Duro aprendizaje

«La historia de Marie Heurtin». Jean-Pierre Améris, 2014

Los padres campesinos de Marie Heurtin, una chica de catorce años, sordociega y que se comporta como un animalillo arisco, deciden confiarla a las monjas del convento de Larnay, especializadas en la educación de sordomudas, porque no consiguen comunicarse con ella ni inculcarle la menor pauta de conducta. La autoritaria madre superiora se niega a aceptarla, convencida de que no tiene remedio, pero sor Marguerite, una de las hermanas, se empeña en probar fortuna y, a pesar de su frágil salud, se dedica por entero a la educación de la recién llegada, anotando en un diario sus avances y frustraciones.

Estamos en un edificio aislado en el campo, cerca de Poitiers, a finales del siglo XIX. Ahí transcurrió al parecer la historia real que el director Jean-Pierre Améris –La vida (C’est la vie, 2001), Tímidos anónimos (Les émotifs anonymes, 2010)– y su coguionista Philippe Blasband han convertido en película, añadiendo datos de ficción para conferirle entidad dramática al relato. Y ahí reside precisamente una de las claves del resultado: el aprendizaje de la pequeña es tan duro, tan lento y lleno de fracasos, que el filme tiene que avanzar a saltos, subrayando en algunos momentos de forma demasiado morosa la inutilidad de los ímprobos esfuerzos de sor Marguerite y alternándolos con otros en que un logro cualquiera, por pequeño que sea, adquiere gran intensidad emocional, lo que provoca un quizás inevitable desequilibrio en el conjunto.

Así, el filme contiene escenas de enorme efectividad, como aquellas en que Marie se relaciona con los demás por el tacto y el olfato, otras en las que se acaricia con una pequeña navaja que es su único objeto querido, o la del columpio, cuando se niega a dejárselo a otras niñas, complacida con el suave balanceo que le imprime sor Marguerite, y al retirarse ésta ella se enfurece… antes de empezar a mecerse por sí misma, con un amago de sonrisa indescriptible. Un prodigio de sutileza expresiva que contrasta con otras secuencias demasiado reiterativas o precipitadas en su manera de exponer nuevos logros de las dos protagonistas. Espléndidamente interpretadas, por cierto, si se puede hablar de interpretación en el primer caso, por Ariana Rivoire e Isabelle Carré, entregadas por completo a sus papeles, frente a la fría sobriedad de Brigitte Catillon como la madre superiora o la leve picardía de las demás monjas.

También llama la atención la forma tan contenida en que la película alude al carácter religioso de la institución donde tiene lugar todo el proceso –hoy convertida en instituto laico–, y que lamentablemente se rompe al final, en un desenlace excesivamente sentimental y teñido de trascendentalismo. Porque sor Marguerite ha desempeñado durante toda la acción una de esas labores de entrega humana a una causa digna que validan socialmente la función de quienes se consagran a una vida regida por la idea de un más allá cuando menos indemostrable. La hermana, como al parecer el convento al que perteneció en realidad, cumplen una misión encomiable, que se justifica por sí sola, y su peripecia no necesita una sanción superior para ser universalmente reconocida.

Al introducir este comentario marginal solo se pretende poner de manifiesto la distancia que separa a esta cinta, sin duda apasionante, de obras maestras anteriores también dedicadas a describir la educación de criaturas crecidas en entornos no humanos, o de otra sordomuda llamada Helen Keller, como fue el caso de El pequeño salvaje (L’enfant sauvage, 1970), de François Truffaut, y El milagro de Ana Sullivan (The Miracle Worker, 1962), de Arthur Penn, respectivamente, títulos a los que La historia de Marie Heurtin remite de modo inevitable. Al último de ellos, tan parecido en muchos aspectos, se ha referido expresamente Jean-Pierre Améris, contando la honda impresión que le produjo al verlo en su juventud, que estuvo condicionada por su elevada estatura, motivo de burlas y de cierta marginación por parte de sus compañeros. De ahí surgió su interés por estudiar a fondo y defender las posibilidades de una existencia feliz para quienes padecen determinadas limitaciones físicas que pueden excluirlos de la convivencia colectiva. Un objetivo admirable para un cineasta de pulso firme.

 

 

FICHA TÉCNICA

Título original: «Marie Heurtin». Dirección: Jean-Pierre Améris. Guion: Philippe Blasband y Jean-Pierre Améris. Fotografía: Virginie Saint-Martin, en color. Montaje: Anne Souriau. Música: Sonia Wieder-Atherton. Intérpretes: Ariana Rivoire (Marie Heurtin), Isabelle Carré (sor Marguerite), Brigitte Catillon (superiora), Noémie Churlet (sor Raphaëlle), Gilles Treton (el padre), Laure Duthilleul (la madre), Martine Gautier (sor Veronique), Patricia Legrad (sor Joseph). Producción: Escazal Films, France 3 Cinéma y Rhôn-Alpes Cinéma (Francia, 2014). Duración: 95 minutos.

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