
Llegó el Rey y dijo “Sed buenos”. Y ahí terminó su papel.
La sociedad en que vivimos, más allá de conflictos institucionales, padece un problema radical, el más grave de todos: la desigualdad. En el diccionario de la Corona ese término no existe.
Tampoco la emigración que tanto aporta a la sociedad a costa de su propio sufrimiento e incluso del repudio de los pudientes.
Las críticas sobre la derechización de la judicatura y, en consecuencia, de la justicia distraen, cuando se dejan al margen de lo importante.
El Rey trató de justificar su papel de ficción. Pero la realidad, la vida, circula en otra dirección y a otra velocidad.
Llegó el Rey y dijo “Sed buenos”. Su función, así, aunque revista de solemnidad, no vale un real.
