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La derecha es coherente cuando en Europa defiende que las ayudas a España se ofrezcan bajo condiciones o, para decirlo más exactamente, bajo sus propias condiciones.
¿Que así se perjudica al conjunto de los españoles? Ellos piensan que no, porque ven y miran a aquellos a los que la austeridad les beneficia, a los que las restricciones laborales les favorecen, a los que la vieja troika auguraría su propia rentabilidad. Porque solo perjudicaría a los españoles-que-miran-o-ven-la-realidad-de-otra-manera, aunque, tal vez, ellos sean mayoría; pero eso no viene a su cuento.
No se trata, pues, de incoherencia, de falta de patriotismo, del afán por la bronca permanente. No. El problema es otro. Mucho más crudo. Su coherencia, su patria, su afán es la política que ampara el crecimiento sobre la base de la desigualdad, el beneficio de unos pocos como impulsor del desarrollo, la superioridad de una clase en la toma de decisiones comunes…
¿Coherencia? ¿Incoherencia? ¿Habrían optado por el mismo criterio de haber estado ellos en el Gobierno de España? ¿Fue eso lo que propugnó, por ejemplo, el presidente anterior a Pedro Sánchez, que era y es del PP?
Pablo Iglesias tomó una opción moralmente defendible. Calificó al PP de traidor.
Sea lo que fuere, este dilema solo tiene una vía de solución: que los ciudadanos traten de comprender lo que ocurre, y lo que se dice acerca de lo acontece, y voten, cuando llegue el día, en consecuencia. Manipulación mediante.
¡Ay, Machado!: «En España, de cada diez cabezas, nueve embisten y una piensa».
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