Los medios supuestamente progresistas atienden con esmero al estado de ánimo de la sociedad catalana que explicita su estado de ánimo. Del resto se ocupan menos. O nada.
Los medios supuestamente progresistas atienden con esmero al estado de ánimo de la parte de la sociedad española que padece de rabia, aunque sea minoritaria. Del resto, aunque mayoritario, cero.
Sin embargo, esa Cataluña y esa España doloridas y calladas existen. Están en casa o en el curro. Y lloran.
Algún día habrá que valorar la alianza entre los medios de comunicación en general –y en particular , de la televisión– y las redes sociales como amplificadores de los símbolos (imágenes y emociones) que conforman los estados de ánimo que luego determinan la acción política.
Pero cabe añadir una hipótesis más. En estas situaciones la neutralidad de los medios es más falaz que en cualesquiera otras. En unos casos, por una parcialidad voluntariamente asumida. Y en otros, los pretendidamente independientes, porque solo consiguen atender a las facciones contendientes. El enfrentamiento se universaliza. Lo demás no existe. La épica y la audiencia ganan. La razón fallece. Es un riesgo o algo más.