Artes que son barbarie

Los medios deportivos –escritos, radiofónicos y no sé si también audiovisuales, aunque supongo que alguno habrá– se desgañitan tras el arrollador triunfo de un tal Topuria que ha dejado KO al que hasta ahora pasaba como el campeón del mundo. «Ya es antología del deporte español», leo. «¿Histórico Topuria!», sigo leyendo. «Brutal KO».

Desconozco la denominación del supusto deporte. Me hablan de artes marciales mixtas, pero sigo sin entender qué tiene de interés este circo protagonizado por energúmenos para entretenimiento de otros, muchos, energúmenos. Algunos remontan sus orígenes a la antigua Grecia y a la más moderna, pero también antigua, Roma. ¿Y qué?

Resulta aberrante el atractivo de esta barbarie, exhibido sin pudor en las páginas deportivas de no pocos medios. Se trata de peleas en la que lo mismo valen los puños que las patadas, al cuerpo o a la cabeza. Todo vale hasta aniquilar al contrario mientras el vencedor sangra por las cejas, la nariz o la boca… Y para colmo proponen un relato repleto de insultos y provocaciones.

La barbarie la alimentan los medios y los contendientes, pero, también, y de manera desaforada, seguidores que se cuentan por millones y que disfrutan de la agonía salvaje y delincuente. Dicen que el estadio Santiago Bernabéu puede albergar un próximo evento de este circo inhumano. ¿Lo autorizarán los propietarios del recinto? ¿Lo seguirán legitimando programadores supuestamente deportivos e instituciones públicas?

Es tan grande el disparate que, para aniquilarlo, no bastará la muerte de algunos practicantes. Lo llaman “artes”. Y con esa excusa este fenómeno indecente está repleto de cómplices.

Un ejemplo: el presidente del Gobierno ofreció su sede para felicitar y fotografiarse con el bárbaro. En la foto ya eran dos. Fuera esperaban millares…

.

Artículo anteriorFeminismo y deporte sobre patines
Artículo siguienteHomenaje a la dignidad