
“Para entender al ser humano hay que compararlo con otros animales”. Lo afirma Felipe Fernández Armesto, profesor en la universidad norteamericana de Notre Dame, antes en Oxford, autor de Un pie en el río. Sobre el cambio y los límites de la evolución (Turner). Luego, el historiador abunda en el análisis que resume en una entrevista publicada en El País bajo el título Vivimos una época de ansiedad irracional., de la que entresacamos algunas reflexiones.
“La doctrina tradicional que asegura que los seres humanos somos superiores está muy cuestionada. Tenemos que ajustarnos mentalmente a una nueva situación, más igualitaria, entre las especies. Creo que los humanos tenemos ciertas capacidades mejor adaptadas para la vida humana, pero si fuéramos a la selva nosotros seríamos los tontos. La inteligencia es una cualidad muy relativa. Los chimpancés dominan nuestro lenguaje con gran certeza, mientras nosotros parecemos sordomudos cuando intentamos comunicarnos con ellos con su propio lenguaje. Ni en términos de inteligencia ni de lenguaje está el caso tan claro. Hay animales culturales, en el sentido de que tienen conductas que no son instintivas, sino que se desarrollan por aprendizaje”.
Cultura e historia. “Los animales tienen historia hasta cierto punto. Es una cuestión de grado, no de esencia. Pero nada comparado con la nuestra: tan intensa, tan variada, tan llena de sucesos”.
Y a partir de ahí, la conclusión: “El motor del cambio es la imaginación, y esta juega un papel importante en la cultura. Los humanos imaginamos un mundo distinto del que vivimos y trabajamos para alcanzarlo. Planteo la tesis de que esa increíble imaginación humana procede de la unión de dos facultades evolucionadas. Una es la memoria, que es la capacidad de ver lo que ya no está. En el caso de la memoria humana, su magia es que es muy falaz. Distorsionamos los hechos que recordamos. Por eso la falsa memoria es creativa. El segundo ingrediente es la anticipación, una facultad que nos permite ver lo que aún no está. Mientras que la memoria humana es débil y falaz, nuestra facultad de anticipación es superdotada, está por encima de la de otros animales. Los cazadores tienen que anticipar la situación de la presa y sus movimientos. Esa combinación de memoria falsa y anticipación aguda da lugar a que seamos lo que llamo animales imaginativos”.
La imaginación, seña de identidad de lo humano. Para bien, para mal. ¿Se entienden así mejor algo de lo que hacemos o de lo que vivimos?
