31/marzo/2013. 1989. En ese tiempo colaboraba en un programa de TVE, Punto y aparte, que, dirigido por Manuel Campo Vidal, se emitía los jueves por el primero de los dos únicos canales de televisión disponibles en aquellos momentos. Quizás fuera otoño cuando decidimos dedicar parte de un próximo programa al contrabando y al tráfico de tabaco y droga en Galicia. Algo estaba ocurriendo en aquella región y, sobre todo, en la comarca de Arousa–Villagarcía, la Illa d’Arousa, Cambados…–, que olía muy mal.
Me encargaron la investigación y la elaboración de un reportaje; al menos, deberíamos encontrar materiales para documentar el debate que luego se desarrollaría en el plató, después de que, en la primera parte del programa, si todo iba bien, participara el propio presidente de la Xunta de Galicia, Manuel Fraga Iribarne.
La peripecia comenzó con una anécdota. Alguien decidió que, en lugar de viajar con cámaras desde Madrid, las recogiéramos en el centro territorial de TVE en Compostela. Allí acudimos inmediatamente después de poner pie en tierra gallega. Nadie había sido informado de nuestra visita, tampoco de nuestra necesidad de cámara. Insistimos una y otra vez, reclamamos: no podíamos regresar sin el trabajo hecho. Se avinieron a cedernos la cámara. Cuando el operador se aprestaba a hacerse cargo de su herramienta, alguien preguntó por qué, perteneciendo a TVE, habíamos solicitado la cámara a la Tevegá, la cadena autonómica. Salimos con el rabo entre las piernas en dirección al centro territorial que nos correspondía y donde, hacía más de una hora, nos esperaban para saludarnos y entregarnos la cámara.
Desde Santiago viajamos a Villagarcía. Y de allí a la Illa d’Arousa, previa escala sobre el puente que une a ambas, en el que trazamos nuestro plan de trabajo, atentos para sortear algunos inconvenientes que podíamos prever. Luego nos dirigimos a la casa de una persona dispuesta a orientar nuestra tarea. Se llamaba Sito Vázquez,. Había sido (creo recordar) alcalde de la Illa, seguía ejerciendo de maestro y, sobre todo, de auténtico profeta de la tempestad que amenazaba a la comarca.
El Servicio de Vigilancia Aduanera ratificó las advertencias del militante socialista, mal visto por las autoridades vigentes, condescendientes con los señores del contrabando (eso no admitía dudas), e incluso por sus propio compañeros de partido, que le acusaban de poner en peligro el crecimiento económico que disfrutaba la comarca. El propio Fraga frecuentaba a los precursores del contrabando, como Terito. Sin embargo, el problema se situaba en la siguiente generación, la que, aprovechando la red de distribución del tabaco, había decidido pasar a otros productos. Especialmente, la cocaína.
Cuando nos adentramos en el pueblo, alguien de la comitiva advirtió de que un vehículo ya rodeaba en tres ocasiones. Nos habíamos cruzado con él en tres ocasiones. El aviso de nuestra presencia se difundía por un servicio de megafonía para prevenir a incautos. Estábamos advertidos.
Fuimos al puerto para hablar con lugareños curtidos por el viento y el mar, que entre silencios y monosílabos daban cuenta del miedo que les rodeaba. Luego acudimos a una escuela, en pleno recreo, donde pudimos preguntar a los chavales de nueve y diez años, qué querían ser de mayores: si policías o contrabandistas; y no hubo dudas, preferían el oficio de contrabandista, porque ellos eran valientes, generosos, ricos… hasta que la directora impidió que siguiéramos con la encuesta dentro del centro escolar.
Volvimos a la calle. Y allí fuimos rodeados. Un coche boqueó nuestro trayecto y otras personas nos cubrieron las espaldas sin haberlo requerido. Les ofrecimos que respondieran a nuestras preguntas ante la cámara. Prefirieron permanecer dentro del vehículo y exigieron que abandonáramos la grabación. El operador de cámara retiró el aparato del hombro, pero lo mantuvo enfocado a la altura de sus rodillas mientras yo me apoyaba en la ventanilla del coche y alguien me indicaba, desde dentro, el camino a seguir.
“Vaya a hablar con el abogado don Pablo Vioque. Él les explicará todo”. Quisimos hacerlo por la tarde, pero no nos recibió. Estábamos convencidos de que aquel hombre se ocupaba de trazar el discurso mafioso, el que pretendía ocultar su actividad y su delito. El tiempo, los jueces y la cárcel se encargarían muchos años después de ratificarlo.
Entre lo uno y lo otro nos acercamos a la mansión de Marcial Dorado, uno de los capos de aquella mafia, ya constituida, aunque en fase inicial. Se trataba de una vivienda enorme, blanca, casi amurallada, inaccesible; desde fuera solo se podía ver el muro de sus paredes y numerosos dispositivos electrónicos de vigilancia.Algunos chavales seducidos por nuestro despliegue de medios nos rodeaban: señalaban el movimiento de las cámaras, hablaban de los festejos que se celebraban en aquel recinto, del personaje…
Luego viajamos hasta el Pazo Bayón, de Laureano Oubiña, que indentificamos por muchos motivos con la mansión de Falcon Crest que en aquellos tiempos hacía furor en las mediodías de la televisión. De hecho, iniciamos nuestro reportaje con la cabecera de la serie norteamericana.
Y por último acudimos a Cambados, la patria de Sito Miñanco, un mecenas que había aupado al equipo de fútbol a las puertas de la primera división y que había dotado a la virgen del pueblo de los mantones más dorados de la historia.
Esos tres tipos eran los máximos representantes de la nueva generación de contrabandistas, para la que el tabaco apenas representaba la tapadera de un negocio más espléndido y fatal. Muchos jóvenes disfrutaban de dinero abundante, excesivo, gracias a la descarga de los botes que se aproximaban de madrugada a la costa. Poco después, muchos de aquellos muchachos fueron víctimas del motivo de su propia riqueza: la droga. Por ellos su perdición floreció, ya a primeros de los noventa, uno de los movimientos más emocionantes de aquellos tiempos: las madres contra la droga.
Era, ya he dicho, el año 1989. Por eso, las fotos de 1995 que hoy ha publicado El País, en las que Alberto Núñez Feijó, actual presidente de la Xunta y entonces “solo” alto cargo de la más alta institución gallega, comparte embarcación y solaz con el “contrabandista” Marcial Dorado, no reclaman explicaciones. Sólo la dimisión, la vergüenza y el ocultamiento de su protagonista… antes de que aquellas madres regresen en su busca.