«Moonligh. Barry Jenkins, 2016

20151023_Moonlight_D08_C2_K2_0348.tif

DISCRIMINACIONES

Negro, pobre, homosexual y crecido en un ambiente de drogas. Estos serían los motivos principales de la radical marginación que va a gravitar sobre Chiron a la largo de prácticamente toda su vida, iniciada en uno de los barrios más duros de Miami. Compuesto por tres actos con títulos diferentes (Little, Chiron y Black) y donde el protagonista está encarnado por otros tantos intérpretes distintos, de acuerdo con su edad en cada caso, este segundo largometraje del cineasta Barry Jenkins, tras Medicine for Melancholy (2008), destaca ante todo por su destreza en el uso de las elipsis, que le permite avanzar sin tropiezos y con soltura por la peripecia de Chiron.

En la primera parte es un niño, hijo de una joven drogadicta que no consigue educarlo adecuadamente, no conoce a su padre y recibe en la escuela el maltrato generalizado de sus compañeros, por su carácter apocado y taciturno que le impide responder a la agresividad que lo rodea. Solo contará con la ayuda de un adulto y su pareja, Juan y Teresa, capaces de superar la muda obstinación del chaval para acogerlo y ofrecerle una cierta protección, que sin embargo no alcanza a todas las esferas de su áspera existencia.

Ya en el instituto, durante la segunda parte, centrada en su adolescencia, Chiron sigue soportando resignadamente las agresiones de sus compañeros, que le reprochan con dureza su homosexualidad, aunque él no sepa muy bien de qué se trata ni tenga muy clara su identidad sexual. Para colmo, una vez que ataca con violencia y a traición a un compañero particularmente duro con él, será detenido y conducido a la comisaría con cargos que podrían acabar con él en un correccional, teniendo que trasladarse a Atlanta.

En el último segmento, ha conseguido una cierta estabilidad económica, admite sin ambages su orientación y trata de volver sobre ciertos episodios anteriores, en un intento de reafirmar su personalidad, buscar la autoestima de la que ha carecido siempre y encontrar una cierta paz interior que le permita seguir adelante.

Barry Jenkins, también de color y natural de Miami, cuyos distintos e incluso opuestos medios sociales conoce bien y donde ha rodado hasta ahora, se apoya en esta ocasión en un guion propio, basado en la obra teatral de Tarell Alvin McCraney, cuyo título, citado expresamente en la película, podría traducirse como «A la luz de la luna, los chicos negros se ven azules». Con ese punto de partida y su voluntad de mostrar lo que conoce bien, consigue trazar un desolador panorama de la marginación que comparte sin duda su protagonista con tantos otros individuos situados en condiciones similares. Pero lo hace sin elevar el tono, discretamente y como por acumulación, no por alegatos altisonantes ni siquiera mensajes demasiado explícitos. Con unas imágenes limpias, a la vez naturalistas y teñidas de un lirismo que impregna los colores reflejados con maestría por el prolífico James Laxton, que ya fotografió el primer filme de Jenkins. A este respecto solo cabría reprocharles un par de travellings circulares superfluos, varias escenas de acción rodadas con la cámara en constante movimiento y con planos muy cercanos, que aturden en vez de mostrar, así como alguna breve secuencia de carácter onírico o imaginario que tampoco añade nada a la belleza y eficacia narrativa del conjunto.

En cuanto al tratamiento general de la historia, llama la atención, por ejemplo, que el protagonista no mantiene ningún enfrentamiento directo con ningún personaje blanco o rico, sino siempre con personas que proceden de su propio medio, que comparten su marginación y que tratan de volcar agresivamente en él la frustración y la rabia mal contenidas que experimentan en sus propias vidas.

Eso hace que Moonlight adquiera la dimensión extraordinaria de un fresco donde se ponen indirecta pero radicalmente en cuestión muchos de los falsos e injustos pilares en los que se sostienen y que a su vez sostienen a nuestras sociedades actuales, en las que es muy difícil escapar de la marginalidad y de las distintas formas de discriminación por vías que no supongan, a su vez, violaciones de normas establecidas y muchas veces de dudosa legalidad real. No cabe duda de que, a tenor de los resultados obtenidos con esta película, Barry Jenkins sabe muy bien de lo que habla, y sabe también cómo trascenderlo, convirtiendo lo particular en universal

 

FICHA TÉCNICA

Dirección y Guion: Barry Jenkins, sobre la obra teatral de Tarell Alvin McCraney, «In Moonlight Black Boys Look Blue». Fotografía: James Laxton, en color. Montaje: Joi McMillon y Nat Sanders. Música: Nicholas Britell. Intérpretes: Ashton Sanders (Chiron), Trevante Rhodes (Black), Mahersala Ali (Juan), Janelle Monáe (Teresa), Naomie Harris (Paula), Andre Holland (Kevin), Alex R. Hibert (little), Jharrel Jerome (Kevin). Producción: A24, Pastel y Plan B Ent. (Estados Unidos, 2016). Duración: 111 minutos.

Ver todas las críticas de Juan Antonio Pérez Millán. 

Artículo anteriorComo en los años treinta
Artículo siguienteConversaciones con un mudo