Compasión con pasión ante un acoso en Movimiento

La primavera política se ha visto conmocionada por un aldabonazo que nadie esperaba, ni siquiera imaginaba. Por el contrario, sí cabía prever algunas respuestas. Sencillamente:

1.

Lo que reclama el presidente del Gobierno en estos cinco días de incertidumbre lo definió el líder de la Oposición: “compasión”.

Alberto Núñez Feijoo acertó gracias a su ignorancia. Véase el Diccionario de la Real Academia de la Lengua:

Compasión = «Sentimiento de pena, de ternura y de identificación ante los males de alguien”.

Sinónimos: “condolencia, conmiseración, compunción, lástima, ternura, piedad, misericordia, caridad, clemencia, solidaridad, humanidad”.

Antónimos; “impiedad, insensibilidad”.

Conclusión: ¿cabe un sentimiento más noble, más digno de respeto, más humano? El líder de la oposición lo considera como un ejemplo de “narcisismo incompatible con la madurez”.

2.

El testimonio más esclarecedor de estos cinco días de incertidumbre lo ha ofrecido el filósofo y y politólogo Daniel IneraritY. Primero, en la cadena SER; luego, en el diario El Pais.

En resumen: hace un mes Inerarity acudió a la Moncloa, invitado por el presidente del Gobierno (como antes lo hiciera a propuesta de los presidentes Zapatero y Rajoy) para conversar supuestamente sobre la realidad española y europea. Sin embargo, Pedro Sánchez, para sorpresa de su invitado, dedicó la mitad de ese tiempo (hora y media) a conversar sobre los efectos de su actividad política en el entorno familiar y, en concreto, sobre su propia esposa. La sorpresa se convirtió en confidencia, pero el filósofo comprendió su relevancia un mes después. Inerarity ha lamentado no haber advertido en aquel momento la trascendencia de la confesión presidencial.

En estos tiempos en los que las emociones han sustituido a las razones como instrumento para alcanzar el respaldo ciudadano, el testimonio del filósofo reclama la nobleza de los sentimientos humanos ajenos al enfrentamiento, a la descalificación, a la afrenta personal, al im–puro afán de poder.

3.

Hace ya muchos años, en torno a1979 o 1980, apenas estrenada la democracia en los municipios españoles, ejercí como jefe de comunicación del Ayuntamiento de Salamanca, donde, para sorpresa de todos, una coalición de PSOE e IU consiguió la mayoría por encima de UCD. La realidad social se transformó de manera formidable, pero el poder mediático local mantuvo, firme al desaliento, sus fundamentos dictatoriales y capacidad de presión. La Gaceta Regional, el periódico local adscrito a la cadena del Movimiento, trató de descalificar un día tras otro, mediante bulos e insidias, al alcalde y su círculo más próximo. Entre ellos, el citado gabinete de comunicación. Gracias a ello mi nombre aparecía –día sí día no, día sí– en alguna de las secciones destinadas a vituperar a los todavía “rojos”. Mi nombre, e incluso mi seudónimo, se hicieron populares por voluntad ajena, sin que conseguir un pestañeo del afectado, el que suscribe.

Una mañana todo cambió. Dispuesto a descubrir algún nuevo vituperio, me encontré ante un alegato contra mi familia política, a la que acusaba de asuntos turbios ocurridos años atrás. Uno de sus hijos, de apenas 18 años, había huido al extranjero para eludir la pena por un delito menor perpetrado por un grupo de chavales del que solo él era mayor de edad. Apenas pude terminar de leer. Pensé en mi mujer, en su madre, en su padre. No pude más. Me eché a llorar. Cerré la puerta de mi despacho. Y pasado un rato, me fui a dar un paseo lejos de la Plaza Mayor sin acertar a compender tanta vileza: ¿Por qué mi trabajo, o mi compromiso cívico o político, podía afectar de ese modo a personas absolutamente ajenas a mi decisión? Todavía, de vez en cuando, sigo lamentando la repercusión de aquel escrito, de aquel día…

4.

¿Hace falta explicitar lo que siento ante la actitud del todavía presidente del Gobierno?

No he votado nunca a Pedro Sánchez. Pero el actual líder de la Oposición me ha obligado a sentir compasión del Presidente. Y sentirla, incluso, con pasión. Aunque eso no significa que vaya a votarle en las próximas elecciones que se convoquen.

No acierto a comprender el empecinamiento de la Oposición. Tal vez merecería la pena atender a una persona tan poco sospechosa de izquierdismo como José María Lasalle. ¿Se trata, acaso, de regresar a aquellos tiempos del Movimiento Nacional. Es decir, ¿se trata, acaso, de volver a aquel acoso?

 

 

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