El beso del agresor que arruinó la fiesta

La celebración de la Copa del Mundo de Fútbol Femenino por parte de la selección española la empañó alguien incapacitado para representar a una institución pública. El mismísimo presidente de la Federación Española de Fútbol arruinó la fiesta.

Su primera reacción tras la conclusión del partido entre España e Inglaterra consistió en reivindicar sus testículos. Todo un ejemplo de fineza… La siguiente, sujetar a la capitana del equipo por los pómulos y estamparle un beso en la boca.

Las chicas merecían la celebración y callaron, enmudecidas por la lógica del bárbaro, que calificó de gilipollas, de tontos del culo y otras lindezas a quienes simplemente constataron el dislate. La primera preocupación de la Federación consistió en remitir notas de prensa en las que la jugadora e incluso su familia justificaban el abuso.

El equipo merecía la fiesta y el entusiasmo. La sociedad española lo reconoció y lo celebró con ellas. Pero pocas horas después, el éxito ya había quedaba empañado por el disparate.

Aunque buena parte de los medios de comunicación españoles eludieron el abuso, aplaudiendo la efusividad y descalificando las primeras críticas, algún periódico rompió norma imperante y descalificó al máximo responsable. La reacción internacional no dejó espacio para la duda. Algunos representantes del gobierno y de muy diversas instituciones reclamaron, como mínimo, disculpas. Y el directivo acabó justificando su dislate en términos vagos.

No es la primera de Rubiales. Pero ninguna otra dejó tan claro que este tipo no puede representar a ningún organismo que reclame a su más alto cargo dos dedos de sensatez. No es que sea antiguo y hortera, es que agrede a quienes representa.

Nota añadida. El disparate Rubiales no solo señala al presidente de la Federación, como vino a reconocer su ausencia en la fiesta multitudinaria que celebró el éxito deportivo en Madrid Río. También sale dañada buena parte del periodismo deportivo, tan comprensivo con la espontaneidad del presidente. Desde hace ya mucho tiempo, los criterios deontológicos y la sensatez del denominado periodismo reniegan no solo de la información sino de principios éticos fundamentales y de opiniones muchas veces próximas a la estupidez y a tópicos asumidos sin el más leve asomo de reflexión y, menos aún, de critica. Basten como ejemplo las contradicciones entre el editorial de El Pais sobre el caso y los comentarios de los informadores deportivos en El Larguero de la Cadena SER, empresa del mismo grupo editorial que el periódico.

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