Navidad de vanidades (o vanidad de navidades)

El rey, al que se supone investido por la divinidad (si no, de qué), sermonea cada 24 de diciembre a sus súbditos (urbi et orbi hispanici) como si no fueran ciudadanos.

Los presidentes autonómicos, aspirantes a una monarquía laica, sermonean cada 31 de diciembre a sus ciudadanos cual si fueran súbditos.

Todos ponen caras de solemnidad y memez, fifty fifty porque la impostura no esconde el pelo de la dehesa, y largan su perorata con afán de trascendencia.

González (Ignacio), Mas (Artur), Monago (José Antonio), Urkullu (Iñigo)… se largan su discurso con patochadas de púlpito: la unidad, a un lado; el proyecto nacional, al otro; y la ideología revestida de obviedad, por todas partes.

¡¿Qué se creen?!

Con la cantidad de entuertos que tienen por desfacer, ¿por qué no se empeñan en ello en vez de faltarnos, incluso en estas fechas, al respeto?

 

Ejemplo traído por los pelos

 

Transcripción

En nuestro partido político cumplimos con lo que prometemos

Sólo los necios pueden creer que

no lucharemos contra la corrupción.

Porque si hay algo seguro para nosotros es que

la honestidad y la transparencia son fundamentales

para alcanzar nuestros ideales.

Demostraremos que es una gran estupidez creer que

las mafias seguirán formando parte del gobierno como en otros tiempos.

Aseguramos sin resquicio de duda que

la justicia social será el fin principal de nuestro accionar.

Pese a eso, todavía hay idiotas que fantasean -o añoran- que

se pueda seguir gobernando con las mañas de la vieja política

Cuando asumamos el poder, haremos lo imposible para que

se acaben las jubilaciones de privilegio y los negociados

No permitiremos de ningún modo que

nuestros niños mueran de hambre

Cumpliremos nuestros propósitos aunque

los recursos económicos se hayan agotado

Ejerceremos el poder hasta que

comprendan desde ahora que

somos la «nueva política».

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