Padecemos el lenguaje de la televisión de la misma manera que sufrimos sus programas. Nos quejamos del uso de la lengua que hacen los profesionales de la tele al mismo tiempo que lamentamos que los universitarios españoles apenas manejen dos mil palabras diferentes. Aborrecemos las frases manidas tanto como el pensamiento único. Rechazamos las expresiones utilizadas en las tertulias televisadas de igual modo que detestamos el lenguaje empleado en otras conspiraciones clandestinas e ilustres, e incluso reprobamos la conspiración y las tertulias. Sin embargo, a la hora de elevar un escrito oficial de protesta, lo hacemos ante la institución televisiva.
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(Nota. Este texto fue escrito allá por 1998 o así. Ahora los ejemplos podían ser algo distintos. Sin exagerar)
