La culpa no fue de las musas

Conceden el premio Miguel Hernández de poesía a Juan María Calles. Enhorabuena, ¿no? El poeta, de origen extremeño, aunque residente en la Comunidad Valenciana, tiene en su currículo literario el premio Adonais y el de la Fundación Ecoem, así como críticas reconocedoras de su valor literario suscritas por personas a las que respeto. O sea, una buena noticia, para alguna sección  de cultura en medios extremeños o valencianos, sin alharacas.

Pues, no señor. Porque el titular de la noticia destaca que el receptor del premio es el concejal del Ayuntamiento de Castellón condenado hace una semana por triplicar la tasa de alcohol permitida. El ciudadano en cuestión, además, fue subdelegado del gobierno en la misma provincia (entre 2004 y 2007) antes que edil.

¿Y ahora?

¿Se recurre el premio? ¿Se inhabilita a Lope de Vega, a Quevedo, a Baudelaire, a Bukowski, a Hemingway, a Burroughs, a Capote, a Chandler, a Dostoyevski, a Durrell, a Faulkner, a Duras, a Lowry, a Kerouac, a Poe, a Roth, a Rimbaud, a Verlaine, a Victor Hugo o al mismísimo Ovidio?

¿Se indulta al concejal y se le da un permiso ilimitado para conducir beodo, protegiéndole de cualquier sanción pública y eximiéndole del debido comportamiento cívico dadas sus habilidades gramaticales?

¿Deben considerar los medios y los contrincantes políticos que el premio literario pone aún más en evidencia la temeridad del conductor? Es posible que algunos piensen que para escribir bien hay que estar soplado. Y tal vez por eso le dan al morapio, aunque luego las musas les sigan siendo esquivas: en la sintaxis y en las entendederas.

Conclusión: Muchos borrachos conducen si encomendarse a las musas. Pero las musas, que no son abstemias, nunca conducen. Ergo, las musas no tienen culpa. Ni el coche.

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