CRÓNICA DE UN PUEBLO
El choque frontal y los pequeños roces cotidianos entre una celebridad internacional y los vecinos de Salas, su pueblo argentino de origen, constituyen el núcleo argumental y dramático de este quinto largometraje de ficción dirigido conjuntamente por Mariano Cohn y Gastón Duprat, autores también de varios documentales y episodios de series para televisión.
Su protagonista, Daniel Mantovani, reside en Barcelona desde que hace unos años recibiera el Premio Nobel de Literatura. Hosco y de carácter más bien difícil, atraviesa una especie de crisis de creatividad y rechaza sistemáticamente cuantas invitaciones recibe para participar en actos, homenajes y demás, ante la desesperación de su fiel secretaria Nuria. De pronto, y sin saber muy bien por qué, acepta trasladarse a Salas, pequeña localidad de la provincia de Buenos Aires donde nació y acaba de ser nombrado Ciudadano Ilustre.
Tras un viaje accidentado, que excita aún más su mal temperamento, la llegada al pueblo y el alojamiento en un hotelucho que, según él mismo cuenta por teléfono a Nuria, «parece sacado de una película rumana», empiezan los conflictos, tanto con unas autoridades representadas por el caricaturesco intendente y su retórica hueca, que le resulta ofensiva en su empeño por halagarlo para servirse de su fama, como con simples ciudadanos que le piden favores o lo invitan a comer porque creen que han reconocido a un familiar en cualquiera de los personajes de sus novelas…
Daniel los esquiva como puede, pero no consigue –o no quiere– evitar el encuentro con Irene, antigua novia que ha seguido enamorada de él y ahora está casada con un hombre obsequioso y que alardea de su amistad, pero en el fondo violento, y que tienen una hija cuyo novio, no muy espabilado intelectualmente, se dedica a la caza de jabalíes. Esta pareja joven protagonizará, por cierto, las escenas más chirriantes de todo el relato.
Pero el problema definitivo surge cuando la celebridad es invitada a presidir el exiguo jurado que debe fallar los premios de un concurso de pintura. Daniel desecha la mayoría de los cuadros y salva irónicamente a alguno de ellos, más por su rareza que por su calidad, pero he aquí que irrumpe un artista local que se considera un genio, lo acusa de todos los males posibles, entre ellos el de haber ridiculizado a su pueblo en sus escritos, aprovechándose de él para conquistar la fama, y provoca unas situaciones de extraordinaria tensión.
Esas y otras muchas escenas hacen de El ciudadano ilustre una crónica intencionada y satírica de un pueblo como tantos otros, argentinos y del mundo entero. Porque, contra lo que han sostenido muchos comentarios, e incluso la distribuidora del filme adjudicándole el eslogan de «Pueblo pequeño, infierno grande», los males que denuncia el filme no son privativos de ese tipo de núcleos urbanos. El chovinismo, el patrioterismo, el nepotismo y tantos otros vicios similares abundan, sin ir más lejos, en países como el nuestro, y para comprobarlo basta atender a las declaraciones y actitudes de muchos de los políticos que nos desgobiernan o aspiran a volver a hacerlo, desde posiciones definitivamente caducadas.
Uno de los méritos de la película consiste en no caer en el tópico del héroe bueno contra todos los malos. Daniel Mantovani comete y formula no pocas contradicciones en sus tomas de postura públicas y privadas. Es un personaje complejo y que, afortunadamente, no queda reducido a la categoría de oráculo positivo que emita mensajes moralizantes de uno u otro signo.
Al mismo tiempo, resulta quizá comprensible que en la galería de figuras que lo adulan o se le enfrentan, con una clara voluntad de trazar un fresco global por parte de sus autores, se deslicen trazos demasiados gruesos y se
planteen situaciones exageradas hasta el disparate, como ocurre con el ya citado marido de Irene, su hija y el joven cazador. Pero esos posibles errores de guion, en el que los cineastas han contado con la colaboración de Andrés Duprat, no invalidan una obra que, sin alcanzar las cotas de excelencia de otras muchas comedias ácidas argentinas, y contando, como siempre, con unas interpretaciones magníficas, especialmente la del muy premiado Óscar Martínez en el papel central, distrae, a ratos divierte y en otros hace pensar en el maremágnum de aberraciones y poses ridículas en el que nos movemos cotidianamente. La crónica de un pueblo que acaba funcionando como espejo no demasiado deformante de la realidad.
FICHA TÉCNICA
Dirección: Mariano Cohn y Gastón Duprat. Guion: Andrés Duprat. Fotografía: Mariano Cohn, en color. Montaje: Jerónimo Carranza. Música: Toni M. Mir. Intérpretes: Óscar Martínez (Daniel Mantovani), Dady Brieva (Antonio), Andrea Frigerio (Irene), Belén Chavanne (Julia), Nora Navas (Nuria), Iván Steinhardt (detractor), Manuel Vicente (intendente), Marcelo d’Andrea (Florencio). Producción: Aleph Media, Televisión Abierta, A Contracorriente Films, Magma Cine (Argentina y España, 2016). Duración: 118 minutos.
Todas las críticas de Juan Antonio Pérez Millán.