Con frecuencia las citas textuales modifican el sentido original de su autor. En su columna semanal en El País, titulada esta vez El obispo que resucitó, Julio Llamazares alude a “un artículo de título demoledor: Dejad de votar” del que es autora Cristina Fanjul, “periodista de un medio de ese oeste español abandonado”. Antes de concluir “firmo detrás de cada palabra”, reproducía el primer párrafo del escrito citado:
“El problema de España no es Cataluña o el País Vasco. Empiezo de nuevo: el problema de España no es solo Cataluña o el País Vasco. La gran pesadilla es cómo abordar un futuro no demasiado lejano en el que la mitad del territorio sea una incógnita cuando no una tundra cuya supresión en el inconsciente colectivo arrase su presencia en los mapas. Seremos un vacío a la sombra de los satélites y llegará un día en el que se inventarán un nuevo meridiano para borrar un territorio colonizado por el olvido. Eso es el oeste del país, una península cada vez más desmembrada de la tierra firme de los que saben que existen”.
Una reflexión asumible sin matices que alumbra una reivindicación mucho más matizable: el reconocimiento del País Leonés (o como se pueda denominar) frente a la heterogénea Comunidad de Castilla y León.
Una reclamación legítima, que tal vez comparta, con todo su derecho, el propio Llamazares. Sin embargo, es posible que muchos de los que suscribieron y aplaudieron el primer párrafo, tal vez no lo habrían hecho con los siguientes.
Las citas a veces se tergiversan; otras, se reinterpretan; y casi siempre, se descontextualizan. Pero quedan bien. Y con frecuencia resultan sugerentes. No cabe duda, por ejemplo, en este caso.