¿Hasta dónde la ironía o la burla?

Mal empezamos si comparamos torticeramente dos conceptos, ambos sagrados, aunque por diferentes motivos: el feminismo que descalifica la ironía o el humor sobre sí mismo y el Corán que, llevado a una interpretación extrema, mata la libertad de expresión.

No hay debate razonable sobre los asesinatos registrados en Francia, Austria o cualquier otro lugar tras el atentado original contra el profesor que trató de explicar a sus alumnos el significado de un derecho fundamental, la libertad de expresión, a partir de las caricaturas de Mahoma que publicó Charlie Hebdo y que costaron la vida, para abrir la lista, a varios de sus profesionales. La acción de los asesinos solo es barbarie. El derecho no admite matices aun a riesgo de la muerte. Porque la autocensura es otra manera de morir.

No está tan claro el otro caso. Una respuesta de Fernando Simón a la pregunta del entrevistador, con risas incluidas, sobre su preferencia entre «las enfermedades infecciosas o las enfermeras infecciosas» ha generado una cascada de críticas. «No les preguntaba si eran infecciosas o no, eso se veía unos días después», respondió, riendo también, el presidente del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias.

Quizás no estuvo afortunado, pero ¿lo está el Consejo de Enfermería cuando exige a Simón que «tenga la decencia» de «pedir disculpas de forma inmediata» y reconozca «la improcedencia de sus comentarios, chascarrillos y chistes y se abstenga de volver hacerlos nunca más»? ¿Lo están los miembros del Gobierno, mujeres y hombres por igual, que han requerido la rectificación del epidemiólogo?

¿Es posible conversar entre risas de Mahoma, de Cristo o del copón bendito y no de las relaciones entre hombres y mujeres? No se discute la desigualdad de género que padece y genera la sociedad en que vivimos; es tan cierta como deplorable. Pero el «no se bromea con los derechos fundamentales de la mujer», porque las enfermeras llevan «décadas» luchando por deshacerse de «todas las imágenes y estereotipos machistas y retrógradas» de un «colectivo sanitario mayoritariamente femenino»… puede acabar en disparate. El error es humano y la contumacia en el error, también, pero esta carece de justificación.

¿Que respuesta merecía la pregunta del entrevistador, del que nadie ha hablado? ¿Acaso un sermón? Cabe temer que en este caso ni la Biblia ni el Corán van a servir de mucho. ¿O lo peor fueron las risas, los sobreentendidos? ¿O, tal vez, como señaló el propio sindicato de enfermeras, la condición laboral de las aludidas?

A veces, más que transformar la realidad, parece que nos conformáramos con negarla. Nadie aludió al abuso de poder que define al machismo. ¿Estaba implícito en la respuesta de Simón?

A la postre, él aceptó el error y fue mucho más lejos: asumió en primera persona que los cambios que buena parte de la sociedad demanda tardan en interiorizarse al completo. Entre tanto, ¿exigimos la reflexión o el cliché, aunque este también sea otra manera de morir?

Por lo que pueda ocurrir tras este comentario, disculpas. Tal vez no me expresé bien. En la corrección política se asumen tabúes buenos y tabúes malos: y otros de quita y pon. Pues, hale.

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