecemos todos cada día.
FICHA TÉCNICA
Dirección y Guion: Dan Gilroy. Fotografía: Robert Elswit, en color. Montaje: John Gilroy. Música: James Newton Howard. Intérpretes: Jake Gyllenhaal (Louis Bloom), Rene Russo (Nina), Riz Ahmed (Rick), Bill Paxton (Joe Loder), Ann Cusack (Linda), Kevin Rahm (Frank Kruse), Kathleen Yorj (Jackie), Eric Lange (cámara). Producción: Bold Films (Estados Unidos, 2013). Duración: 117 minutos.