Los políticos –dicho así, de manera genérica, sin excepciones– son los responsables de cuantos males nos suceden. Tal reconocimiento forma parte del pensamiento colectivo y del argumentario cotidiano de analistas, tertulianos o bienpensantes. La sentencia se repite de manera unánime en cada ciudad, pueblo, barrio o vivienda. Concluyen: la verdad es la verdad, la diga Agamenón o su porquero. Cuestión zanjada.
Lo peor no es lo que se dice sino lo que se sugiere: formamos parte de una ciudadanía irresponsable.
Se sobreentiende que ese colectivo amorfo e informe del que formamos parte carece de capacidad para la réplica, la organización o la movilización. Es decir, que está ahí para que la den por saco… los políticos. Para eso los elige y los mantiene.
Quizás la sociedad en que vivimos es poco más que un saco. ¿Y como pedir responsabilidad a un saco? ¿O a tanta gente entretenida en menesteres disuasorios?