16 de enero. Cae la lluvia. Incesante. La tormenta no amaina. Se afila el trueno y se endurece el rayo. Chuzos de punta, diría mi padre. Esto es la hostia, anunciaba, ya de mañana, el churrero.
A Bárcenas le descubren 22 kilos en Suiza y empresas varias sin pedrigrí. Vaya por Dios con el tesorero. Y el PP venga a defenderlo hasta liberarlo del juzgado y del partido, que esa era otra condena. ¿Por qué tanta disculpa? ¿De quién eran, son o serán esos dineros reaparecidos cual virgen escurialense?
Al presidente González (llámele Ignacio, por favor) le han obligado a enseñar la patita y asomó el rabo. El piso marbellí que no era suyo, pero que sí es, aunque al 20%, porque a su señora esposa le corresponde el 80, que ella es de la patronal, de bien y de posibles, y podía haber comprado hasta el 90, aunque hasta ayer estuviera alquilado y desde hace seis meses en propiedad, pero sin escrituras, por si… la madre que lo parió.
Ya lo decía el profesor de Educación de Ciudadanía de mi vecina: el que se gasta los cuartos en espías no puede ser trigo limpio, algo está urdiendo o le rezuman los calzoncillos (o cualquier otra prenda propia de su sexo), y este protegido recién llegado a la presidencia tiene cara de matón y mala baba. Cosas malas. Se intuye que miente y, por lo bajines, insulta. A ti, a mí y quien le mira de reojo, no sea que.
Necesitamos lexatines. El ministerio de Hacienda estudia la posibilidad de publicar un día de estos la lista de los grandes defraudadores del reino, tal vez corregida, disminuida y depurada, porque eso no se sabe a simple vista y porque a cualquier se le traspapelan una, dos o tres líneas, y ya verán ustedes en la web del Gobierno de España a su sacamuelas, porque, después de hacerle mucho daño, no cotizó por su jodida endodoncia; a la señora de la limpieza, porque cobra a mayores una pensión no contributiva, y muy posiblemente a Indalecio Prieto, porque no estaba gordo porque sí, sino que algo habría hecho y hasta cabe que llevara dentro de sí mismo y su gabardina a un tipo ambicioso, el que se peleaba a cada rato con Largo Caballero y de allí hasta aquí lo que hemos mejorado, gracias a Dios y a sus representantes del cielo en este estercolero.
Loemos la transparencia. Osus muertos.
