Encontrar a Camus, una vez más

Desde Bodas hasta Los justos, Albert Camus mostró que la libertad y la igualdad a la que aspiran los ciudadanos, y que la sociedad les debe garantizar, tienen como objetivo la felicidad, que comprende el placer y la belleza. Por ello, Camus se alejó del pensamiento dominante en la izquierda francesa de la posguerra mundial, prosoviética y totalitaria. O le alejaron, porque los voceros de la ortodoxia le repudiaron por integrado y le denostaron por envidia: incapaces de aceptar su talento literario y su profunda dignidad.

Sin embargo, Albert Camus convenció a importantes sectores de una izquierda que empezaba a desconfiar de la barbarie estalinista y de su propósito de extender los conflictos armados y el terror bajo pretextos ampulosos. Pero Camus, sobre todo, sedujo a través de la literatura y el teatro; al servicio, siempre, de un ideal tan libre como solidario.

La muerte de Camus me sorprendió cuando aprendía a ser lector, cuando compraba los primeros libros, cuando acudía a las representaciones teatrales semiclandestinasque nos ayudaron, a muchos, a construir un modelo de pensamiento autónomo y a asumir un compromiso social cada vez más claro. Camus nos legó el respeto absoluto por el ser humano, por cada ser humano, y la confrontación con quienes lo ofenden, atacan o, directamente, los matan.

Por todo ello he leído con creciente interés Venían a buscarlo a él, de Berta Vias Mahou, publicado por Acantilado. Porque hace justicia al pensamiento de Camus, que aquí se llame Jacques, y, sobre todo, a su pasión narrativa y dramática. Y porque retrata al personaje, pero también a la época, a una sociedad con profundos conflictos sociales y al sectarismo totalitario que imponía la crueldad como instrumento político.

Lo conocimos entonces y todavía, a veces, se nos aparece en ciertas pesadillas; cuando las personas interesan mucho menos que los peones del ajedrez o cuando el poder niega el derecho a la felicidad, bella y placentera, a los ciudadanos. Uno a uno. Y juntos. Libres y justos.

Venían a buscarlo a él recuerda en algunos momentos a El hombre que amaba a los perros, de Leonardo Padura. Dos reflexiones sobre las víctimas del totalitarismo, aunque bien distintas –porque uno de los protagonistas participó en el error y el otro fue ajeno o, en todo caso, inocente– y. al mismo tiempo, bien parecidas –por su profunda capacidad de persuasión y su condición de personajes admirados yderrotados.

Ese atractivo lo comparten ambos libros y sus protagonistas. Hoy tocaba Venían a buscarlo a él. Y no quería olvidarlo.

 

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