El deber del periodista, el derecho del ciudadano

– ¿Cuál es la función principal del periodista?

Informar

– ¿Y la del periodista que entrevista a personajes de interés público?

Preguntar

– ¿El periodista puede o debe ser neutral?

El deber profesional le obliga al máximo rigor en la búsqueda de hechos y datos; es decir, a verificarlos antes de cualquier otra consideración. Su neutralidad ante lo objetivable constituye su primer deber profesional y moral. Hasta ahí los principios. Luego, la realidad: porque esa neutralidad ante los hechos y los datos debe integrarse en un relato que interrelacione aquellos elementos. Su narración requiere relaciones y contexto, y por ello los aspectos objetivos se ofrecen a través de unos criterios interpretativos, conscientes o subconscientes, que añaden matices más o menos complejos no siempre neutrales o asépticos. ¿Es ese trasfondo lo que con frecuencia se interpreta como ideología, explícita o implícita, afín a un canon preestablecido más o menos nítido, más o menos fluctuante?

Todo eso forma parte del proceso de elaboración del conocimiento humano y de su transmisión. En el caso que nos ocupa el receptor de los relatos que el periodista ofrece –es decir, el ciudadano que no alcanza a acceder de manera directa a los datos o los hechos brutos– deberá enfrentarse a los relatos que se le ofrecen con una actitud crítica e incluso defensiva, la que obliga a distinguir entre la información y su envoltorio o entre lo imparcial y el proceso narrativo de la propia realidad.

– ¿Puede ser neutral el periodista ante su entrevistado? ¿Cabe un proceso que eluda afinidades o distancias entre uno y otro?

Para empezar, cabe exigir al periodista que asuma una obligación previa: su deber deontológico le obliga a preguntar al entrevistado y a confrontar los hechos, datos y opiniones que él expone con otros divergentes avalados por distintas personas o instituciones. Pero eso no le legitima para confrontar interpretaciones a título individual o personal. Aunque el periodista no pueda eludir el trasfondo de sus propias opiniones, solo deberá expresarlas en forma de preguntas y, en ningún caso, con el propósito de confrontar sus propios argumentos con los del entrevistado, sino como forma de contextualizar los interrogantes que puedan surgir de sus respuestas –y no como medio para descalificar al interlocutor– o como una vía para resolver las dudas que se puedan desprender de sus argumentos y permitan profundizar en lo que interesa a los destinatarios de la conversación.

Las preguntas pueden contextualizarse en un marco ideológico determinado y respetuoso con el del interrogado, siempre orientado a estimular respuestas que permitan conocer la trastienda argumental de sus opiniones y reflexiones o, si se prefiere, su ideología o sus intereses.

– Conclusiones

Llegados a este punto, detengámonos. Miremos en derredor. ¿Qué sentido tiene todo lo anterior en estos tiempos? Cuando la sociedad ha devaluado la intermediación del informador o el periodista, cuando éstos han vinculado su prestigio a los datos de audiencia y antepuesto la relevancia personal a su función social, cuando el espectáculo y la emoción han arrinconado la reflexión autónoma, cuando la audiencia solo importa desde la perspectiva del negocio o cuando los poderes reales (económicos y políticos, sobre todo) instrumentalizan el relato para amplificar sus privilegios, o cuando el culo o las tetas de un/una influencer importan más que su sesera.

Podríamos seguir… Porque la inteligencia artificial, el paradigma de nuestras sociedades, estará bajo el control de los poderosos. Y se considerará neutral. ¿Como los actuales periodistas de prestigio?

– La clave en cualquier tiempo

El deber del periodista consiste en hacer posible un derecho fundamental del ciudadano.

Esa es la cuestión.

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