
8 de marzo. Día de la mujer trabajadora.
El apellido se suprime y se convierte en Día de la mujer. Lo que podía ser una reivindicación de clase se convierte en otra, de género (en la acepción proveniente del inglés). ¿Resta o añade, como se dice ahora? ¿Potencia la celebración o la desvirtúa?
Al menos, confunde.
La secretaria general del PP, Dolores porque así se llama y porque eso mismo provoca, reivindica igualdad de oportunidades, de salario, de acceso a puestos directivos, de…
¿Y por qué no lo hacen?
Los dolores se incrementa cuando reclama como prioridad “tener capacidad para decidir por nosotras mismas” (incluso se refiere a la maternidad), que “no nos digan cómo tenemos que ser”, t todo ello sin “razones ideológicas”.
¿De qué habla esta mujer?
Los de la otro bancada reiteran que nos traten como menores o incapacitadas, tal y como establece la ley del aborto en trámite, que condena y desprecia a las mujeres.
En ello insisten las voces más progresistas. Sin embargo, ¿esa ley condena por igual a todas las mujeres o condena sin remedio a unas, las pobres, y castiga a otras a asumir su decisión con costes (no solo económicos) innecesarios?
No se puede olvidar el apellido, el que explica de dónde venimos y determina en la mayoría de los casos hasta donde podemos ir.
La clase precede al género, porque establece diferencias más radicales, que, luego, el género agrava entre los de su clase.
Pobres o ricos.
Y luego, también, mujer u hombre.
