«El editor de libros». Michael Grandage, 2016

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DOS PUBLICAN JUNTOS

260303-jpg-r_1920_1080-f_jpg-q_x-xxyxxWilliam Maxwell Evarts Perkins, conocido como Max Perkins, empezó a trabajar hacia 1910 en la editorial neoyorquina Scribner & Sons, de línea conservadora pero que ya había publicado libros de Henry James y Edith Wharton, entre otros. Apasionado por su trabajo, hasta el punto de descuidar a su numerosa familia, puntilloso, dispuesto a intervenir para mejorar los textos de los que era editor, pero también capaz de dudar sobre la eficacia de sus actuaciones, que quizá podrían malograr textos valiosos, Max Perkins sería responsable de la aparición y promoción de obras de autores tan destacados como Francis Scott Fitzgerald, Ernest Hemingway o Tom Wolfe (Thomas Clayton Wolfe, fallecido en 1938; no confundir con el autor de La hoguera de las vanidades).

La biografía que sobre él escribió en 1978 A. Scott Berg, subtitulada «Editor de genio» –o «de genios», que para eso sirve la polisemia–, ha servido de base para el debut cinematográfico del hasta ahora productor y director teatral británico Michael Grandage. Una película cuyo título original, Genius, ha sido convertido en España en El editor de libros, que por una vez podría parecer acertado, si no fuera porque nuestra actual y boba tendencia a aceptar anglicismos obliga a especificar que se trata de libros, desde que se empezó a llamar aquí «editor» al montador de cine de toda la vida y «edición» al proceso de montaje… Servidumbres de una lengua cuyos hablantes tienden cada vez más al esnobismo en perjuicio de la precisión.

Vaya por delante que el filme tiene la virtud de rescatar una figura y una profesión muy poco difundidas, por no decir desconocidas para la inmensa mayoría. Con independencia, como siempre, de la mayor o menor fidelidad a los hechos reales –llevada aquí hasta el detalle de que el protagonista no se quitaba el sombrero ni para estar en casa, con lo que se consigue que cuando por fin lo hace, ese mínimo gesto adquiera una relevancia extraordinaria–, lo más interesante de este relato audiovisual es que el personaje central no aparece como un héroe, a pesar de sus numerosos y grandes aciertos profesionales, sino como un hombre normal, que oscila constantemente entre la seguridad en sus convicciones y conocimientos literarios y la relación personal con los escritores para los que trabajaba… o que trabajaban para él, según los casos.

363086-jpg-r_1920_1080-f_jpg-q_x-xxyxxAquí, esa vinculación personal se centra casi exclusivamente, y a pesar de las fugaces intervenciones de los personajes que representan a Scott Fitzgerald y Hemingway, en la tumultuosa y polivalente relación entre Maxwell y Tom Wolfe. Una figura exuberante, contradictoria, agresiva en ocasiones y tendente a la depresión en otras, con la particularidad de que el contacto entre ellos llegó a ser tan estrecho como para provocar los celos de la pareja de Wolfe, ignorada por él, como en general aparecen relegadas y hasta humilladas todas las mujeres que figuran en la historia. Probablemente se trate de un reflejo más de lo que ocurría en Estados Unidos en las primeras décadas del siglo pasado, aunque se corre el riesgo de dar al relato un tono involuntariamente sexista.

420630-jpg-r_1920_1080-f_jpg-q_x-xxyxxCon todo, la mayor dificultad con la que se enfrenta El editor de libros, junto a ciertas torpezas e insistencias narrativas y estéticas propias de un director principiante, estriba en la enorme desproporción existente entre las interpretaciones de Colin Firth como Max Perkins y de Jude Law como Tom Wolfe. El histrionismo constante, chillón y exageradamente gesticulante de este, quizá a petición de un director tendente a teatralizar las actuaciones, contrasta demasiado con el comedimiento y la exquisita sobriedad interpretativa de Colin Firth, que lo devora literalmente en cada enfrentamiento, solo con un mínimo gesto o una frase apenas musitada.

Ese contraste perjudica demasiado a una narración que, como queda apuntado, peca de reiteraciones tanto en pequeños recursos como en situaciones generales: la imagen del editor recluido en su cubículo gris y mortecino de la editorial para la que trabaja acaba haciéndose banal de tanto repetirla, así como el teclear de las máquinas de escribir de las secretarias, el lápiz rojo que tacha una y otra vez miles de líneas de texto original, manuscrito o mecanografiado, los zapatos que chapotean bajo la lluvia en calles abarrotadas de gente y otros elementos utilizados para crear determinados ambientes, perjudican el fluir de una narración que nos trae al presente unas figuras y unos oficios que merece la pena conocer a fondo. Privilegios del cine, cuando se adhiere a la realidad y consigue trascenderla.

 

 FICHA TÉCNICA

Título original: «Genius». Dirección: Michael Grandage. Guion: John Logan, sobre el libro de A. Scott Berg, «Max Perkins: Editor of Genius». Fotografía: Ben Davis, en color. Montaje: Chris Dickens. Música: Adam Cork. Intérpretes: Colin Firth (Max Perkins), Jude Law (Thomas Wolfe), Nicole Kidman (Aline Bernstein), Laura Linney (Louise Perkins), Guy Pearce (Scott Fitzgerald), Dominic West (Ernest Hemingway), Vanessa Kirby (Zelda Fitzgerald), Gillian Hanna (Julia Wolfe). Producción: Desert Wolf Prod., Michael Grandage Co., Riverstone Pictures, Pinewood Pictures (Reino Unido y Estados Unidos, 2016). Duración: 104 minutos.

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