No es lo mismo ser que estar. Como no es lo mismo distinción que identidad. La identidad define, la distinción separa.
G., que tiene tres años, lo ha explicado sin pretenderlo.
Se acaba de incorporar al cole, aunque conocía las instalaciones. Su hermana ya lleva un par de cursos en el centro y el muchacho no solo había acudido a él con frecuencia sino que también había jugado en sus espacios al aire libre y conocido a algunas profesoras y a varias familias.
La llegada formal de G. –un nombre poco frecuente hasta ahora– ha coincidido con la de otro G. Para evitar confusiones (ropa, túpers de comida, juegos), una profesora les explicó que a uno se le llamará G. San y al otro G. Son; es decir, que se añadirá al nombre su primer apellido. El G. original aportó una solución mucho más simple, si se trataba de distinguirlos…
– Más fácil: tú te llamas Juan y yo Pepe.