Del triunfo deportivo al éxito social

La selección española de fútbol femenino ha alcanzado un doble éxito. Indiscutible. No solo ha conquistado la excelencia deportiva, el Mundial de Fútbol, sino que se ha convertido, de la noche a la mañana, en un referente ineludible de la reivindicación feminista en el conjunto de la sociedad española e incluso internacional y, sobre todo, en amplios sectores hasta ahora renuentes a esa reclamación igualitaria. Éxito deportivo, inequívoco, sí; y éxito social, inimaginable, también.

Hace tan solo diez días solo unos pocos aficionados confiaban en el éxito deportivo. Y hace tan solo diez días nadie imaginaba la repercusión social de esa victoria y los múltiples efectos de ese anhelo.

Bien que a su pesar, el bárbaro Luis Rubiales despertó al león dormido y el ¡Basta ya! con el que le respondió Alexia Putellas se transformó en el grito coral y definitivo de la mayoría ciudadana contra las vejaciones del expresidente de la Federación Española de Fútbol sobre Jenny Hermoso. Así, de pronto, se hizo evidente el machismo de amplios sectores sociales y la vindicación irrefutable y creciente del movimiento feminista.

En ese aspecto, el sociológico o político, la repercusión de las futbolistas ha transformado y enriquecido la reflexión sobre el solo el sí es sí. La sociedad ha percibidlo que en esta ocasión no se debate de ideologías o superestructuras sino cuestiones muy concretas, incluso íntimas. Y la sociedad se ha sentido interpelada y ha respondido sin vacilaciones ni ambages.

El debate sobre la ley que propuso Irene Montero y que corrigió el Gobierno español ha encontrado en estos días signos y compromisos muy diversos. El debate se plantea ahora en términos precisos y, en ese ámbito, el consentimiento es el único fiel que separa las conductas inocentes de las culpables. La razón ampara a la víctima, a la persona que se encuentra en el escalón jerárquico o social inferior. Y la sociedad lo ha percibido con nitidez: a Rubiales le ha descalificado sin ambages el solo el sí es sí. Su defensa se ha estrellado con la falta de complicidad, el único recurso para sostener su dislate. Jenny, por el contrario, ha encontrado el apoyo pleno a sus argumentos y, sobre todo, a sus derechos.

La actitud, los gestos, la superioridad física y jerárquica, la prepotencia de Rubiales sucumbieron ante la reflexión ética o moral. Jenny fue abusada y Rubiales fue su abusador. Las referencias no admiten dudas. Los principios se han vuelto irrefutables. Y una parte numerosa y significativa de la sociedad ha pasado de la indulgencia o el absentismo al compromiso con la causa feminista. ¡Quién lo iba a presagiar!  Ha bastado un energúmeno henchido de poder y de gloria y una víctima públicamente reconocida y laureada para provocar una reacción de auténtico campeonato.

Aunque celebrada de forma no deseada, la victoria deportiva, irrefutable, quedó escrita para siempre y, por ello, acompañará a sus protagonistas más allá de sus recuerdos. Pero en esta ocasión, además, esa victoria ha provocado, por causas indeseadas e incluso indeseables, una reflexión y un posicionamiento social tan grande que ahora mismo resulta imposible evaluar.

Muchos aspectos han cambiado de la noche a la mañana. La selección española de fútbol femenino no solo ha conquistado un gran triunfo deportivo sino que ha impulsado unos valores que, pese a la aún vigente resistencia de amplios poderes sociales, han elevado en la escala de de las prioridades sociales el respeto que la mujeres merecen y reclaman.

¡Qué disparate el tuyo, Rubiales? ¿Qué os habíais creído?

Artículo anteriorPreguntar, dudar, cuando ser racional es ver
Artículo siguiente¿El laberinto español… tiene salida?