Evitar la condena como sea

El gallardo Gallardón, aspirante ignífugo a menesteres mayores que se le escapan de las manos, empieza a sufrir una ansiedad corrosiva no tanto para él, un pedernal, como para quienes le padecen, apenas seres  humanos. Su última machada –tras la justicia de pago, las prohibiciones del aborto o la abolición de la justicia universal– consiste en eliminar al juez molesto, al que incordia al poderoso, al que hasta ahora investigaba las grandes tropelías en materia de corrupción, de droga, de delitos económicos, de guerra sucia… Nada de un juez independiente, justiciero; que sean tres para ver si así no se ponen de acuerdo.

Empezaron acosando a quien descubrió sus trampas (hace ya mucho) y siguieron, siguieron, siguieron y lo consiguieron casi siempre. Pero, por si acaso el mecanismo algún día deja de funcionar, más leña al mono sin que se les mueva el pelo de una ceja cada vez que pontifican que la justicia es igual para todos. Como si a los que apenas somos seres humanos fuéramos, por serlo, gilipollas.

En el futuro los jueces quizás no se pongan de acuerdo a la hora de dictar una sentencia contra ellos, pero los ciudadanos tenemos más motivos cada día para aclararnos. Aunque luego nos liemos. O sencillamente, nos confundamos en la manera de salir de este inmenso atolladero.

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