“Hemos sido víctimas de nuestra propia lucidez”[1]. Abstraído en estas reflexiones, la policía del aeropuerto le inquirió con tono rutinario:
– Española.
– ¿Edad?
– Treinta y ocho.
–¿Sexo?
–¡Enorme!
La policía le miró a los ojos embelesados. No advirtió en su rostro el más mínimo rubor. Regresó al cuestionario y sonrió farfullando. Un tipo discreto, ¿no? No necesitó adivinar las cavilaciones que le absorbían.
[1] La frase la pronunció Pablo Iglesias. Lo demás es un chiste originariamente de argentinos. Aprendices.