Investidura: de sapos o culebras

No me siento cómodo con la amnistía que anuncia Pedro Sánchez, presidente en funciones como establece la ley y presidente in pectore  como anuncian sus movimientos negociadores con un arco parlamentario desintegrado y hasta contradictorio. Una amnistía que estira, si no excede, los límites marcados hasta ahora para regular la convivencia entre españoles; que exime de una cierta reciprocidad a quienes delinquieron con el objetivo de lograr privilegios contrarios a la igualdad de personas y territorios imprescindible para un proyecto común; que elude un compromiso elemental para merecer la gracia que los exoneraría de los posibles delitos cometidos y que facilitaría vías de concordia a medio plazo; y que reconoce como interlocutor representativo a un, como mínimo, presunto delincuente.

En este Lagar nos hemos manifestado a favor de la amnistía como punto de llegada de un proceso negociador o como apuesta inequívoca en favor de la concordia por parte de quienes desafiaron a la ley y a la convivencia. Pero no como punto de partida o requisito previo a cualquier compromiso recíproco por parte de quienes optaron por la ruptura sin convenio. Cabe aceptar sin remilgos la gracia para quienes obedecieron órdenes superiores o llevaron a cabo acciones consideradas ingenuamente como subsidiarias. Los adalides de la revuelta debieran, como mínimo, antes del indulto, presentar sus excusas a cuantos ofendieron y aún ofenden.

Sin embargo, con el paso de los días empezamos a asumir que el mal trago de la amnistía se torna inevitable si priorizamos la formación de un gobierno que facilite la convivencia frente al encono imperecedero. Si en la vida personal apenas caben unas pocas verdades absolutas y aún menos decisiones irrefutables, en la acción política los intereses generales reclaman con frecuencia renuncias y contradicciones en aras de principios y objetivos en un momento determinado superiores.

¿Cómo negar la posibilidad de la amnistía a costa, por ejemplo, de dejar expedita la vía a un futuro gobierno alineado con Israel, por poner un ejemplo que las calles madrileñas tratan de proclamar obscenamente? Si la amnistía es el sapo que debemos tragar para evitar un atracón de culebras, ¿renunciamos al aperitivo o a la comilona? Cruel pragmatismo. En eso estamos.

No nos gusta el sapo. Quienes participaron en aquel tumulto no merecen ni el aplauso ni ningún tipo de reconocimiento. Tampoco quienes comandaron la exclusiva oposición de la fuerza desde el Gobierno de España. Unos y otros retorcieron sus argumentos contra las acciones del contrario: la negación de un Estatuto de autonomía por cláusulas vigentes en otras comunidades autónomas, la cerrazón al diálogo en aras de principios cuasi teológicos, el odio recíproco contra la legalidad y, en consecuencia, contra la convivencia; el empleo del órdago descalificador desde la fuerza o la mera sinrazón.

En este momento la sociedad se siente avasallada por las preguntas y las contradicciones. Porque, en el fondo de la cuestión, hoy nadie puede predecir cómo será la digestión del sapo. Y menos aún la de las culebras.

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Quien esté interesado en las Variaciones sobre el mismo tema desarrolladas a lo largo de las últimas semanas en este Lagar aquí puede encontrarlas. No solo podrá elegir, sino también advertir de los diferentes matices, e inclusode algunas contradicciones, entre las diferentes y sucesivas opiniones. Por orden inversión de publicación: de la más reciente a la más lejana.

La España que propicia Vox,

Vencer por convicción, no por conveniencia,

El truco es el trato,

Investidura de sapos o culebras,

Incertidumbre y contradicción: actitudes razonables,

Nuevo gobierno: mucho más que perder o ganar,

¿El laberinto español… tiene salida?,

En la encrucijada no valen apaños,

El idioma que entiende y confunde,

Solo importa ganar,

Un paso adelante sin perder la vista atrás,

¿O todo o nada?,

La derecha española dónde está.

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