¿Qué mundo es este?

La sociedad está advertida de los codiciosos.

Soria, Rato, González, Blesa, Torres, Aznar, Fabra… Abundan y apestan. Resultan insoportables, pero hay remedio: la cárcel. Eso dicen y eso mismo, a veces, creemos. Solo habría que añadir el juicio rápido y la abolición, para ellos, del tercer grado. Meros detalles.

Sin embargo, la sociedad carece de antídotos contra los tontos.

Contra los que condecoran a las vírgenes protectoras (a la del Pilar, a la del Amor, a la de los Dolores, etcétera), los que elevan de condición al comisario honorífico Marhueda, los que sacan pasaje en primera clase para la perrita Lola o los que confían en las apariciones de Tarancón nadie previene.

Son peculiares, distintos, sorprendentes, dueños de algún cromosoma de más o de menos. Pura biodiversidad.

Nos dejan atónitos, pero mellan las mentes.

Se asocian, se amparan, crean sectas, florecen. Unos coleccionan estampas, otros se visten con sedas, levitan y parece que así no ofenden.

Establecen el absurdo como norma. Y, a partir de ahí, fijan la arbitrariedad como regla.

Inducen a la risa y a la burla. Las soportan. Pero descojonarse solo sirve para asumir la impotencia.

Jorge-Fernandez-Navarra-Ministerio-Interior_EDIIMA20140315_0306_15Se sienten agredidos por quienes se atreven a mostrar la indignación desnuda. Y los condenan. Están protegidos.

Luego, en el descontrol de sus normas comprenden la codicia original, tanto mejor cuanto más grande. Y así entra en la cárcel el hambriento que robó una bolsa de jamón de york y sale de ella el que dirigió un banco para no verse en la incomodidad de atracarnos en plena calle.

¿Qué mundo es este?

 

 

Artículo anteriorUn proyecto desde un lugar (Las Hurdes)
Artículo siguienteLa relación de Las Hurdes y Buñuel no ceja