La crisis financiera se nos vino encima por culpa de un garbanzo negro. “En nuestras familias, y en la sociedad en general, esperamos que la gente se comporte de una determinada manera. Presupones que la gente es digna de confianza, la integridad, la conciencia de la responsabilidad. Como sabemos ahora, los banqueros se regían por otras normas. En algún momento, los gigantes financieros globales se han desvinculado de los principios que exigimos a otras instituciones. Ése es el problema”.
Lo cuenta Gordon Brown, el que fuera primer ministro británico y líder laborista cuando el propio sistema financiero amenazó con desmoronarse, en una entrevista concedida a E. Evers y C. Pauly, de Der Spiegel, publicada ayer por El País.
No comprendo cómo, con esos principios, a este buen hombre le dio por dedicarse a la política, a sabiendas de maldita la falta que hacía, puesto que en nuestras familias, y en la sociedad en general, los nietos besan a los abuelos, los hermanos se prestan las corbatas o la falda de marca para ir de fiesta y los padres cuidan de que en la mesa haya al menos un huevo para cada comensal.
Si el mundo ya es así, qué falta hace la socialdemocracia.
Y si no es así, qué falta hace un modelo basado en análisis tan lúcidos como los de Gordon Brown. A estas alturas.
