Hasta aquí, Savater

El País despide a Fernando Savater. La decisión la asume la directora, Pepa Bueno, y la explicación la ofrece Soledad Alcaide, Defensora del lector.

Savater ha conseguido lo que pretendía y, como anuncia un lector, “Preparémonos: la caverna ya tiene su mártir”.

Desde su época de “joven filósofo”, Savater brilló por su agudeza y, en medio de una mayoritaria corriente atraída por Manuel Sacristán y el postmarxismo, marcó una trayectoria anarquizante. La Transición fue llenando de matices la reflexión teórica y el pluralismo político propició adaptaciones muy diversas más o menos alejadas de aquellos inicios comunes o, siquiera, próximos.

Todavía bajo los efectos de la Dictadura y el lastre de un terrorismo insoportable la reflexión se fue abriendo a nuevos contextos. Fernando Savater dejó de ser el referente incuestionable de Ética para Amador, a medida que avanzaba desde el pensamiento libertario al liberal, azuzado por la doble radicalización nacionalista.

Introduzco un apartado más personal. Durante la Guerra del Golfo (1990-1991) dirigí y conduje el primer informativo nocturno de la recién creada Onda Cero. Un día a la semana participaba Fernando Savater en un debate sobre el estado de la contienda y los asuntos relacionados on ella. Su antagonista era otro personaje ilustre: Manuel Vázquez Montalbán. Veinte minutos de confrontación inteligente, que siempre incluyo entre mis limitados méritos profesionales.

La evolución del defensor de la causa israelí no detuvo su evolución en aquel momento. Continuó. Muchas personas, lectoras, oyentes, fueron pasando del respeto a las opiniones de Savater a la sorpresa por sus giros cada vez más inmersos en posiciones partidistas conservadoras y hasta reaccionarias, compartidas, sobre todo, con personajes hoy alineados en los márgenes de Vox.

Sin embargo, pese al descontento de no pocos lectores, como se ha evidenciado a través de Cartas a la directora, permanecía su columna sabatina en El País. Hasta ahora. Cuando Fernando Savater pasó del debate ideológico o político a la afrenta directa, ad hominem, a profesionales del periódico, la directora ha ejercido su obligación.

Como de todo hay en los pagos periodísticos, cabe la posibilidad de que la decisión pueda tener algún efecto reputacional que ocasione a El País la pérdida de lectores. Otros se sentirán aliviados de una presencia incómoda, que obligaba a mirar atrás.

Sin embargo, la decisión editorial cabe entenderla, mas bien, como el resultado lógico de una provocación. Savater quería irse; y hacerlo con ruido.

Los lectores que no le vamos a incluir en el martirologio periodístico solo lamentaremos que el diario que con mayor frecuencia visitamos no nos obligue a establecer comparaciones con el Savater que conocimos antes. Mucho, mucho antes. Entonces respetaba a sus disidentes. Ahora los denuncia.

— Hasta aquí.

 

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