
4. EL ENGAÑO SIN MEDIADORES
Precedentes. Un informativo acuñó como eslogan una falsedad: «Así son las cosas y así se las hemos contado». En otra cadena surgió un nuevo claim falaz: «Está pasando, lo estás viendo». Ni lo uno ni lo otro.
Las «cosas» (la «vida» que debe abarcar un informativo) no guardan proporción con lo que se puede contar. Solo algo de lo que pasa se puede ver y lo que se ve con frecuencia no se puede considerar verdad, sino un espejismo o una imagen en cualquier caso parcial.
En los años de vigencia de aquellos eslóganes ya sabíamos que las imágenes transmiten fragmentos de la realidad en momentos concretos. Y que ver no es conocer; menos aún, entender.
Este preámbulo se remite en el mejor de los casos a los albores de la era digital, mucho antes de que todos nos creyéramos con alma de retratista, capaces de resumir la realidad en una foto fija (o simple y breve), aunque solo pudiéramos simplificar o reducir la realidad hasta confundirla y confundirnos. Crecimos creyendo que nuestra cámara, nuestro teléfono u otro artilugio inteligente a nuestro alcance captaba lo irrefutable, esquivando la manipulación de los profesionales abducidos por el poder de los medios de comunicación y abriendo las puertas a la complejidad a nuestro alcance.
Todos somos operadores de cámara. Tenemos más de una. Las llevamos en el bolsillo o las dejamos encima de la mesa. Las utilizamos con tal entusiasmo que, en el afán de constatar que ellas desvelan la verdad, renunciamos a mirar directamente a lo que nos importa. Todos somos periodistas o comunicadores. No solo sobran los carnés profesionales sino que resultan inútiles los esfuerzos de otorgar credibilidad a quienes pueden ofrecer, aparte de los datos, el contexto a las situaciones y el propósito de bucear detrás de lo que aparece (que suele ser lo que otros hacen aparecer o quieren que aparezca), porque, se supone, nadie puede ser más veraz que el que pasaba por allí sin otro ánimo que pasar y ver sin interferencias.
¿Esa es la verdad? Comprender la realidad, contextualizarla o buscar la manera de transformarla pasan a ser falacias que encubren lo que importa. El mediador que, tras depurar los datos que la realidad ofrece, trata de aportar perspectivas complejas se transforma, a ojos de todos los visionadores que en el mundo son, en manipulador, en cómplice, en enemigo de la transparencia y la verdad. Y hasta los medios de comunicación se llenan de imágenes ajenas que compiten con las que ellos mismos generan; así, las múltiples pantallas repiten sin tregua situaciones descontextualizadas, cuando no falaces.
En ese panorama el mediador sobra. Hasta los medios colaboran en esa confusión. Las imágenes sin firma ocupan los espacios informativos. Se obvia su carácter fragmentario y su enorme capacidad manipuladora («lo que se ve es verdad»), Se premia la inmediatez, el acceso a espacios inéditos y se destaca su veracidad por su procedencia «desinteresada».
El riesgo se antoja mayúsculo: sin mediadores no hay contexto y sin contexto no hay conocimiento; menos aún, análisis. La interpretación de la realidad y las opciones de transformarla requieren complejidad. Y sin esos elementos la sociedad está en manos de los manipuladores. Lo que que parecía un instrumento de neutralidad y pluralidad se transforma en el arma definitiva para la manipulación.
La que se lleva a cabo en la actualidad a través de las múltiples imágenes accesibles a los ciudadanos puede ser la más contradictoria, porque en ella se enfrenta lo que se asume como irrefutable y su parcialidad esencial e incluso el engaño planificado. No obstante, esa manipulación se multiplica a través de la acumulación de opinadores oficiales o comentaristas de ocasión que relegan a los informadores invitando a que cada ciudadano se adhiera, por tazones emocionales, no tanto a los datos a su alcance como a algunos de los tertulianos acreditados.
A la preeminencia de las imágenes se suma la influencia de unos pocos opinadores institucionalizados. El ciudadano juega en territorio hostil creyendo que lo hace en campo abierto. El engaño alcanza así su fin.
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