Los tumbos que nos quedan

Dar tumbos, decíamos ayer. ¿Es lo que nos queda?

La perplejidad, la impotencia, la depresión abocan al exabrupto, la salida por la tangente o el muermo de la resignación. Lo posible.

Santiago López Petit aporta en El discreto encanto de la política (Icaria editorial 2016) algunas reflexiones que describen mejor la situación, el impasse de este momento.

Partamos del último aldabonazo:  «El 15M no fue vencido puesto que su grito ahogado no ha dejado en ningún momento de oírse, sin embargo la travesía del impasse se interrumpió, y el vacío abierto fue llenado. El retorno de la política, las nuevas plataformas electorales y el nacionalismo por muy distintos que parezcan, fueron los encargados de ello. El retorno de la política, más exactamente, la nueva política que es vieja, señaló una puerta de salida. Pero no se sale nunca de un impasse. Toda salida siempre será un relato, y un relato es un cuento para tranquilizar a los que les da miedo la noche»

O sea, «La plaza tomada se hundió en su autorreferencialidad porque el asamblearismo puede llegar a ser un mito paralizante. También surgieron nuevos mitos como la red y la tecnopolítica que contribuyeron a alejarnos de lo esencial, del porqué estábamos allí».

Y ahora, ¿dónde estamos? ¿Dónde vamos? «Imaginemos que Podemos, Guanyem… o la próxima plataforma que aparezca, “gana”. Su veracidad no la obtendrán repitiendo mil veces frases conocidas y gastadas como “No os fallaremos” o “Somos distintos”. Por el contrario, si admitieran que nunca nos representarán, empezarían a ser un poco creíbles. Pero lo serían verdaderamente, si el día de su victoria y habiendo formado ya gobierno, se atrevieran a afirmar públicamente: “No hay nada que hacer”. O lo que es igual, que solos no podemos con esta máquina infernal que ni sabemos donde empieza ni donde acaba. Podríamos creer en ellos únicamente si después de esta confesión de impotencia, nos interpelaran con estas palabras:¿Estáis dispuestos a que impulsemos juntos un cambio de verdad? Un cambio que suponga consumir menos, apelar a la ayuda mutua para hacer frente a los ataques del capital, impulsar la lucha real contra las desigualdades aunque esto significa pagar un precio personal. Entonces se vería si nosotros estamos a la altura de esta llamada, si verdaderamente estamos dispuestos a impulsar un cambio de verdad en el que quizás nos vaya la vida en ello».

¿Llevar la política al ámbito de lo personal? ¿Aceptar que la política nos despolitice? «La función despolitizadora de la política consiste sobre todo en esconder, mediante ilusiones y las pequeñas esperanzas propias del mal menor, que nos hallamos ante un impasse. La acción política auténticamente transformadora está bloqueada porque: “lo que es políticamente factible no cambiará nada, y las acciones que podrán promover cambios realmente significativos son políticamente impensables”. El impasse que la política nos oculta es, sencillamente, que no sabemos cómo salir del capitalismo».

Esa es la cuestión. Y la respuesta está en la calle: el capitalismo es la manera de ser de esta sociedad. ¿Qué nos queda? ¿Dar tumbos?

¿Aceptar la disputa en el terreno de lo posible, aunque la transformación se convierta así en quimera, para que a algunos les duela menos la vida? Tal vez, pero a sabiendas de que así sólo estaremos dando tumbos. Y proclamarlo.

 

 

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