En la presentación del libro que narra su propia biografía Esperanza cautivó por su alegría más que por su pena. El homenaje a esta mujer maltratada por la historia y por la vida se transformó en un reconocimiento a su dignidad y a su rebeldía. El juez Garzón, que acudió a rendirle tributo, se sonrojó ante la espontánea solidaridad de Esperanza y ella exigió el compromiso del auditorio con el juez, antes de convocar una marcha en su apoyo. La convocaba ella, que andaba con apoyos y estuvo a punto de caer antes de comenzar el acto.
Por la mañana, Iñaki Gabilondo había glosado con brillantez la emocionante peripecia de Esperanza. Y Olga Viza, en ambas sesiones, prologó un libro de una vida, por edificante, imprescindible.
Todos los asistentes, cautivados por el brillo de los ojos de la mujer que les presidía, se sobrepusieron a su tragedia con un reclamo de justicia y memoria, porque la felicidad que buscó Esperanza sólo se puede sustentar sobre la dignidad y la rebeldía. Y por eso la fiesta se tornó alegre.
Presentación ante los medios
Blanca Rosa Roca, directora de Roca Editorial, presentó a Esperanza a los periodistas.
Luego, Olga Viza explicó cómo supo de Esperanza hace muchos años, mientras trabajaba conmigo y escuchaba algunos comentarios que desvelaban poco e insinuaban mucho. Hace apenas unos meses recibió el libro, casi un manuscrito, aunque bellamente encuadernado (no era responsabilidad mía), en una circunstancia muy particular. Tras leerlo, se lo presentó a Blanca Rosa (y a Silvia), que, en pocos días, decidió publicarlo. Ella sabía lo que la historia encerraba y el valor de aquel relato para quien lo había escrito.
A continuación Iñaki Gabilondo habló del libro y del autor. Suyas fueron frases como éstas:
“Todos los elementos que aquí se cuentan, todos los valores que aquí se expresan, todos los valores que están detrás, hasta en la propia conclusión de este libro, son los valores que estamos necesitando, que están ahora ocultados y que convierten por tanto este libro en imprescindible”.
“En este momento, en el que parece que los seres humanos han desaparecido, y todo son números, y todo son tantos por cientos, y todo son ebitdas y todo son coeficientes, como si la vida humana hubiera desaparecido y se hubiera convertido casi en una sombra al fondo del paisaje, que aparezca una obra en la que un ser humano es el centro de gravedad, tiene de pronto un carácter benéfico, como si se hubieran abierto las ventanas de par en par, estuvieran siendo espantadas las telarañas y comenzara de nuevo a circular el aire libre, el aire fresco, el aire de los valores que necesitamos. La vida de un ser humano y su palpitación de pronto se convierte en algo extraño. ¿Qué hace un ser humano y su palpitación? ¿Pero todavía hay seres humanos y palpitaciones? ¿No había quedado todo aplastado por coeficientes y ebitdas y tantos por ciento?”
“Este libro me parece a mí muy emocionante. Lo he leído con mucha emoción, porque la emoción es contagiosa, y la emoción de Jesús es contagiosa, y la emoción de la vida de Esperanza es contagiosa.”
A continuación expliqué cómo conocí a Esperanza, las razones por las decidí escribir el libro, por qué se demoró tanto y cómo se habían confabulado, a la postre, todos los elementos necesarios para el justo homenaje a la familia Labrador. Los lectores de este blog tienen ya abundante información al respecto (o pueden recabarla). Agradecí a Olga, Iñaki y a Roca Editorial su compromiso con Esperanza y todo lo que ella significa.
El acto concluyó con un diálogo con Esperanza. Mientras yo trataba de contextualizar las diferentes etapas de su vida, ella relató algunos episodios relevantes con el torrente expresivo de su memoria y su permanente emoción.
Presentación formal por la tarde
El anfiteatro de Casa América se completó. Eras las 7.30 de la tarde. Esperanza apareció en escena del brazo del juez Garzón. Cristina Almeida y alguna persona más consiguieron evitar que un tropezón intempestivo de Esperanza arruinara las expectativas. El traspié debió constituir un impuso. El público se había levantado para recibirla con aplausos repletos de cariño. La emoción se hizo presente antes de que nadie hablara.
Lo hizo en primer lugar Blanca Rosa. Discreta, breve, para contar el compromiso de Roca Editorial. Luego, Olga Viza, que minimizó su papel en el empeño de publicar el libro sobre la vida de Esperanza.
La intervención del juez Garzón, cuidadosa para no someterse a las interpretaciones de doble sentido, pero inequívoca en el aprecio e incluso la admiración de Esperanza, tuvo pasajes dignos de reflexión. Por ejemplo, el último, mientras cerraba el libro que había comentado: “la memoria no puede prohibirse por decreto y la justicia debe tenerlo en cuenta”.
Intervine, dirigiéndome a Esperanza, para explicar que mi libro, como el propio acto en el que nos encontrábamos, sólo pretendian rendirle tributo.
Al fin, volvimos a conversar, aunque en esta ocasión ella decidió romper la contención y el protocolo con su alegría e incluso su insumisión. Nadie pudo permanecer indiferente ante aquella explosión de espontaneidad e indignación.
Y el acto se tornó así, para cuantos estuvimos allí, memorable.